5 Pascua – A (Juan 14,1-12)
Evangelio del 10 / May / 2020
Al final de la última cena, Jesús
comienza a despedirse de los suyos: ya no estará mucho tiempo con ellos. Los
discípulos quedan desconcertados y sobrecogidos.
Aunque no les habla claramente, todos intuyen que pronto la muerte lo arrebatará de su lado. ¿Qué será de ellos sin él?.
Aunque no les habla claramente, todos intuyen que pronto la muerte lo arrebatará de su lado. ¿Qué será de ellos sin él?.
Jesús los ve abatidos. Es el momento de
reafirmarlos en la fe, enseñándoles a creer en Dios de manera diferente: «Que
no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí». Han de seguir
confiando en Dios, pero en adelante han de creer también en él, pues es el
mejor camino para creer en Dios.
Jesús les descubre luego un horizonte
nuevo. Su muerte no ha de hacer naufragar su fe. En realidad, los deja para
encaminarse hacia el misterio del Padre. Pero no los olvidará. Seguirá pensando
en ellos. Les preparará un lugar en la casa del Padre y un día volverá para
llevárselos consigo. ¡Por fin estarán de nuevo juntos para siempre!.
A los discípulos se les hace difícil
creer algo tan grandioso. En su corazón se despiertan toda clase de dudas e
interrogantes. También a nosotros nos sucede algo parecido: ¿no es todo esto un
bello sueño?. ¿No es una ilusión engañosa?. ¿Quién nos puede garantizar semejante
destino?. Tomás, con su sentido realista de siempre, solo le hace una pregunta:
¿cómo podemos saber el camino que conduce al misterio de Dios?.
La respuesta de Jesús es un desafío
inesperado: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». No se conoce en la
historia de las religiones una afirmación tan audaz. Jesús se ofrece como el
camino que podemos recorrer para entrar en el misterio de un Dios Padre. Él nos
puede descubrir el secreto último de la existencia. Él nos puede comunicar la
vida plena que anhela el corazón humano.
Son hoy muchos los hombres y mujeres que
se han quedado sin caminos hacia Dios. No son ateos. Nunca han rechazado a Dios
de manera consciente. Ni ellos mismos saben si creen o no. Tal vez han dejado
la Iglesia porque no han encontrado en ella un camino atractivo para buscar con
gozo el misterio último de la vida que los creyentes llamamos «Dios».
Al abandonar la Iglesia, algunos han
abandonado al mismo tiempo a Jesús. Desde estas modestas líneas yo os quiero
decir algo que bastantes intuís. Jesús es más grande que la Iglesia. No
confundáis a Cristo con los cristianos. No confundáis su evangelio con nuestros
sermones. Aunque lo dejéis todo, no os quedéis sin Jesús. En él encontraréis el
camino, la verdad y la vida que nosotros no os hemos sabido mostrar. Jesús os
puede sorprender.
José Antonio Pagola
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