Papa
Francisco a los capellanes y voluntarios de ‘Stella Maris’.
Apostolado
del mar.
(ZENIT-
27 junio 2019).- “Vuestro servicio a los marineros y pescadores es, sobre todo,
escucharlos, escuchar sus preocupaciones materiales y espirituales.
‘La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores'” (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 171), expuso el Papa Francisco.
‘La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores'” (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 171), expuso el Papa Francisco.
El 27
de junio de 2019, el Santo Padre se reunió en audiencia con los participantes
en el encuentro de capellanes y voluntarios de Stella Maris- Apostolado del
Mar, las personas que trabajan en los puertos europeos y están al servicio de
la gente de mar y de los pescadores.
Según
señaló el Papa en su discurso, el apostolado de Stella Maris está presente en
más de 300 puertos del todo el mundo y ofrece asistencia espiritual y material
a marineros, pescadores y sus familias.
El Pontífice resaltó la importancia de la industria marítima y la gente del mar para la economía y el sustento de la sociedad mundial y pidió a los presentes que transmitieran a pescadores y marineros “mi aprecio y mi aliento”.
Asimismo,
describió que la vida de estos profesionales está marcada por el aislamiento y
la lejanía y también por el abuso y la injusticia (traficantes de personas,
chantajes de trabajo forzoso, salarios no cobrados, abandono en puertos
lejanos), por los peligros de la naturaleza y por los ataques de la piratería y
del terrorismo.
Es por
ello que los capellanes y voluntarios de Stella Maris en sus visitas a los
barcos deben dirigirse a estas personas “con compasión y discreción, les dais
la oportunidad de abrir sus corazones, y esto es lo primero, muy valioso,
especialmente para las personas que tienen muy pocas oportunidades de hacerlo”,
explicó Francisco.
Después de la escucha, el Papa exhortó a los miembros de este apostolado marítimo a la acción, a esforzarse para abordar los problemas que estas personas enfrentan: “Pienso en la trata de seres humanos, el trabajo forzado y la violación de los derechos humanos y laborales de tantos hombres y mujeres que viven y trabajan en los mares. Con vuestro servicio podéis contribuir a devolver a estas personas el sentido de su dignidad”.
Igualmente,
el Obispo de Roma subrayó que la labor de Stella Maris puede ayudar a las
personas a no rendirse y a mantener la esperanza: “vuestra presencia en los
puertos, tanto grandes como pequeños, debería ser en sí misma un recordatorio
de la paternidad de Dios y del hecho de que ante Él todos somos hijos y
hermanos; una referencia al valor primario de la persona humana antes y por
encima de cualquier interés; y un
incentivo para todos, comenzando por los más pobres, a esforzarse por la
justicia y el respeto de los derechos fundamentales”, dijo.
Por último, el Santo Padre, antes de terminar, pidió a los sacerdotes que atienden las almas de estos profesionales del mar: “Sed misericordiosos, sed misericordiosos. Y para favorecer esta misericordia, concedo a todos los capellanes de los marineros las mismas facultades que concedí a los Misioneros de la Misericordia. Así, podréis ayudar a que haya paz en tantos corazones”.
A continuación se expone el discurso completo del Papa Francisco:
Os
recibo con alegría y doy las gracias al cardenal Turkson por sus palabras y por
haberme presentado a vosotros, directores nacionales, capellanes y voluntarios
de Stella Maris – Apostolado del Mar, con motivo de la reunión celebrada aquí
en Roma en los últimos días. Os doy la
bienvenida a todos y confío en que el encuentro haya sido fructífero.
Vuestro
encuentro ha reunido a capellanes y voluntarios que trabajan en los puertos
europeos al servicio de la gente de mar y de los pescadores, que con su arduo trabajo
nos traen los productos que necesitamos todos los días. El apostolado de Stella
Maris está activo en más de 300 puertos en todo el mundo para ofrecer
asistencia espiritual y material a muchos marineros, pescadores y a sus
familias dispersas en tantos lugares.
Con más
del noventa por ciento del comercio mundial que transportan barcos de todo tipo, la dependencia de
nuestra sociedad de la industria marítima es indiscutible. Sin la gente de mar,
la economía mundial se detendría; y sin los pescadores, muchas partes del mundo
sufrirían de hambre. Quisiera que mi aprecio
y mi aliento llegasen a los marineros y pescadores que encontráis,
muchos de los cuales trabajan por largos períodos, a miles de kilómetros de su país
y de sus familias.
