El Papa
Francisco ha convocado a la Iglesia en este año a “tener la mirada fija en el
misterio de la misericordia”, que es la entraña misma de Dios, para dejar que
empape nuestra vida, transforme nuestro corazón y nos mueva a ser nosotros
también signo de su misericordia (MV 2-3).
Dice
José Laguna que la misericordia es “abrazar visceralmente, con las propias
entrañas, los sentimientos o la situación del otro”, un amor de absoluta
donación, que se vuelca sobre el otro, que desciende a su lugar para abrazar su
pobreza, cargarla sobre sí y socorrer su debilidad.
Este es el amor con el que Dios nos ama y que ha manifestado de forma radical en Jesús de Nazaret, identificado en el logo de este Jubileo con el samaritano de la parábola (Lc 10,25-37). En esta reflexión, queremos poner de relieve cómo la profundización en este “misterio de la misericordia” a la que nos invita el Papa puede iluminar y alimentar nuestro compromiso con la Justicia, la Paz y el cuidado de la Tierra, como señala el mismo Francisco en sus textos más significativos.
Este es el amor con el que Dios nos ama y que ha manifestado de forma radical en Jesús de Nazaret, identificado en el logo de este Jubileo con el samaritano de la parábola (Lc 10,25-37). En esta reflexión, queremos poner de relieve cómo la profundización en este “misterio de la misericordia” a la que nos invita el Papa puede iluminar y alimentar nuestro compromiso con la Justicia, la Paz y el cuidado de la Tierra, como señala el mismo Francisco en sus textos más significativos.
1. La
misericordia nos impulsa a luchar contra la globalización de la
indiferencia, a resistir la anestesia o
la sensación de impotencia que puede producir en nosotros la contemplación del
sufrimiento masivo de la humanidad. Francisco nos urge a tomar conciencia de nuestra
responsabilidad sobre nuestros hermanos y hermanas y a hacer de la solidaridad
un programa personal de vida y una cultura social (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2016). “Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del
mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privado de la dignidad, y
sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen
sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra
presencia, de nuestra amistad y fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro
y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante
para esconder la hipocresía y el egoísmo” (MV 15). A esto nos ha de llevar el
seguir a Dios en ese descenso solidario a “los abajos” de nuestra historia que
es la Encarnación.
2. La
misericordia nos lleva a comprometernos en el trabajo por la justicia y la
transformación social. La misericordia tiene también una vertiente estructural
imprescindible que la Doctrina Social de la Iglesia llama “caridad
política” y que el Papa recoge también
en su encíclica Laudato si´: “El amor es también civil y político y se
manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor
a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de
caridad, que no sólo afecta a las relaciones entre individuos, sino a las
macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas… Las
acciones comunitarias que buscan recrear un nuevo tejido social, que cuidan el
mundo y la vida de los más pobres, cuando expresan un amor que se entrega,
pueden convertirse en intensas experiencias espirituales” (LS 231 y 232).
3. La
misericordia nos compromete en el cuidado de la casa común, a vivir a solicitud
por la vida en todas sus formas y al reconocimiento de esa red interdependiente
que constituyen todas las criaturas: “Todo está relacionado y todos los seres
humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa
peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus
criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la
hermana luna, al hermano río y a la madre tierra” (LS 92). Toda la creación es
expresión de la misericordia que el Padre tiene con nosotros y hoy también
necesita de nuestra misericordia. Las criaturas de la Tierra son tan valiosas
que no podemos degradarlas convirtiéndolas sólo en objeto de nuestra voracidad.
Y sus recursos son tan imprescindibles para la vida que no podemos acapararlos
sólo para unos cuantos. La sobriedad y simplicidad de vida son, en verdad, una
forma de amor y de servicio a las criaturas y a nuestros hermanos/as más
vulnerables.
4. La
misericordia implica cultivar la no violencia y promover la reconciliación. “El
mundo contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos nuestros,
nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos
bandos” (Discurso del Papa Francisco ante el Congreso de EEUU). Lo estamos
viendo cada día y viviendo con más intensidad en estos últimos meses. Parece
que nuestras sociedades van cediendo cada vez más a la lógica del “o tú o yo”,
de los “buenos” y los “malos”, de la imposibilidad de vivir juntos los
diferentes y la aniquilación del adversario. El “otro” es un intruso o un
enemigo. En medio de todo ello, vivir la misericordia implica también
capacitarnos para con-vivir con los diferentes, superando prejuicios y
generalizaciones. Supone tratar de tender puentes por el acercamiento, el
encuentro y el difícil diálogo con quien es diferente y empeñarse en rehacer
“el vínculo humano”, tan deteriorado.
Con
todo ello, podremos prolongar en nuestras vidas la dinámica misericordiosa de
la Encarnación, que nos lleva a adentrarnos, acoger y “cargar con el peso de
nuestro tiempo” (Hanna Arendt) y con el de nuestros hermanos y hermanas,
entrañando sus heridas y fragilidades y tratando de sanarlas con nuestra
compasión, al modo de Dios.
Ana
Isabel González, mmb
Área de
Justicia y Solidaridad de CONFER.
Leer más: http://www.juspax-es.org/products/vivir-la-misericordia-en-el-trabajo-por-la-justicia-la-paz-y-la-integridad-de-la-creacion/
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