Abrirnos a una nueva
vitalidad eclesial.
La crítica, sobre todo si es constructuva, siempre viene bien, es necesaria porque es útil para la reflexión, revisión de actitudes y propicia el cambio. Pero a veces... nos quedamos en ella, nos perdemos en ella y no sabemos ir más allá. Vivimos instalados constantemente en la sospecha y en la actitud del que se erije en juez emitiendo constantemente juicios y condenas. Otros, en reacción a esta actitud del que no habla sin el peñazo en la mano, se atrincheran en defensas numantinas de la Iglesia como si en realidad eso fuera necesario para su pervivencia.
Hay caminos mejores: Lejos de estar criticando o justificando en todo momento a la Iglesia, o de perdernos en debates estériles, lo que deberíamos es darle a nuestra pastoral un contenido eclesial vigoroso y empático desde lo que somos. Con signos discretos pero esperanzadores de una nueva vitalidad eclesial en estos tiempos revueltos. ¿Podría la palabra «iglesia» volver a resonar en nuestros labios como una palabra amable y que dejara un buen gusto en la boca después de ser pronunciada?. Y ello sin poner como condición previa e indispensable el hecho de que la Iglesia cambie. Nuestro afecto eclesial parece más condicionado que ningún otro afecto: «te amaré cuando seas totalmente otra, cuando seas sólo como a mi me place, cuando vea en ti un reflejo fiel de mi propia imagen». No debe gustarnos todo y totalmente de la Iglesia para amarla como a nuestra madre. A mí me duelen muchas cosas que tienen que ver con la Iglesia, pero hay un previo irrenunciable: es mi madre, y si no fuera por ella, mi fe sería un fraude, una gran sugestión, una idea bella que ni me trascendería ni me llevaría a Jesucristo y a su mensaje.
En busca de nuevas formas de "ser Iglesia".
Hay caminos mejores: Lejos de estar criticando o justificando en todo momento a la Iglesia, o de perdernos en debates estériles, lo que deberíamos es darle a nuestra pastoral un contenido eclesial vigoroso y empático desde lo que somos. Con signos discretos pero esperanzadores de una nueva vitalidad eclesial en estos tiempos revueltos. ¿Podría la palabra «iglesia» volver a resonar en nuestros labios como una palabra amable y que dejara un buen gusto en la boca después de ser pronunciada?. Y ello sin poner como condición previa e indispensable el hecho de que la Iglesia cambie. Nuestro afecto eclesial parece más condicionado que ningún otro afecto: «te amaré cuando seas totalmente otra, cuando seas sólo como a mi me place, cuando vea en ti un reflejo fiel de mi propia imagen». No debe gustarnos todo y totalmente de la Iglesia para amarla como a nuestra madre. A mí me duelen muchas cosas que tienen que ver con la Iglesia, pero hay un previo irrenunciable: es mi madre, y si no fuera por ella, mi fe sería un fraude, una gran sugestión, una idea bella que ni me trascendería ni me llevaría a Jesucristo y a su mensaje.
En busca de nuevas formas de "ser Iglesia".
Iniciativas
como el "Patio de los Gentiles" y la "Misión Metrópolis" pueden ser un signo
refrescante de una «nueva forma de ser iglesia», impulsada esta vez desde el
centro y no desde el margen. Un intento de salir del templo y de hacer más
grande y habitable el vestíbulo de la Iglesia; un lugar donde se pueden
producir encuentros más gratuitos y más francos. En el origen de estas
iniciativas no hay que buscar una estrategia para hacer adeptos, sino/un sincero intento de «diálogo con aquéllos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios
es desconocido y que, sin embargo, no
querrían quedarse simplemente sin Dios, sino acercarse a él al menos como Desconocido», como declaró el
Papa con ocasión de su visita a la
República Checa en septiembre de 2009.
Hay posibilidad de SER.
Hay posibilidad de SER.
Vivimos
un tiempo propenso a la conversión: sin la presión sociológica de una religión mayoritaria y sin los prejuicios que la
acompañan, algunos recuperan la fe dormida o
despiertan a una fe incipiente, con una gran vitalidad. Ahora
que cada vez tenemos menos que perder, nos da menos
miedo arriesgar lo poco que tenemos. Además, parece que nada se puede dar por hecho, que todo invita a la
imaginación creativa, a abrir caminos inexplorados, a arriesgar más, también,
con menos miedo. Empezamos a mirar
más al futuro que al pasado, más a las posibilidades que a las pérdidas. Pura psicología colectiva: estamos
en la fase terminal de un enorme salto
demográfico en el cuerpo eclesial, estamos asistiendo a la culminación de un doloroso proceso de
disminución; pero el proceso toca su
fin, y eso provoca al mismo tiempo un sentimiento de liberación notable.
Como a las familias que han acompañado durante un tiempo prolongado la enfermedad o la agonía de un ser
querido: el sentimiento de pérdida que
se produce en el momento definitivo de la muerte va acompañado de un
sentimiento de alivio porque ya ha cesado el sufrimiento y puede empezar a
elaborarse, una vez sanado, el recuerdo.
PARA LA VIDA:
PARA LA VIDA:
- ¿Coincides con este escrito en que "la crítica" es buena y necesaria?, ¿cuáles deben ser las cualidades de la crítica para que ésta sirva para ayudar a crecer y mejorar?.
- ¿Qué observas en tu ambiente de comunidad de base cristiana, parroquia, comunidad,... en relación con su forma de percibir y hablar de la Iglesia?. ¿Crees que esos hechos y actitudes que observas podrán ayudar a que la Iglesia sea cada vez mejor?; si no es así... ¿qué les sugerirías?.
- ¿Qué formas se te ocurren que podríamos hacer o llevar a la práctica para hacer realidad concreta lo que se expone en el apartado "Hay posibilidad de SER"?.
- ¿A qué te comprometes en tu comunidad de base cristiana, en tu parroquia, comunidad religiosa,... para construir Iglesia desde la coherencia contigo mismo y con la fe en Jesucristo y así concretar esas "posibilidades de SER"?.
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