sábado, 19 de marzo de 2022

Construyamos cultura de paz


La cultura de paz supone aprender a gestionar los conflictos por vías noviolentas.El 10% del gasto militar mundial de 2021 sería suficiente para financiar el Objetivo de Desarrollo número 4, de asegurar una educación de calidad.La educación para la ciudadanía global necesita ser integral para transformar el individualismo que genera fracturas generacionales, entre las culturas, las religiones, y con el planeta.

Justicia y Paz desarrolló el seminario web de educación hacia una cultura de paz en Europa el mismo día en el que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se comprometió a aumentar el gasto en Defensa y alcanzar el 2% del PIB que pide la OTAN, urgido por la guerra en Ucrania.

El seminario -que contó con la participación de Carmen Magallón, de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz; Quique Sánchez, del Centre Delàs; y Francisco Vila, de las Scholas Ocurrentes- forma parte de un ciclo dedicado a la Conferencia sobre el Futuro de Europa. En esta ocasión, la educación hacia la paz se presenta como un aprendizaje permanente, necesario en todos los ciclos educativos y etapas de la vida.

Diferencia entre conflicto y violencia.

La educación para la paz insiste en que conflicto no equivale a violencia. El lenguaje mezcla los dos conceptos diferentes. Los conflictos son inevitables en una sociedad diversa, como la que vivimos, y hay que aprender a gestionarlos de una forma noviolenta. Esto se lleva haciendo desde la escuela, la sociedad y a nivel internacional durante décadas tras las dos guerras mundiales donde el valor fundamental es el respeto.

A través de la educación se aprende, respeta y defiende la legislación internacional, nacida con el objetivo de no tener que recurrir a la violencia y a las armas. En ella tuvieron mucha parte las mujeres del pacifismo feminista de La Haya, en 1915. Los contenidos de la cultura de paz son muy variados y hay que cultivarlos día a día: derechos humanos, desarrollo integral, democracia, justicia social, multilateralismo y desarme entre otros.

La lógica de la paz de la civilización global conduce a resistirse a una nueva carrera de armamentos, sabiendo que las armas no nos salvarán.

La óptica de la seguridad humana y común.

La disuasión de las armas genera desconfianza en lugar de diálogo y ha demostrado que cuanta mayor cantidad de armas hay en juego, existen mayores posibilidades de que estalle la guerra. Es un contrasentido hablar de que para conseguir la paz, hay que prepararse para la guerra. El Complejo Militar Industrial genera sus propios intereses con los que se hace imprescindible.

La doctrina para la seguridad nacional supone identificar amenazas que no se pueden solucionar por la vía militar como el terrorismo, el ciberataque, el crimen organizado, las migraciones, el cambio climático o las pandemias.

Cuando invertimos dinero público en armas dejamos de hacerlo en otras partidas que contribuyen a la seguridad humana y común de forma más directa, como los servicios básicos sociales, de salud o educación. La cultura del cuidado prioriza a los seres humanos y su entorno medioambiental frente a la seguridad nacional, proponiendo nuevas alternativas de seguridad.

El gasto militar para ofrecer mayor seguridad en 2021 supuso algunos costes de oportunidad. Con un 7% podríamos haber vacunado a todo el mundo contra el coronavirus. Con un 10% se financiaría el ODS 4 sobre educación de la Agenda 2030.

La educación hacia la fraternidad como motor de paz.

El papa Francisco hace un llamamiento a un Pacto Educativo Global ante un nuevo cambio de época marcado por los avances tecnológicos, que modifican la forma de conocer la realidad fomentando el individualismo y el subjetivismo.

Con el Pacto se pretende transformar la educación utilitarista del poseer un título para tener un trabajo y ser alguien, por la educación integral de ser para abrirse a la acogida y hacer con alguien.

Fomentando la cultura del encuentro en la alteridad, desde la educación en la diferencia, rompemos las barreras que nos hacen ver a la persona distinta como enemiga, a la vez que construimos con ella, formando un poliedro con valor adicional a la suma de las caras. Esto nos permite acercarnos a la fraternidad compartida en la casa común.

Dos objetivos fundamentales del Pacto son situar a la persona en el centro del proceso educativo y cuidar la casa común, que contribuirán a cambiar la visión que tenemos de la economía, la política, la sociedad y la cultura.

En definitiva, como nos propone el Papa en el Mensaje Mundial de la Paz de este año, la educación es una de las herramientas junto con el diálogo generacional y el trabajo por la dignidad humana, que son esenciales para gestar un pacto social hacia un proyecto de paz.


Comisión General Justicia y Paz
Contacto prensa: Montse Serrano (91 506 18 28)

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