J. José Vallés
"Justicia y Paz" de Alicante
Para
tratar de dar algunas claves sobre la relación entre pobreza y vivienda vamos a
reflexionar sobre la situación de cientos de millones de personas que no tienen
garantizada una vivienda digna, pese a su inclusión en el artículo 25 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Toda persona tiene derecho a un
nivel de vida adecuado
que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial
la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios
sociales necesarios».
Desde su aprobación y proclamación por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 han trascurrido 60 años y abundan los indicadores de su abundante conculcación y de la escasa promoción de este derecho en los países pobres.
Desde su aprobación y proclamación por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 han trascurrido 60 años y abundan los indicadores de su abundante conculcación y de la escasa promoción de este derecho en los países pobres.
El
disfrute y el acceso a una vivienda decente es una meta principal para:
- Conseguir un desarrollo humano sostenible porque refuerza la convivencia y mejora la relación de las personas con el entorno.
- Proteger a los integrantes de la familia de aquellos agentes atmosféricos que nos acompañan diariamente.
- Proveer a las personas de las condiciones más favorables para el descanso y ayudar a la restauración de las fuerzas perdidas durante la jornada de trabajo.
- Independizar del mundo físico exterior a sus moradores, propiciándoles un clima de intimidad, fundamental para el desarrollo de la personalidad humana, vida familiar e individual de sus integrantes
- Ser hogar, fuente permanente de educación y ejemplo para los niños y adultos.
Causas de la falta de vivienda.
Demográficas.
En los últimos 100 años, la población mundial se ha duplicado, y la masificación de las periferias de muchas ciudades ha dado lugar a la construcción de viviendas insalubres, hacinadas, sin prestaciones de agua potable y canalizaciones de saneamiento, y con altas probabilidades de contagio de enfermedades, en muchos casos mortales. La explosión demográfica que se está produciendo en los últimos años, mayoritariamente en países empobrecidos, no está siendo acompañada de los requisitos y las condiciones necesarias para la disposición de una vivienda digna. La tasa de crecimiento actual es de 2%, y de mantenerse así, se estima que la población mundial llegará a 23.000 millones en los próximos cien años. Esto implicará un crecimiento inimaginable para cientos de ciudades.
En los últimos 100 años, la población mundial se ha duplicado, y la masificación de las periferias de muchas ciudades ha dado lugar a la construcción de viviendas insalubres, hacinadas, sin prestaciones de agua potable y canalizaciones de saneamiento, y con altas probabilidades de contagio de enfermedades, en muchos casos mortales. La explosión demográfica que se está produciendo en los últimos años, mayoritariamente en países empobrecidos, no está siendo acompañada de los requisitos y las condiciones necesarias para la disposición de una vivienda digna. La tasa de crecimiento actual es de 2%, y de mantenerse así, se estima que la población mundial llegará a 23.000 millones en los próximos cien años. Esto implicará un crecimiento inimaginable para cientos de ciudades.
De
todas formas, no es este crecimiento demográfico la única causa de falta de
vivienda.
Otras causas.
Los conflictos bélicos, que conllevan a la emigración masiva de millones de personas y la destrucción de sus poblados, así como las catástrofes naturales, propiciadas en muchos casos por el cambio climático y agravadas por las pésimas condiciones en que están construidas las edificaciones, especialmente en aquellas zonas más empobrecidas, son fuente inagotable de nuevos pobladores en busca de un lugar donde poder residir. Aunque quizás una de las causas más importantes ha sido y sigue siendo el éxodo de miles de personas de población rural a las áreas urbanas, atraídas por una industrialización que les permita conseguir una mejor vida. La mecanización, tanto agropecuaria como industrial, dirigida en muchos casos por grandes multinacionales implantadas en muchas zonas rurales, así como la falta de empleo e incentivo que disponen, sobre todo para los más jóvenes, está significando un abandono de estas poblaciones a esas grandes ciudades.
Otras causas.
