Domingo
de Ramos – A (Mateo 26,14–27,66)
Evangelio
del 05 / Abr / 2020
Según
el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de él
y, riéndose de su sufrimiento, le hacían dos sugerencias sarcásticas: si eres
Hijo de Dios, «sálvate a ti mismo» y «bájate de la cruz».
Esa es
exactamente nuestra reacción ante el sufrimiento: salvarnos a nosotros mismos,
pensar solo en nuestro bienestar y, por consiguiente, evitar la cruz, pasarnos
la vida sorteando todo lo que nos puede hacer sufrir. ¿Será también Dios como
nosotros?. ¿Alguien que sólo piensa en sí mismo y en su felicidad?.
Jesús
no responde a la provocación de los que se burlan de él. No pronuncia palabra
alguna. No es el momento de dar explicaciones. Su respuesta es el silencio. Un
silencio que es respeto a quienes lo desprecian y, sobre todo, compasión y
amor.
Jesús
solo rompe su silencio para dirigirse a Dios con un grito desgarrador: «Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». No pide que lo salve bajándolo de
la cruz. Solo que no se oculte ni lo abandone en este momento de muerte y
sufrimiento extremo. Y Dios, su Padre, permanece en silencio.
Solo
escuchando hasta el fondo este silencio de Dios descubrimos algo de su
misterio. Dios no es un ser poderoso y triunfante, tranquilo y feliz, ajeno al
sufrimiento humano, sino un Dios callado, impotente y humillado, que sufre con
nosotros el dolor, la oscuridad y hasta la misma muerte.
Por
eso, al contemplar al Crucificado, nuestra reacción no puede ser de burla o
desprecio, sino de oración confiada y agradecida: «No te bajes de la cruz. No
nos dejes solos en nuestra aflicción. ¿De qué nos serviría un Dios que no
conociera nuestros sufrimientos?. ¿Quién nos podría entender?».
¿En
quién podrían esperar los torturados de tantas cárceles secretas?. ¿Dónde
podrían poner su esperanza tantas mujeres humilladas y violentadas sin defensa
alguna?. ¿A qué se agarrarían los enfermos crónicos y los moribundos?. ¿Quién
podría ofrecer consuelo a las víctimas de tantas guerras, terrorismos, hambres
y miserias?. No. No te bajes de la cruz, pues, si no te sentimos «crucificado»
junto a nosotros, nos veremos más «perdidos».
José
Antonio Pagola
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