De sobrevivir a una patera siendo menor a estudiar en la universidad en Tenerife: la inspiradora historia de Sambou.

Sambou Fissourou recuerda poco del día en que subió a una patera en su país, Mali, rumbo a Canarias. Fue el 14 de mayo de 2020 y apenas tenía 15 años. “Intentaba pasar el mayor tiempo durmiendo”, afirma a DIARIO DE AVISOS. Y reconoce que no sabía dónde estaba el Archipiélago: “En un momento dado, empecé a ver casas y me dijeron que habíamos llegado a España”.
Aquel adolescente llegó solo al puerto de Arinaga, en Gran Canaria, como tantos menores migrantes no acompañados. Se sentía perdido. Pasó por un centro de acogida y fue aprendiendo a adaptarse a una tierra nueva, con un idioma distinto y sin saber qué sería de él. Confiesa que los primeros meses en el Archipiélago fueron muy complicados: “No sabía cómo era la vida aquí, cómo podía estudiar y ese tipo de cosas”.
Un año y medio después, le trasladaron a Tenerife y fue recibido en la Asociación Coliseo, donde a sus 20 años colabora como mediador de niños que han sobrevivido a la ruta canaria, que en los primeros cinco meses de 2025 se llevó por delante la vida de 1.482 personas, según los datos de Caminando Fronteras.
De la incertidumbre a la esperanza.
Fissourou ha pasado por todas las fases del proceso de acogida e integración de migrantes en la sociedad isleña. Y mucha parte del mérito se lo otorga a Coliseo y a sus trabajadores: “Me han ayudado mucho a crecer. En tres años me saqué un curso de Formación Profesional Básico (FP), Bachillerato y ahora estudio en la universidad”. Mira a su izquierda y señala a Ainhoa Castedo, una de las coordinadoras de la ONG tinerfeña: “Ella, que fue mi directora, ha sido clave en mi integración”.
La Asociación Coliseo trabaja en la atención a la infancia y la adolescencia tutelada en las Islas, gestionando centros y proyectos de acogida residencial. En este punto, cabe recordar que el Archipiélago acoge a más de 5.000 menores migrantes no acompañados y lleva años reclamando una solidaridad por parte del resto de regiones de España que no termina de llegar, ni siquiera tras la entrada en vigor de un decreto que establece el reparto de estos niños y adolescentes para aliviar la presión sobre territorios sobrepasados, como Canarias, Ceuta y Melilla.
“Nosotros intentamos integrarlos lo máximo posible, porque al final son niños y adolescentes”, insiste Ainhoa Castedo. “Les buscamos formación y actividades para que se preparen y les damos apoyo escolar. Además, en el centro tienen dos horas de español obligatorias”. Una descripción que refleja cómo se trabaja (o se debería trabajar) en los recursos de acogida, donde se combina la enseñanza del idioma con la formación académica y actividades que favorecen la convivencia.

“Si no trabajo, no como”.
La historia de Sambou Fissourou también sirve para desmontar uno de los bulos más repetidos sobre los menores migrantes: que vienen a vivir de las ayudas. Y su ejemplo lo confirma: combina estudios con trabajo, colabora en proyectos sociales y quiere seguir formándose. Y lo dice todavía más claro: “Si yo no trabajo, no como. Y cuesta muchísimo estudiar y trabajar a la vez”. Y como el suyo hay casos similares: “La gran mayoría, aunque no llegue a la universidad, aprovecha el tiempo y sale con empleo”, apunta Castedo.
La enorme cantidad de falsedades que se vierten sobre los menores migrantes que se encuentran en Canarias les afecta. Sambou Fissourou confirma que muchas de las cosas que se dicen no son verdad: “Yo no tengo ninguna ayuda económica”. De hecho, cuando cursaba Bachillerato en el IES La Laboral, en La Laguna, trabajaba de camarero por las tardes. Por su parte, Ainhoa Castedo destaca la capacidad y el esfuerzo del joven maliense: “Tiene el hábito de estudiar desde las cinco de la mañana, fines de semana incluidos”.
Fissourou cree que los bulos que se dicen influyen en la percepción que tiene una parte de la población canaria sobre los migrantes que proceden de África: “Piensan que venimos aquí y tenemos más ayudas que sus hijos, pero cuando sales del centro tienes que buscarte la vida. Aquí no tenemos familia. Es una realidad muy diferente a la que se cuenta”.

Un futuro prometedor.
En la sede de Coliseo, donde se acompaña a muchos de estos menores, la coordinadora Ainhoa Castedo pone a Sambou Fissourou como ejemplo: “Aquí estamos contentos con el caso de Sambou. Y la mayoría de los chicos son como él: salen documentados, encuentran trabajo y algunos incluso comparten piso. También les ayudamos a encontrar un alquiler”.
Cuando se le pregunta por el futuro, el joven responde con rotundidad: “Aprovechar el tiempo al máximo y dedicarme a un mundo que me gusta muchísimo; estudiar, trabajar y, si sale una oportunidad, cogerla”. Esa misma actitud es la que intenta transmitir como mediador a otros jóvenes supervivientes de la ruta migratoria más peligrosa del mundo.