La vida
del marinero o del pescador está marcada no solo por el aislamiento y la
lejanía. A veces también está herida por
vergonzosas experiencias de abuso e injusticia, por la insidia de
los traficantes de personas; por el
chantaje del trabajo forzoso. Otras veces, no reciben el salario que se les
debe o son abandonados en puertos lejanos. Además de los peligros de la
naturaleza -tormentas y huracanes-, deben hacer frente a los de los hombres, como la piratería o los
ataques terroristas. Surcan los océanos
y los mares del mundo, desembarcan en puertos donde no siempre son bienvenidos.
Como
capellanes y voluntarios de Stella Maris, se os ha encomendado la misión de
estar presentes para llevar la Buena Nueva del Señor al heterogéneo mundo
marítimo. Vuestras visitas diarias a los barcos hacen posible que conozcáis a
la gente del mar en su realidad concreta, a veces serena, a veces inquieta, a
veces angustiosa. Entonces, con compasión y discreción, les dais la oportunidad
de abrir sus corazones, y esto es lo primero, muy valioso, especialmente para
las personas que tienen muy pocas oportunidades de hacerlo. Vuestro servicio a
los marineros y pescadores es, sobre todo, escucharlos, escuchar sus
preocupaciones materiales y espirituales. “La escucha nos ayuda a encontrar el
gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de
espectadores.” (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 171).
La
escucha, luego, lleva a la acción. Por lo tanto, os exhorto así como a todos
los capellanes y voluntarios de Stella Maris a redoblar vuestros esfuerzos para
abordar los problemas que con demasiada frecuencia son el resultado de la
codicia humana. Pienso en la trata de seres humanos, el trabajo forzado y la
violación de los derechos humanos y laborales de tantos hombres y mujeres que
viven y trabajan en los mares. Con vuestro servicio podéis contribuir a
devolver a estas personas el sentido de su dignidad.
También
gracias a vosotros, las personas más vulnerables pueden reencontrar la
esperanza de un futuro mejor. Vuestro esfuerzo puede ayudarlas a no rendirse
ante una vida precaria y a veces marcada por la explotación. Vuestra presencia
en los puertos, tanto grandes como pequeños, debería ser en sí misma un
recordatorio de la paternidad de Dios y del hecho de que ante Él todos somos hijos
y hermanos; una referencia al valor primario de la persona humana antes y por
encima de cualquier interés; y un
incentivo para todos, comenzando por los más pobres, a esforzarse por la
justicia y el respeto de los derechos fundamentales. Recordemos que ” Los
hombres renovados por el amor de Dios son capaces de cambiar las reglas, la
calidad de las relaciones y las estructuras sociales: son personas capaces de
llevar paz donde hay conflictos, de construir y cultivar relaciones fraternas
donde hay odio, de buscar la justicia donde domina la explotación del hombre
por el hombre. Sólo el amor es capaz de transformar de modo radical las
relaciones que los seres humanos tienen entre sí (Compendio de la Doctrina
Social de la Iglesia, 4).
Queridos
hermanos y hermanas, os exhorto a
proseguir con entrega y perseverancia vuestro apostolado, siguiendo los buenos
ejemplos de los muchos que os han precedido. En efecto os encamináis a celebrar
el próximo año, el centenario de Stella Maris, con el 25º Congreso Mundial en
Glasgow, Escocia, donde nació esta misión de la Iglesia en los corazones y las
acciones de algunos laicos. El centenario será una oportunidad para recordar,
para discernir el presente y trazar el futuro. El Papa Pío XI quiso que el
apostolado Stella Maris extendiera su misión a los océanos y las costas de
todos los continentes. El Espíritu Santo, a través de la intercesión de María
Estrella del Mar, renueve este servicio pastoral de acuerdo con las necesidades
de nuestro tiempo.
Y antes
de terminar, me gustaría decir una palabra sobre la paz de los corazones.
Tantos marineros se acercarán a los capellanes, a los sacerdotes, con problemas
de conciencia que los hacen sufrir mucho y de los que nunca han tenido la
oportunidad de hablar, en esas circunstancias, lejos de casa, lejos de la
patria, y en aquellas situaciones que hemos descrito Tal vez un diálogo con el
capellán abra horizontes de esperanza. Me gustaría deciros: sed
misericordiosos, sed misericordiosos. Y para favorecer esta misericordia,
concedo a todos los capellanes de los marineros las mismas facultades que
concedí a los Misioneros de la Misericordia. Así, podréis ayudar a que haya paz en tantos corazones.
Os
imparto de corazón la bendición apostólica y os ruego que la llevéis a las
personas que encontréis. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias©
Librería Editorial Vaticana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario