El Papa
Francisco ha convocado a la Iglesia en este año a “tener la mirada fija en el
misterio de la misericordia”, que es la entraña misma de Dios, para dejar que
empape nuestra vida, transforme nuestro corazón y nos mueva a ser nosotros
también signo de su misericordia (MV 2-3).
Dice
José Laguna que la misericordia es “abrazar visceralmente, con las propias
entrañas, los sentimientos o la situación del otro”, un amor de absoluta
donación, que se vuelca sobre el otro, que desciende a su lugar para abrazar su
pobreza, cargarla sobre sí y socorrer su debilidad.