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Tiempo ordinario – C (Lc 11,1-13)
Evangelio
del 28 / Jul / 2019
«Yo os
digo: Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá». Es
fácil que Jesús haya pronunciado estas palabras cuando se movía por las aldeas
de Galilea pidiendo algo de comer, buscando acogida y llamando a la puerta de
los vecinos.
Él sabía aprovechar las experiencias más sencillas de la vida para despertar la confianza de sus seguidores en el Padre Bueno de todos.
Él sabía aprovechar las experiencias más sencillas de la vida para despertar la confianza de sus seguidores en el Padre Bueno de todos.
Curiosamente,
en ningún momento se nos dice qué hemos de pedir o buscar ni a qué puerta hemos
de llamar. Lo importante para Jesús es la actitud. Ante el Padre hemos de vivir
como pobres que piden lo que necesitan para vivir, como perdidos que buscan el
camino que no conocen bien, como desvalidos que llaman a la puerta de Dios.
Las
tres llamadas de Jesús nos invitan a despertar la confianza en el Padre, pero
lo hacen con matices diferentes. «Pedir» es la actitud propia del pobre. A Dios
hemos de pedir lo que no nos podemos dar a nosotros mismos: el aliento de la
vida, el perdón, la paz interior, la salvación. «Buscar» no es sólo pedir. Es,
además, dar pasos para conseguir lo que no está a nuestro alcance. Así hemos de
buscar ante todo el reino de Dios y su justicia: un mundo más humano y digno
para todos. «Llamar» es dar golpes a la puerta, insistir, gritar a Dios cuando
lo sentimos lejos.
La
confianza de Jesús en el Padre es absoluta. Quiere que sus seguidores no lo
olviden nunca: el que pide, está recibiendo; el que busca está encontrando y al
que llama, se le abre. Jesús no dice qué reciben concretamente los que están
pidiendo, qué encuentran lo que andan buscando o qué alcanzan los que gritan.
Su promesa es otra: a quienes confían en él Dios se les da; quienes acuden a él
reciben «cosas buenas».
Jesús
no da explicaciones complicadas. Pone tres ejemplos que pueden entender los
padres y las madres de todos los tiempos. ¿Qué padre o qué madre, cuando el
hijo le pide una hogaza de pan, le da una piedra de forma redonda como las que
pueden ver por los caminos?. ¿O, si le pide un pez, le dará una de esas culebras
de agua que a veces aparecen en las redes de pesca?. ¿O, si le pide un huevo, le
dará un escorpión apelotonado de los que se ven por la orilla del lago?.
Los
padres no se burlan de sus hijos. No los engañan ni les dan algo que pueda
hacerles daño sino «cosas buenas». Jesús saca rápidamente la conclusión.
«Cuánto más vuestro Padre del cielo dará su Espíritu a los que se lo pidan».
Para Jesús, lo mejor que podemos pedir y recibir de Dios es su Aliento, su
Espíritu, su Amor que sostiene y salva nuestra vida.
José
Antonio Pagola
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