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Tiempo ordinario – C (Lc 9,51-62)
Evangelio
del 30 / Jun / 2019
Jesús
emprende con decisión su marcha hacia Jerusalén. Sabe el peligro que corre en
la capital, pero nada lo detiene. Su vida solo tiene un objetivo: anunciar y
promover el proyecto del reino de Dios. La marcha comienza mal: los samaritanos
lo rechazan. Está acostumbrado: lo mismo le ha sucedido en su pueblo de
Nazaret.
Jesús
sabe que no es fácil acompañarlo en su vida de profeta itinerante. No puede
ofrecer a sus seguidores la seguridad y el prestigio que pueden prometer los
letrados de la ley a sus discípulos. Jesús no engaña a nadie. Quienes lo
quieran seguir tendrán que aprender a vivir como él.
Mientras
van de camino, se le acerca un desconocido. Se le ve entusiasmado: «Te seguiré
adonde vayas». Antes que nada, Jesús le hace ver que no espere de él seguridad,
ventajas ni bienestar. Él mismo «no tiene dónde reclinar su cabeza». No tiene
casa, come lo que le ofrecen, duerme donde puede.
No nos
engañemos. El gran obstáculo que nos impide hoy a muchos cristianos seguir de
verdad a Jesús es el bienestar en el que vivimos instalados. Nos da miedo
tomarlo en serio porque sabemos que nos exigiría vivir de manera más generosa y
solidaria. Somos esclavos de nuestro pequeño bienestar. Tal vez, las crisis
económicas nos podrían hacer más humanos y más cristianos.
Otro
pide a Jesús que le deje ir a enterrar a su padre antes de seguirlo. Jesús le
responde con un juego de palabras provocativo y enigmático: «Deja que los
muertos entierren a sus muertos, tú vete a anunciar el reino de Dios». Estas
palabras desconcertantes cuestionan nuestro estilo convencional de vivir.
Hemos
de ensanchar el horizonte en el que nos movemos. La familia no lo es todo. Hay
algo más importante. Si nos decidimos a seguir a Jesús, hemos de pensar también
en la familia humana: nadie debería vivir sin hogar, sin patria, sin papeles,
sin derechos. Todos podemos hacer algo más por un mundo justo y fraterno.
Otro
está dispuesto a seguirlo, pero antes se quiere despedir de su familia. Jesús
le sorprende con estas palabras: «El que echa mano al arado y sigue mirando
atrás no es apto para el reino de Dios». Colaborar en el proyecto de Jesús
exige dedicación total, mirar hacia adelante sin distraernos, caminar hacia el
futuro sin encerrarnos en el pasado.
El papa
Francisco nos ha advertido de algo que está pasando hoy en la Iglesia: «Tenemos
miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, sacándonos de nuestros
horizontes, con frecuencia limitados, cerrados y egoístas, para abrirnos a los
suyos».
José
Antonio Pagola
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