Una
viruta, un descubrimiento, extracción de una diminuta partícula de madera a un listón. La acción repetitiva afina las
destrezas, surge una habilidad desconocida que sensibiliza los dedos y suaviza
el pensamiento, aparece de súbito un mundo menos hostil, una oportunidad, un
paréntesis, un detente, un corte de formón que afina los recuerdos para
reinventar la niñez.
Recorremos con las manos y el entendimiento las mismas
líneas que siguieron nuestros ancestros y nuestra mirada se extiende de lo
artístico a lo social dejando atrás la competencia y el ansia de poseer, regalamos lo que hacemos. Transmitimos y rescatamos
el oficio perdido reivindicando a quienes honor merecen.
El sentido de la intuición
se despierta y hasta puede volverte
irreverente ante las costumbres y los formalismos por el simple “hecho a
mano”, sonríes más a menudo, tratas mejor a los demás. Durante la ejecución de la obra el tiempo
tiene un significado diferente, se utilizan las horas para el momento y se
pospone la necesidad de la culminación. Descubrimos que lo importante es lo que
está oculto bajo las capas fibrosas de la materia, y las destapamos con cuidado
y protección, como quien destapa una cebolla convirtiendo el medio en el fin.
Transitamos
alegres y concentrados con la madera descubierta y abierta tratando de hacer el
menor daño posible a sus fibras, trabajando donde hay menos resistencia.
Laboramos alrededor del material como quien recorre una parcela silvestre antes
de sembrar, descubrimos donde debemos
cavar, haciéndonos tolerantes y
entendiendo la paciencia de otro modo, nos
volvemos ecológicos.
En las horas de taller, reunidos por nuestra propia
voluntad, entendemos que las herramientas no tienen caducidad, son
generacionales y hereditarias, surgirá en el camino la necesidad de transmitir
los conocimientos. En el día a día los
que éramos desconocidos nos hermanamos
en el oficio y nos cubrimos del espíritu artístico que no tiene
principio ni final, pero que seguramente hace a los hombres y mujeres de esta
tierra mejores ciudadanos, igualitarios en el desempeño del taller
democratizamos nuestro desempeño familiar y colectivo. Pulimos nuestras asperezas
y compartimos las herramientas y conocimientos haciéndonos generosos,
desapareciendo los prejuicios y sumando voluntades para contribuir a hacer un
mundo mejor y habitable para todos los seres vivos, incluyendo en nuestro caso fundamental a los árboles del
bosque, que nos dan su vida para elevar nuestros espíritus.
Gracias
Rosi y Santi, de Justicia y Paz, por la invitación a escribir estas reflexiones
y honrarnos con su visita a la Tercera Exposición de Artes y Oficios del Centro
Ciudadano de San Jerónimo, Taco,
Tenerife, donde participamos como la “Asociación Cultural Mazo y Gubia” creada para la protección y proyección del
arte de la talla de la madera.
Pedro
Alberto Galindo Chagín
Monitor
de Talla de Madera
Santa
Cruz de Tenerife, 21 de mayo de 2014
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