Un grupito de 12 personas, entre adultos y niños, nos dimos cita en el intercambiador de La Laguna para tomar la guagua 274 que nos llevaría al Mirador de Jardina donde nos apearíamos 25 minutos después de salir dicha guagua del punto de salida. El grupo “Xerco” –así nos llamamos- teníamos como objetivo hacer la ruta “Mirador de Jardina – Bº de La Alegría” caminando. Unos nos decían que el trayecto se hacía en 5 horas, otros que en 3 horas,… nosotros decidimos sencillamente ponernos a caminar y listo.
Presentación.
Es lo
primero que hacemos siempre antes de emprender la caminata. Nos hicimos la
“foto de familia” y luego nos presentamos unos a otros. Los niños, que se
conocen mejor que nadie cómo son nuestras dinámicas, explicaron lo que íbamos a
hacer:
- Dejar el sendero mejor de como lo encontráramos (para ello recogeríamos todas las basuras que halláramos por el camino metiéndola en bolsas que ya llevábamos preparadas).
- Conocernos unos a otros, así que para ello debíamos comunicarnos hablar todos con todos y así al menos al final de la actividad todos sabríamos los nombres de todos los miembros del grupo.
Nadie del
grupo había hecho antes esta ruta (ni siquiera el guía), pero nos dejamos
llevar por las informaciones halladas en internet y lo que Google Maps nos
aportaba. Total… se suponía que lo que queríamos era caminar por un ambiente
natural, así que… poco importaban los demás detalles.
No tardamos
en encontrarnos con las maravillas de la naturaleza: el verdor vivo de inmensidad
de plantas diferentes, algunas de ellas con sus flores abiertas al mundo, con
sus abejas y mariposas pululando de una a otra, las lagartijas corriendo entre
las rocas para esconderse interrumpiendo momentáneamente sus baños de sol, los
cantos de los pájaros silvestres cual música ambiental,… El marco: un cielo
azul precioso, un sol agradable y un frescor propio del momento del año digno
de agradecer; todo acompañaba el paseo en el que pronto se estableció la
comunicación de unos con otros así como señalábamos en el momento de la
presentación mientras íbamos llenando algunas de las bolsas de plástico con lo
que otros botaron o dejaron caer “sin querer” (vamos a decirlo así) en los
márgenes del sendero cuando no en pleno camino.
Hubo
quien tuvo algún problema con los pies… pero bueno… somos un equipo y en casos
así la solidaridad surgió por generación espontánea acompañando su paso, como
siempre sucede en este grupo.
Cuando ya
llevábamos casi tres horas de sendero… el cansancio ya se hizo notar y más de
uno y más de dos preguntaban ya: “¿Cuánto falta para llegar al Bº de La
Alegría?, ¿tenemos que volver al Mirador de Jardina después?,…”.
La llegada al embalse de Tahodio, ya casi vacío a pesar de las últimas lluvias, sirvió para reponer fuerzas, alimentarnos y compartir aquello que cada cual traía. Allí nos encontramos con un amable señor que nos ofreció agua para lavarnos las manos, nos habló de su medio de vida y unos quesos buenísimos que hacía él mismo gracias a unas cabras que él cuida. El resto de la ruta ya fue más sencillo hasta llegar a la parada de las guaguas en el bº de La Alegría.
¿Por qué somos así?.
Era la
pregunta de no pocos en el grupo cuando nos encontrábamos tanta basura: latas
de cerveza, botellas de agua de litro o pequeñas (de plástico, alguna de
cristal), muchas toallitas, colillas,… que era imposible meter en las 10 bolsas
grandes que llevábamos; cuanto más cercanos a la “civilización” más basura
había. De hecho, en el último kilómetro ya dejamos de recoger porque cada vez
ese volumen era mayor y ya no había dónde meter todo aquello.
¿Por qué
somos así?, ¿por qué maltratamos tanto nuestra Casa Común?, ¿cómo no somos capaces
de valorar el inmenso regalo que la naturaleza nos regala cada día?, ¿qué está
fallando en la EDUCACIÓN tanto en nuestras familias como en la escuela?, ¿qué
haría falta para darle la vuelta a esto?.
Algunos decían: “Si cada senderista llevara una bolsa y recogiera como hacemos nosotros las basuras que encontrara todos los senderos de nuestra isla estarían perfectos”. Otros decían: “No, de poco serviría mientras haya otros que boten toda esa basura incluso lejos del camino o escondida detrás de esos muritos que hemos hallado en algunos tramos del camino; es cuestión de EDUCAR, de que tomemos conciencia de lo que eso significa”.
Buen ejemplo.
Si por
los niños hubiera sido hubiéramos peinado hasta las laderas de la montaña pues
buscaban hasta la más pequeña muestra de contaminación del suelo para sacarla
de allí y meterla en nuestras bolsas que luego depositaríamos en los
contenedores cuando los halláramos.
Ellos, los niños, nos dieron una gran lección de amor, cariño y cuidado de ésta nuestra Casa Común.
También
sus padres y madres mostraron excelente sensibilidad hacia ese buen afán de sus
hijos felicitándoles, animándoles a seguir en esa actitud y también ajustando
el ímpetu de los niños para evitar que se metieran en lugares que pudieran
significar un peligro para su integridad física.
Buen
ejemplo es también el construido entre todos; logramos nuestro objetivo: dejar
el sendero mejor de como lo encontramos.
Ahora planteémonos: ¿Cómo dejar nuestro mundo mejor de como lo hallamos?, ¿cómo hacer eso en otras escalas: en nuestra casa, nuestro barrio, nuestra ciudad,…?. Nuestra estadía en este mundo no es casualidad: estamos aquí por algo y para algo.
Santi Catalán
santi257@gmail.com
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