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Cuaresma – C (Lc 4,1-13)
Evangelio
del 10 / Mar / 2019
Las
primeras generaciones cristianas se interesaron mucho por las pruebas que tuvo
que superar Jesús para mantenerse fiel a Dios y para vivir siempre colaborando
en su proyecto de una vida más humana y digna para todos.
El
relato de las tentaciones de Jesús no es un episodio aislado, que acontece en
un momento y en un lugar determinado. Lucas nos advierte que, al terminar estas
tentaciones «el demonio se marchó hasta otra ocasión». Las tentaciones volverán
en la vida de Jesús y en la de sus seguidores.
Por
eso, los evangelistas colocan el relato antes de narrar la actividad profética
de Jesús. Sus seguidores han de conocer bien estas tentaciones desde el
comienzo, pues son las mismas que ellos tendrán que superar a lo largo de los
siglos si no quieren desviarse de él.
En la
primera tentación se habla de pan. Jesús se resiste a utilizar a Dios para
saciar su propia hambre: «no sólo de pan vive el hombre». Lo primero para Jesús
es buscar el reino de Dios y su justicia: que haya pan para todos. Por eso
acudirá un día a Dios, pero será para alimentar a una muchedumbre hambrienta.
También
hoy nuestra tentación es pensar solo en nuestro pan y preocuparnos
exclusivamente de nuestra crisis. Nos desviamos de Jesús cuando nos creemos con
derecho a tenerlo todo, y olvidamos el drama, los miedos y sufrimientos de
quienes carecen de casi todo.
En la
segunda tentación se habla de poder y de gloria. Jesús renuncia a todo eso. No
se postrará ante el diablo que le ofrece el imperio sobre todos los reinos del
mundo. Jesús no buscará nunca ser servido sino servir.
También
hoy se despierta en algunos cristianos la tentación de mantener, como sea, el
poder que ha tenido la Iglesia en tiempos pasados. Nos desviamos de Jesús
cuando presionamos las conciencias tratando de imponer a la fuerza nuestras
creencias. Al reino de Dios le abrimos caminos cuando trabajamos por un mundo
más compasivo y solidario.
En la
tercera tentación se le propone a Jesús que descienda de manera grandiosa ante
el pueblo, sostenido por los ángeles de Dios. Jesús no se dejará engañar.
Aunque se lo pidan, no hará nunca un signo espectacular del cielo. Se dedicará
a hacer signos de bondad para aliviar el sufrimiento y las dolencias de la
gente.
Nos
desviamos de Jesús cuando confundimos nuestra propia ostentación con la gloria
de Dios. Nuestra exhibición no revela la grandeza de Dios. Sólo una vida de
servicio humilde a los necesitados manifiesta y difunde su Amor.
José
Antonio Pagola
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