Ascensión
del Señor – C (Lc 24,46-54)
Evangelio
del 02 / Jun / 2019
Son los
últimos momentos de Jesús con los suyos. Enseguida los dejará para entrar
definitivamente en el misterio del Padre. Ya no los podrá acompañar por los
caminos del mundo como lo ha hecho en Galilea. Su presencia no podrá ser
sustituida por nadie.
Jesús
solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la
misericordia de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha
de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que
Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta
Buena Noticia?.
Según
el relato de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco en
doctores o teólogos. Quiere dejar en la tierra «testigos». Esto es lo primero:
«Vosotros sois testigos de estas cosas». Serán los testigos de Jesús los que
comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida
trabajando por un mundo más humano.
Pero
Jesús conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes. ¿Dónde encontrarán
la audacia para ser testigos de alguien que ha sido crucificado por el
representante del Imperio y los dirigentes del Templo?. Jesús los tranquiliza:
«Yo os enviaré el don prometido por mi Padre». No les va a faltar la «fuerza de
lo alto». El Espíritu de Dios los defenderá.
Para
expresar gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe su
partida de este mundo de manera sorprendente: Jesús vuelve al Padre levantando
sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el
misterio insondable de Dios, y sobre el mundo desciende su bendición.
A los
cristianos se nos ha olvidado que somos portadores de la bendición de Jesús.
Nuestra primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios, mantener viva la
esperanza, no rendirnos ante el poder del mal. Este mundo que a veces parece un
“infierno maldito” no está perdido. Dios lo mira con ternura y compasión.
También
hoy es posible, hacer el bien, difundir bondad. Es posible trabajar por un
mundo más humano y una convivencia más sana. Podemos ser más solidarios y menos
egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero. La misma crisis económica
nos puede llevar a buscar con urgencia una sociedad menos corrupta.
Jesús
es una bendición y la gente lo tiene que saber. Lo primero es promover una «pastoral
de la bondad». Nos hemos de sentir testigos y profetas de ese Jesús que pasó su
vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de
Galilea la esperanza en un Dios Bueno y Salvador. Jesús es una bendición y la
gente lo tiene que conocer.
José
Antonio Pagola
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