Los conflictos bélicos, que conllevan a la emigración masiva de millones de personas y la destrucción de sus poblados, así como las catástrofes naturales, propiciadas en muchos casos por el cambio climático y agravadas por las pésimas condiciones en que están construidas las edificaciones, especialmente en aquellas zonas más empobrecidas, son fuente inagotable de nuevos pobladores en busca de un lugar donde poder residir. Aunque quizás una de las causas más importantes ha sido y sigue siendo el éxodo de miles de personas de población rural a las áreas urbanas, atraídas por una industrialización que les permita conseguir una mejor vida. La mecanización, tanto agropecuaria como industrial, dirigida en muchos casos por grandes multinacionales implantadas en muchas zonas rurales, así como la falta de empleo e incentivo que disponen, sobre todo para los más jóvenes, está significando un abandono de estas poblaciones a esas grandes ciudades.
Según
Naciones Unidas, los países industrializados arrastran un déficit de 30
millones de viviendas, pero en los países en desarrollo, son más de 150
millones las familias a las que urge contar inmediatamente con una vivienda
higiénica. Las últimas cifras mundiales, nos hablan de 1.000 millones de
personas (el 15% de la población del planeta) las que viven en los suburbios de
las ciudades, careciendo de una vivienda digna.
Hacia dónde caminar.
Hacia dónde caminar.
El 7.º Objetivo de Desarrollo del Milenio, «Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente», tiene como Meta D: «Haber mejorado considerablemente, para el año 2020, la vida de por lo menos 100 millones de habitantes de tugurios». Una característica suficiente, entre otras, para ser considerado un barrio como tugurio es el hacinamiento (3 ó más personas por habitación). La situación de los conocidos como «pisos patera» de algunas ciudades supera este indicador.
Hoy se
hace imprescindible, según apunta el último informe del Fondo de Población de la
Naciones Unidas, experimentar una «revolución en el pensamiento», a fin de
abordar la duplicación de las poblaciones urbanas, especialmente en África,
Asia y en Latinoamérica, pues si actualmente más de la mitad de la población
mundial, unos 6.700 millones de personas, están residiendo en ciudades, los
pronósticos hablan que para el año 2030, la población urbana habrá aumentado
hasta 5.000 millones de personas, o sea, un 60% de la población mundial.
La
vivienda invade de cifras y datos toda una alarmante estadística que sin duda
esconde uno de los dramas humanos más humillantes para la gran cantidad de
personas que habitamos este planeta. Aun así, y como dicho informe también
afirma, si bien los nuevos residentes urbanos serán, en su mayoría, pobres,
ellos deben ser parte de la solución. Al ayudarlos a satisfacer sus necesidades
–de vivienda, servicios de salud y educación, empleo–, también podría liberarse
el potencial de los residentes urbanos para impulsar un crecimiento económico.
Son los responsables políticos, las autoridades municipales y los
planificadores urbanos, junto con el conjunto de la ciudadanía, los primeros en
deber asignar prioridad a satisfacer las necesidades de vivienda
de los residentes urbanos pobres, muy especialmente a los más jóvenes, pues la
mitad de la población urbana es menor de 25 años.
Estas
cifras chocan sin duda ante algunos datos de la vivienda en los países
occidentales, y como ejemplo cercano podemos hablar del nuestro. En España existe
el mayor parque inmobiliario de la Unión Europea (con un difícil acceso, en
parte porque el valor medio de la vivienda en los últimos cinco años ha subido
18 veces más que el poder adquisitivo), pues cada año se construyen 18
viviendas por cada 1.000 habitantes (INE 2007), frente a las 5 del resto de la
UE. Lo más llamativo es que, hasta ahora, nos encontramos con una vivienda por cada
2 habitantes, y hay cerca de tres millones de viviendas vacías.
Es,
pues, importante subrayar el masivo y anárquico desarrollo urbanístico de los
últimos años, con el consiguiente deterioro paisajístico y la insostenibilidad
ambiental.
Actualmente, en nuestra sociedad occidental,
la vivienda ha pasado, en pocos años, de ser una de las principales necesidades
básicas para el crecimiento y desarrollo natural de las personas, a servir de
motor de enriquecimiento económico, fruto de un uso especulativo y de un valor
desproporcionado, desvirtuando su finalidad, y excluyendo a una
inmensa población de su disponibilidad. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria
ha conducido a la frustración: «El sueño de comprar un piso era una pesadilla»
(El País, 22 de noviembre de 2008).
