Siempre
que llegan estas fechas navideñas, últimos de año y principio del siguiente es
muy común la expresión: "¡Feliz año nuevo!".
Es un
deseo, obviamente, el deseo de que a ésa o esas personas ese año nuevo le sea
mejor que el anterior, al menos eso, o sea como el que termina si acaso en él
fue feliz. No parece, sin embargo, que la cosa vaya más allá y todo parece
indicar que todo sea por el concurso de la suerte, de unas circunstancias
favorables y... al final pueda decirse que "la cosa fue bien".
¿Y si
en vez de "¡Feliz año nuevo!" dijéramos: "¡Hagamos que el año
nuevo sea bueno!"?. La cosa cambia y no poco, porque entonces no situamos
el control de esos 365 días del año entrante fuera de nosotros sino dependiendo
de lo que y como hagamos en ellos.