martes, 19 de septiembre de 2023

Educar para la paz

Cada 21 de septiembre celebramos elDía internacional de la paz. Su finalidad es impulsarnos a adoptar un compromiso real con la paz: con hechos, actitudes, pensamientos y palabras a favor de la paz allá donde nos encontremos y con quien estemos.

Cada año el Papa Francisco, como anteriormente hicieron Benedicto XVI, Juan Pablo II y Pablo VI, han insistido en algunas claves esenciales para que pueda haber paz:

Ya en el mensaje que Pablo VI compuso para el año 1968 decía esto: “una nueva pedagogía debe educar las nuevas generaciones en el mutuo respeto de las Naciones, en la hermandad de los Pueblos, en la colaboración de las gentes entre sí y también respecto a su progreso y desarrollo”.

El Papa Juan XXIII en 1963 decía al respecto: “es preciso suscitar en los hombres de nuestro tiempo y de las generaciones futuras el sentido y el amor de la Paz fundada sobre la verdad, sobre la justicia, sobre la libertad, sobre el amor” (cfr. Pacem in terris).

Bastaría con leer los rótulos que los distintos papas han dado a sus “Mensajes para la paz”, publicados cada año en su primer día, para descubrir cuáles son las claves esenciales para vivir la paz, además de las que Juan XXIII señala en la Pacem in Terris: promoción de los Derechos Humanos, buscar la reconciliación, el perdón, entender al otro como hermano, defender la vida, evitar toda violencia, practicar la verdad, el diálogo, solidaridad, respeto a las minorías, respeto a la conciencia de cada ser humano, libertad religiosa, salir al encuentro de los pobres, cuidar la familia, proteger la Creación, conversión ecológica, vencer la indiferencia, buena política, diálogo de civilizaciones, educación, trabajo digno,…

La justicia, la clave maestra.

Es la ausencia de justicia, de fraternidad, solidaridad,… para con el otro lo que provoca la violencia cuando se le mira con afán de dominio y sometimiento; los argumentos o la lógica de la razón ceden ante el impulso irracional de la violencia a través de todos sus métodos y formas en tal de doblegar al otro.

Es la ausencia de justicia para con el otro bien para anularle y convertirle en un simple monigote o bien para robarle, expoliarle y dejarle en la miseria; negándole la condición humana y por lo tanto de los medios para desarrollarse como tal.

Es la ausencia de justicia para con uno mismo que lleva a sentirse menospreciado, descuidado, abandonado, carente de valor y por lo tanto a merced de cualquier impulso que lleve a mayor destrucción: alcoholismo, drogadicción, ludopatías,... acabando por creerse inferior a los demás y a justificar la violencia de los demás sobre uno mismo, el sometimiento a las modas, a priorizar el culto de la imagen sobre la esencia, dar el poder total a la opinión ajena aparcando la propia,...

Es la ausencia de justicia para con el medio natural y con los pueblos empobrecidos por la usura de unos pocos que lleva al expolio, destrucción de hábitats, destrucción y desaparición de especies animales y vegetales, desertización progresiva, aceleración del cambio climático, a las guerras,… como si se quisiera negar que este planeta, entero, es Casa Común de toda la humanidad llamada a vivir en armonía, a ser protectora, cuidadora de toda la naturaleza, de la que el ser humano forma parte, igual que de sí misma.

Educar para la paz.

Es tarea nuestra: de cada cual, de cada familia, de las entidades educativas, de las comunidades cristianas, congregaciones religiosas, partidos políticos, sindicatos y asociaciones de vecinos. Todos, absolutamente todos somos imprescindibles en esta labor si queremos transformar las enormes muestras de violencia que se observan entre las personas y también entre el ser humano y el medio natural.

En lo personal:

Démonos a nosotros mismos el valor, la estima, el respeto y cuidado que merecemos y necesitamos pues si el otro es PERSONA también lo somos todos y cada uno, también yo soy persona y mi persona es acreedora por lo tanto a toda su dignidad y valor sagrados.

En lo interpersonal:

Demos al otro ese mismo valor: respeto, tolerancia, solidaridad,... no por piedad ni lástima sino porque "el otro es otro yo" y es justo que pueda contar con aquello que le permita ser plenamente él/ella mismo/a y con capacidad de desarrollarse plenamente como persona en el perfecto uso de sus derechos y deberes en la sociedad.

En las relaciones internacionales:

Y si transladamos esto al ámbito internacional y a las relaciones entre los pueblos veremos que está plenamente justificada la constante llamada de la Doctrina Social de la Iglesia, la cual proclama con contundencia que "no podrá haber paz sin justicia".

Por lo tanto... todas y cada una de las personas estamos llamadas a trabajar por esa justicia empezando siempre por nosotros mismos y sin desatender rincón alguno de nuestro mundo:

  1. Translademos sin complejos estas propuestas cada cual a su ámbito de compromiso social, eclesial o militancia política (por poner un ejemplo: erradiquemos de una vez la tediosa dinámica de convertir los procesos electorales en una batalla de insultos, burlas y vejaciones de unos contra otros –eso que algunos llamaron “jarabe democrático”-, ya sólo con eso ganaríamos mucho todos).
  2. Hagamos propuestas a nuestro gobernantes municipales, autonómicos,… que erradiquen la pobreza, la exclusión social, los delitos de odio,… cualquier violencia (no sólo la de género) porque es con cualquiera que se destruye la armonía social.
  3. Promovamos también en todos los ámbitos un profundo respeto y cuidado de la naturaleza evitando los males que nos han llevado al punto en el ahora nos encontramos y podamos prevenir males mayores (tenemos el ejemplo de diócesis que llevan tiempo ya elaborando programas muy bien fundamentados para el cuidado de la Casa Común y tenemos el apoyo de la C.E.E. que nos insta a incluir en la Catequesis la “Conciencia ecológica”).

Santi Catalán
santi257@gmail.com
601197734

Para trabajar el tema en la familia o en los centros docentes:

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