Ascensión del Señor – A (Mateo 28,16-20)
Evangelio del 24 / may / 2020
Mateo describe la despedida de Jesús
trazando las líneas de fuerza que han de orientar para siempre a sus
discípulos, los rasgos que han de marcar a su Iglesia para cumplir fielmente su
misión.
El punto de arranque es Galilea. Ahí los
convoca Jesús. La resurrección no los ha de llevar a olvidar lo vivido con él
en Galilea. Allí le han escuchado hablar de Dios con parábolas conmovedoras.
Allí lo han visto aliviando el sufrimiento, ofreciendo el perdón de Dios y
acogiendo a los más olvidados. Es esto precisamente lo que han de seguir
transmitiendo.
Entre los discípulos que rodean a Jesús
resucitado hay «creyentes» y hay quienes «vacilan». El narrador es realista.
Los discípulos «se postran». Sin duda quieren creer, pero en algunos se
despierta la duda y la indecisión. Tal vez están asustados, no pueden captar
todo lo que aquello significa. Mateo conoce la fe frágil de las comunidades
cristianas. Si no contaran con Jesús, pronto se apagaría.
Jesús «se acerca» y entra en contacto
con ellos. Él tiene la fuerza y el poder que a ellos les falta. El Resucitado
ha recibido del Padre la autoridad del Hijo de Dios con «pleno poder en el
cielo y en la tierra». Si se apoyan en él no vacilarán.
Jesús les indica con toda precisión cuál
ha de ser su misión. No es propiamente «enseñar doctrina», no es sólo «anunciar
al Resucitado». Sin duda, los discípulos de Jesús habrán de cuidar diversos
aspectos: «dar testimonio del Resucitado», «proclamar el evangelio», «implantar
comunidades»… pero todo estará finalmente orientado a un objetivo: «hacer
discípulos» de Jesús.
Esta es nuestra misión: hacer
«seguidores» de Jesús que conozcan su mensaje, sintonicen con su proyecto,
aprendan a vivir como él y reproduzcan hoy su presencia en el mundo.
Actividades tan fundamentales como el bautismo, compromiso de adhesión a Jesús,
y la enseñanza de «todo lo mandado» por él son vías para aprender a ser sus
discípulos. Jesús les promete su presencia y ayuda constante. No estarán solos
ni desamparados. Ni aunque sean pocos. Ni aunque sean solo dos o tres.
Así es la comunidad cristiana. La fuerza
del Resucitado la sostiene con su Espíritu. Todo está orientado a aprender y
enseñar a vivir como Jesús y desde Jesús. Él sigue vivo en sus comunidades.
Sigue con nosotros y entre nosotros curando, perdonando, acogiendo… salvando.
José Antonio Pagola
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