domingo, 16 de junio de 2024

Acoger, la cuarta puerta (I)

El pasado martes, 11 de junio, tuvimos el honor de poder tener entre nosotros a María José Torres Pérez (Pepa Torres) quien en la charla que tuvo lugar en el salón grande de la Parroquia Cruz del Señor, S/C. de Tenerife, nos habló desde su experiencia sobre la realidad que viven nuestros hermanos migrantes, de lo que significa y ha de significar ACOGER con todas sus implicaciones.

Vamos a dar a conocer el documento que ella desarrolló pero publicado en varias entregas. Al final de cada entrada hallarán los enlaces al documento completo para que quien desee descargarlo pueda hacerlo y leerlo entero.

ACOGER.  LA CUARTA PUERTA.

Pepa Torres Pérez

1- AGRADECIMIENTO E INTRODUCCIÓN. TRES PUNTOS DE PARTIDA.

Gracias por la invitación a participar con vosotras en este encuentro y poder compartir experiencias, búsquedas luchas, impotencias y pequeñas victorias  

… Dice Mikel Zuluaga, del movimiento Ongui Etorri, que la solidaridad no sólo es una palabra grande, sino una palabra de tierra y por eso tenemos que cultivarla, como lo que hacen los jóvenes africanos del Proyecto Samaritano en Añaza, porque lo que tenemos no nos pertenece y no puede ser un privilegio por haber nacido en una parte del mundo, cómplice además del expolio de bienes comunes que acontece en otros lugares.

Inicio mi reflexión con tres puntos de partida para mi importantes.  El primero es el propio título. No es una invención propia, sino que se lo escucho cotidianamente a Patuca Fernández, compañera de la Red Solidaria de acogida, de Madrid, y de San Carlos Borromeo, una de las abogadas del caso Tarajal, pero a su vez ella lo ha tomado de un texto espeluznante y a la vez lleno de esperanza, la novela Tierra Negra, El holocausto como historia y advertencia, de Timothy Snyder. En ella se narra la historia de Ita Straz, una joven de 19 años que fue arrastrada por policía lituanos hasta una fosa común en el bosque de Ponary. Cayó recta y de espaldas y se queso inmóvil por miedo mientras otros cuerpos le caían encima uno tras otro. Cuando la fosa se llenó alguien subió sobre la última capa de cadáveres y disparó hacia abajo sobre los cuerpos amontonados. Una bala le atravesó la mano, pero Ita  no emitió sonido alguno. Arrojaron tierra sobre la fosa. Espero todo el tiempo que pudo y luego apartando cuerpos y cubierta de dolor, barro y sangre buscó ayuda. Llegó hasta una primera casa y la rechazaron. Y así una segunda y una tercera hasta que finalmente en la cuarta obtuvo ayuda, y sobrevivió.

Como dice Patuca Fernández, ante la situación de las personas migrantes y refugiadas en el mundo, como sociedad civil y como comunidades creyentes no podemos cerrar los ojos ni legitimar las necro políticas de fronteras. Tenemos la obligación moral de ser la cuarta puerta. Las necropolíticas y la cultura del descarte, como denuncia el papa Francisco necesita   del terror y los muros para instalarse en las conciencias y perpetuarse. Necesita la construcción del diferente como enemigo y su criminalización. Desde que cayó el muro de Berlín se han construido en el mundo más de 70 nuevos muros que nos dividen, segregan y condenan a la muerte y a la ilegalidad a millones de seres humanos. Frente al valor de la proximidad, las necro políticas propugnan la cultura de  la otrocidad en la que se niega, a quien se  declara “otro” u “otra” el derecho a tener derechos  e impone una distinción entre aquellas vidas que merecen ser lloradas y aquellas que no. Hay personas descartables cuyas existencias no son merecedoras ni de reconocimiento en su vida, ni de reconocimiento en su muerte. El Pacto Migratorio Europeo recientemente aprobado en Bruselas es un buen ejemplo de todo esto.

La cultura de la otrocidad nos coloca siempre al filo de la atrocidad y la barbarie. Vivimos como, señala también Boaventura de Sousa Santos, tiempos de fascismo social. El fascismo social más que un régimen político, es un régimen social y civilizacional en el que el estado es un testigo complaciente, cuando no un culpable activo. Un régimen caracterizado por relaciones sociales y experiencias de vida bajo relaciones de poder e intercambios extremadamente desiguales, que se dirigen a formas de exclusión particularmente severas y potencialmente irreversibles condenando al exterminio de personas y pueblos.

El segundo punto de partida de mi comunicación es el “desde donde”, porque mi   reflexión esta también enraizada en una tierra concreta donde tengo los pies y el corazón ya que como dicen las feministas post coloniales, un lugar en el mapa es una forma de acceder al conocimiento. Mi lugar en el mapa es el barrio de Lavapiés, un barrio situado en el casco antiguo de Madrid un barrio histórico en la lucha contra las fronteras desde los movimientos sociales y los colectivos migrantes y actualmente en un proceso muy duro de resistencia frente a una feroz gentrificación y turistificación empeñada en expulsar a los vecinos, especialmente migrantes que desde los años 90 lo han levantado y han hecho de él un barrio con “la marca por la cual se cotiza hoy en el mercado”: la exotización de la diversidad.

En él convivimos y resistimos más de 70 nacionalidades y en él desde hace 13 años nace la Red interlavapiés como una red de personas contra las fronteras y la precariedad, Personas que nos hemos conocido cruzándolas, creando vínculos poderosos entre nosotrx. Luchamos juntos por la libre circulación de personas, el derecho a migrar y a no migrar, por una sociedad diferente, donde ningún ser humano sea ilegal y donde los sueños de dignidad de cada persona y por otro mundo posible puedan realizarse. Nos gusta definirnos como una red de vida porque somos vecinx, amigx, compañerx. Una red diversa formada por gente migrante y autóctona, con papeles y sin ellos, que sentimos la urgencia actuar frente a las formas de injusticia cada vez más brutales y racistas que criminalizan la pobreza y las migraciones y niegan los derechos más básicos: vivienda, salud, trabajo educación, integridad física, etc. Nuestro lema es: Nos quitaron tanto que nos quitaron el miedo porque estamos convencidos que el mejor antídoto contra éste este es la organización comunitaria y en que tener o no tener red social se juega  la vida de la gente.

Por último, el tercer punto de partida es que cuando hablo públicamente sobre migraciones o fronteras tengo el empeño de dedicarle la charla a un compañero o compañera que me ha resultado en ella fuente de inspiración. Esta vez es Mamadou L., recientemente intervenido quirúrgicamente de una operación de cadera muy dolorosa. Mamadou   irrumpió en nuestra vida hace un año, recién “dublinado”, es decir deportado a España desde Suiza por haber entrado en Europa en patera desde Tánger a Tarifa. En Suiza estuvo todo el tiempo en Centros de internamiento de extranjeros y allí enfermó gravemente, lo cual no fue obstáculo para su deportación a España. Cuando le conocimos sólo tenía ganas de morirse y un informe de salud mental que le estigmatizaba gravemente. Pero Elegimos conocerle no por informes sino de la mano de lo que el mismo fuera decidiendo contarnos. Así hemos ido recorriendo un camino con muchos recovecos,atravesando desconfianzas e inseguridades mutuas hasta llegar a la tierra de la complicidad y la reciprocidad en la que hoy nos encontramos, pese a tantas asimetrías impuestas. De su mano comparto algunas claves para la acogida.

(CONTINUARÁ)

Para obtener la documentación completa:


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