La
vivienda es un problema y una necesidad imperiosa en nuestro mundo opulento, y
quizás muestra la cara más cruda de la pobreza tan cercana y tan
invisibilizada. Millones de personas se sienten apartados totalmente de una
sociedad que los ignora, y que se deben aferrar a un pequeño trozo de tierra
para poder subsistir de alguna manera, sin poder
participar de la economía que míseramente los acepta, ajenos a cualquier
oportunidad que ésta le pueda ofrecer, y terminar engrosando esa cifra de
pobladores que denominamos, en el mejor de los casos, «cuarto mundo».
Los Sin Techo en Europa.
Según Cáritas, en el 2006, se contabilizaban unas 30.000 personas viviendo en nuestras calles y 275.000 en infraviviendas. En la Unión Europea se estima alrededor de 3 millones las personas sin techo y 18 millones en viviendas precarias.
Los Sin Techo en Europa.
Según Cáritas, en el 2006, se contabilizaban unas 30.000 personas viviendo en nuestras calles y 275.000 en infraviviendas. En la Unión Europea se estima alrededor de 3 millones las personas sin techo y 18 millones en viviendas precarias.
Nuestro
sentir cristiano no puede quedar al margen de esta realidad tan cercana. Somos
testigos de muchas injusticias, y el derecho a residir en una vivienda digna es
sinónimo de compromiso humanitario y evangélico, y también es expresión de
nuestro amor preferencial por los pobres. Por ello, quisiera recordar estas
palabras, pertenecientes a las
conclusiones de documento «La Iglesia ante la carencia de Vivienda» de la
Pontificia Comisión Justicia y Paz, siendo presidente el cardenal Roger
Etchegaray, con ocasión del Año Internacional de la vivienda para las personas
sin hogar:
«Cada
Nación y la comunidad de Naciones están ante un reto de humanidad: diseñar una
sociedad donde ninguna persona se quede sin satisfacer las necesidades
esenciales para vivir con dignidad; donde nadie quede privado de una vivienda
digna, como factor principal del progreso humano”.
Si el
panorama de pobreza es desolador, grande es la responsabilidad de quienes
tienen en sus manos las decisiones políticas y económicas. Los países y los
grupos sociales más pobres esperan encontrar solución a la grave situación de los
sin techo contando con la solidaridad mundial a la que tienen derecho.
“Los
pobres y marginados que carecen de vivienda esperan respuestas concretas,
empezando por el cambio de actitud, indiferente cuando no hostil, de algunos
sectores de la sociedad. Esperan con urgencia una política social avanzada,
convertida en programas concretos de vivienda a bajos costos y condiciones de
pago favorables y a largo plazo, fácil acceso a los medios técnicos y legales
requeridos para ello.
Esperan
ser integrados normalmente en la sociedad, así como ver reconocidos todos sus
derechos. Esperan también un cambio económico, político y social, pues el
problema de los “sin techo” y la crisis de la vivienda es sólo efecto de una causa
más profunda que exige solución».
Cuestiones para la reflexión.
Es conocido por todos la inmensidad de viviendas precarias e insalubres donde sobreviven millones de personas en el mundo, así como barrios enteros en nuestras ciudades donde no se puede hablar de viviendas dignas para vivir y desarrollarse mínimamente, muchos de ellos habitados por personas en busca de un trabajo y una vida mejor, provenientes de muchos lugares lejanos…
- ¿Tenemos algún conocimiento cercano de esta situación?. ¿Tenemos contacto con alguna de estas familias?.
- ¿Qué podemos
proponer o sugerir a las autoridades competentes para reducir e ir paliando
esta dramática situación, tanto a nivel general como local?. ¿Es el
asociacionismo y la solidaridad también una posible solución para ser más
efectivo?.
La
Iglesia afirma que «Los pobres y marginados que carecen de vivienda, esperan
respuestas concretas empezando por un cambio de actitud, indiferente cuando no
hostil, de algunos sectores de la sociedad».
- ¿Cuál
es nuestra actitud como cristianos ante esta problemática?. ¿Somos conscientes
de la suerte que tenemos en nuestro caso?. ¿Qué sentido tiene la especulación inmobiliaria
y la acumulación de patrimonio en nuestra sociedad de hoy?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario