sábado, 25 de mayo de 2019

Sí a la política


Los diccionarios dicen del término “política”:
1. Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados.
2. Actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad o a un país.

Dejando aparte lo injusto de nuestro sistema electoral (Ley D’Hondt) que premia el valor de las candidaturas más votadas y castiga las menos votadas concediendo muchos más escaños a las primeras que a la segundas (aunque la diferencia real de votos sea mucho menor) y también lo injusto de que valga más un voto de alguien que vive en poblaciones pequeñas que el que emite alguien desde una gran urbe… (cuando en realidad toda persona tiene idéntico valor al de cualquier otra persona, sean cuales sean sus circunstancias)… hay cuestiones de fondo que nos deben hacer pensar a toda la ciudadanía y sobre todo a quienes dicen dedicarse a la política para servir a la ciudadanía.
La definición con la que abríamos este artículo (escueta y simple pero suficiente para lo que queremos destacar) nos da detalle de lo que es o debiera ser el ejercicio de la política (nos remitimos sobre todo a la 2ª acepción):
  1. Destinada al gobierno de los asuntos que tienen que ver con una sociedad completa, una comunidad autónoma completa, un país entero.
    • Ello tiene varias implicaciones:
      • No es sólo para los simpatizantes o amigos.
      • No es sólo para los que comulgan con tal o cual cuerda ideológica.
      • Es para toda la ciudadanía, incluso para quienes no piensan igual que los que gobiernan.
  2. Se refiere también a todos los “asuntos” de esa ciudadanía, lo cual implica:
    • Sus necesidades, sean las que sean (trabajo, formación, salud, integración social, vivienda,…).
    • Sus intereses legítimos orientados al bien común.
    • El respeto absoluto a la legalidad vigente, máxime la relacionada con el bien común (la corrupción en cualquiera de sus formas y gravedad… es algo de lo que no debiera haber ni sospecha siquiera; la corrupción es la práctica opuesta a la voluntad de atender al bien común).
    • La equitatividad y justicia igual para todos (lo que es delito para unos es delito para todos los demás también).
Derechos Humanos, en la base de todo ejercicio político.

Si hay algo en lo que todos los partidos políticos y todos los gobiernos (sean del signo ideológico que sean) necesitan o debieran estar de acuerdo es en “garantizar el cumplimiento absoluto de los Derechos Humanos más elementales, empezando por:
  1. Derecho a la vida de todo ser humano (también de los no-nacidos) y una vida digna de cualquier persona fueren cuales fueren sus circunstancias.
  2. Derecho a un trabajo decente (cuyas características básicas son: suficiente, igualitario sin distinción de sexos, en condiciones de salubridad y seguridad óptimas, en proporción equitativa con los tiempos de descanso, ocio y relaciones familiares).
  3. Derecho a una vivienda digna (que permita el descanso, intimidad, necesidades de aseo y protección ante cualquier inclemencia de las personas que la habiten).
  4. Derecho a la salud accesible para todos y en función de sus necesidades reales, no del poder adquisitivo.
  5. Derecho a la educación gratuita desde la Infantil hasta el primer año de Universidad.
Debiera darse un consenso absoluto entre todas las formaciones políticas, el gobierno del Estado y de las Comunidades Autónomas de tal manera que se garantizaran al menos estos derechos humanos y se articularan todas las estrategias, se tomaran todas las medidas necesarias y medios para lograr su cumplimiento en todos los rincones de este país al que llamamos España.
A partir de ahí ya pueden entrar en todo lo que quieran pero sin restar ni un ápice de lo que es lo esencial. Y mientras lo esencial no esté garantizado y llevándose a cabo… por favor… no olviden jamás que “están ahí sus señorías para SERVIR al BIEN COMÚN de toda la ciudadanía y en especial para garantizar que lo que es básico, elemental y urgente PARA TODOS Y TODAS sea una realidad y no un discurso para ganar votos antes de apoltronarse en el poder”.

El Bien Común, ésa es la clave.

Sería todo un cuento de hadas hecho realidad que tras los resultados de unos comicios como éstos de este último mes se decidiera “formar un gobierno en el que estuvieran representadas todas las fuerzas políticas de acuerdo con los votos reales que han recibido todas ellas (decimos bien: “gobierno”, no únicamente representación parlamentaria) y no según la Ley D’Hondt.
¿Qué frutos traería llevar eso a la práctica?. Tenemos nuestras ideas al respecto pero sospechamos que muy probablemente parecerían una simple continuación de ese cuento.

Sería deseable al menos:
  1. Que cuando se planteen propuestas éstas estén orientadas al bien común y especialmente de los colectivos y personas que más ayuda necesiten.
  2. Garantizar los Derechos Humanos para toda la ciudadanía.
  3. Que la “oposición” se ocupe más de analizar críticamente esas propuestas aportando enmiendas que las mejoren mucho más que en evitar por sistema y razones ideológicas que ese nuevo gobierno las saque adelante.
  4. No se trata de desgastar al gobierno para que quede en descrédito sino de lograr que la sociedad completa del país halle estabilidad y prospere en todos los ámbitos de su cotidianidad: salud, empleo, vivienda, educación, cultura,…
  5. Que todas las políticas que se pongan en marcha busquen en primer lugar afrontar y solucionar los problemas reales, básicos, que sufre el conjunto de la sociedad, no en buscar cortinas de humo para distraer a la opinión pública (por desgracia es esto segundo lo que hasta ahora viene sucediendo).
  6. .…
En fin, quizás esto es demasiado pedir también y no deje de ser sino un cuento más.

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