Abrirnos a una nueva
vitalidad eclesial.
La crítica, sobre todo si es constructuva, siempre viene bien, es necesaria porque es útil para la reflexión, revisión de actitudes y propicia el cambio. Pero a veces... nos quedamos en ella, nos perdemos en ella y no sabemos ir más allá. Vivimos instalados constantemente en la sospecha y en la actitud del que se erije en juez emitiendo constantemente juicios y condenas. Otros, en reacción a esta actitud del que no habla sin el peñazo en la mano, se atrincheran en defensas numantinas de la Iglesia como si en realidad eso fuera necesario para su pervivencia.