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Pascua – C (Jn 13,31-33.34-35)
Evangelio
del 19 - May - 2019
Es la
víspera de su ejecución. Jesús está celebrando la última cena con los suyos.
Acaba de lavar los pies a sus discípulos. Judas ha tomado ya su trágica
decisión, y después de tomar el último bocado de manos de Jesús, se ha marchado
a hacer su trabajo. Jesús dice en voz alta lo que todos están sintiendo: «Hijos
míos, ya no estaré con vosotros por mucho tiempo».
Les
habla con ternura. Quiere que queden gravados en su corazón sus últimos gestos
y palabras.
«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que os conocerán todos que sois mis discípulos será que os amáis unos a otros». Este es el testamento de Jesús.
«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que os conocerán todos que sois mis discípulos será que os amáis unos a otros». Este es el testamento de Jesús.
Jesús
habla de un «mandamiento nuevo». ¿Dónde está la novedad?. La consigna de amar al
prójimo está ya presente en la tradición bíblica. También los filósofos griegos
hablan de filantropía y de amor a todo ser humano. La novedad está en la forma
de amar propia de Jesús: «amaos como yo os he amado». Así se irá difundiendo a
través de sus seguidores su estilo de amar.
Lo
primero que los discípulos han experimentado es que Jesús los ha amado como a
amigos: «No os llamo siervos… a vosotros os he llamado amigos». En la Iglesia
nos hemos de querer sencillamente como amigos y amigas. Y entre amigos se cuida
la igualdad, la cercanía y el apoyo mutuo. Nadie está por encima de nadie.
Ningún amigo es señor de sus amigos.
Por
eso, Jesús corta de raíz las ambiciones de sus discípulos cuando los ve
discutiendo por ser los primeros. La búsqueda de protagonismos interesados
rompe la amistad y la comunión. Jesús les recuerda su estilo: «no he venido a
ser servido sino a servir». Entre amigos nadie se ha de imponer. Todos han de
estar dispuestos a servir y colaborar.
Esta
amistad vivida por los seguidores de Jesús no genera una comunidad cerrada. Al
contrario, el clima cordial y amable que se vive entre ellos los dispone a
acoger a quienes necesitan acogida y amistad. Jesús les ha enseñado a comer con
pecadores y con gentes excluidas y despreciadas. Les ha reñido por apartar a
los niños. En la comunidad de Jesús no estorban los pequeños sino los grandes.
Un día,
Jesús llamó a los doce, puso a un niño en medio de ellos, lo estrechó entre sus
brazos y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a
mí». En la Iglesia querida por Jesús, los más pequeños, frágiles y vulnerables
han de estar en el centro de la atención y los cuidados de todos.
José
Antonio Pagola
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