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Tiempo ordinario – C (Lc 19,1-10)
Evangelio
del 3 / Nov / 2019
Jesús
alerta con frecuencia sobre el riesgo de quedar atrapados por la atracción
irresistible del dinero. El deseo insaciable de bienestar material puede echar
a perder la vida de una persona. No hace falta ser muy rico.
Quien vive esclavo del dinero termina encerrado en sí mismo. Los demás no cuentan. Según Jesús, «donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón».
Quien vive esclavo del dinero termina encerrado en sí mismo. Los demás no cuentan. Según Jesús, «donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón».
Esta
visión del peligro deshumanizador del dinero no es un recurso del Profeta
indignado de Galilea. Diferentes estudios analizan el poder del dinero como una
fuerza ligada a pulsiones profundas de autoprotección, búsqueda de seguridad y
miedo a la caducidad de nuestra existencia.
Para
Jesús, la atracción del dinero no es una especie de enfermedad incurable. Es
posible liberarse de su esclavitud y empezar una vida más sana. El rico no es
«un caso perdido». Es muy esclarecedor el relato de Lucas sobre el encuentro de
Jesús con un hombre rico de Jericó.
Al
atravesar la ciudad, Jesús se encuentra con una escena curiosa. Un hombre de
pequeña estatura ha subido a una higuera para poder verlo de cerca. No es un
desconocido. Se trata de un rico, poderoso jefe de recaudadores. Para la gente
de Jericó, un ser despreciable, un recaudador corrupto y sin escrúpulos. Para
los sectores religiosos, «un pecador» sin conversión posible, excluido de toda
salvación.
Sin
embargo, Jesús le hace una propuesta sorprendente: «Zaqueo, baja en seguida
porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Jesús quiere ser acogido en su casa
de pecador, en el mundo de dinero y de poder de este hombre despreciado por
todos. Zaqueo bajó enseguida y lo recibió con alegría. No tiene miedo de dejar
entrar en su vida al defensor de los pobres.
Lucas
no explica lo que sucedió en aquella casa. Solo dice que el contacto con Jesús
transforma radicalmente al rico Zaqueo. Su compromiso es firme. En adelante
pensará en los pobres: compartirá con ellos sus bienes. Recordará también a las
víctimas de las que ha abusado: les devolverá con creces lo robado. Jesús ha
introducido en su vida justicia y amor solidario.
El
relato concluye con unas palabras admirables de Jesús: «Hoy ha entrado la
salvación en esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo
del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». También los
ricos se pueden convertir. Con Jesús todo es posible. No lo hemos de olvidar
nadie. Él ha venido para buscar y salvar lo que nosotros podemos estar echando
a perder. Para Jesús no hay casos perdidos.
José
Antonio Pagola
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