Esther Vivas Esteve (Sabadell,1975) es una activista y
autora de diversos libros y publicaciones sobre movimientos sociales y consumo responsable. Ha participado
activamente en el movimiento antiglobalización y contra la guerra en Barcelona,
así como en distintas ediciones del Foro Social Mundial, el Foro Social Europeo y el Foro Social Catalán.
Las
personas sin hogar no son culpables de un fracaso personal sino víctimas de un
fracaso político e institucional.
No es
lo mismo la pobreza que ser pobre. Todos los partidos afirman querer acabar con
la pobreza, incluso aquéllos que con sus políticas la promueven. Decirlo da
rédito electoral. Los pobres, en cambio, molestan. Cuando con el inicio de la
crisis aumentaron las personas que buscaban comida en los contenedores de la
basura, el Ayuntamiento de Girona, por cierto presidido entonces por Carles
Puigdemont, decidió cerrar con candado buena parte de los contenedores donde
los supermercados tiraban las sobras.
La razón era que daba mala imagen que la gente buscara alimentos entre los desechos. El problema para algunos no es la pobreza sino los pobres.
La razón era que daba mala imagen que la gente buscara alimentos entre los desechos. El problema para algunos no es la pobreza sino los pobres.
Las
personas sin techo son el testimonio más duro, y visible, de esta pobreza
creciente, que a menudo se vive de puertas adentro, en silencio y con el único
apoyo de la familia. Abuelos que acaban pagando el piso, la comida y la ropa de
hijos y nietos. Las criaturas son las que más sufren las consecuencias. Una
criatura que crece pobre tiene pocas posibilidades de salir adelante. Según los
estudios, un 80% de los pequeños que hoy son pobres lo seguirán siendo de
adultos. Cada vez más, se nace pobre y se muere pobre.
En la
acampada de personas sin hogar de plaza Catalunya, que se autodenominaba Acampada
x Derechos, los afectados hablaban con voz propia. Son los invisibles, a quienes
se acusa de ser pobres porque quieren, de no tener interés en trabajar...
Personas golpeadas no sólo por la pobreza sino por los prejuicios. Son los
"nadie", que diría el poeta Eduardo Galeano. En ciudades de Brasil,
las personas sin hogar hace años que se organizan en movimientos sociales
propios. En Francia, en los 90 surgió un movimiento similar. Veremos aquí, qué
pasa.
La precariedad laboral, la falta de vivienda
accesible y de ingresos... son terreno fértil para que aumente la vulnerabilidad
y el número de personas sin hogar. Tener trabajo hoy, con salarios que a veces
no llegan ni a 500 euros, no es garantía de una vida digna, tener casa y llegar
a fin de mes. La línea entre la pobreza y la exclusión social es cada día más
estrecha. No se trata de acabar con los pobres, como algunos quisieran, sino de
acabar con la pobreza.
Recuperar
la dignidad.
Para
aquéllos que viven en la calle, recuperar la dignidad y la autonomía, ante un
sistema que les expulsa es fundamental. Como ha demostrado la Plataforma de
Afectados por la Hipoteca, o tantos otros movimientos de base, la lucha es el
mejor antídoto contra el desánimo, el estigma y la vergüenza.
A
menudo se piensa que hay recetas mágicas para acabar con el 'sinhogarismo',
pero no es así. Claro que se puede hacer más para paliar la situación de los
que viven en la calle, en particular desde la Administración, pero mientras no
se aborden las causas políticas que lo provocan todo lo que se hará será poner
tiritas.
Las
personas sin hogar no son culpables de un fracaso personal sino que son
víctimas de un fracaso político e institucional, donde la mayor parte de los
que gobiernan han renunciado a defender los derechos fundamentales de las
personas en beneficio de los grandes intereses privados.
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