Mensaje conjunto del Papa Francisco y del Patriarca Ecuménico Bartolomé para la Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la Creación.
La historia de la creación nos presenta
una vista panorámica del mundo. La Escritura revela que, «en el principio»,
Dios quiso que la humanidad cooperara en la preservación y protección del medio
ambiente.
En un primer momento, como se lee en el Génesis, «no había aún matorrales en la tierra, ni brotaba hierba en el campo, porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre que cultivase el suelo» (2,5). La tierra nos fue confiada como un don y un legado sublime, del que todos somos responsables hasta que, «al final», todas las cosas en el cielo y en la tierra serán recapituladas en Cristo (cf. Ef 1,10). Nuestra dignidad y bienestar humano están profundamente conectados con nuestro cuidado por toda la creación.
En un primer momento, como se lee en el Génesis, «no había aún matorrales en la tierra, ni brotaba hierba en el campo, porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre que cultivase el suelo» (2,5). La tierra nos fue confiada como un don y un legado sublime, del que todos somos responsables hasta que, «al final», todas las cosas en el cielo y en la tierra serán recapituladas en Cristo (cf. Ef 1,10). Nuestra dignidad y bienestar humano están profundamente conectados con nuestro cuidado por toda la creación.
Sin embargo, «mientras tanto», la
historia del mundo presenta un contexto muy diferente. Revela un escenario
moralmente decadente donde nuestra actitud y comportamiento hacia la creación
oscurece nuestra vocación como cooperadores de Dios. Nuestra propensión a
interrumpir los delicados y equilibrados ecosistemas del mundo, nuestro deseo
insaciable de manipular y controlar los recursos limitados del planeta, y
nuestra codicia ilimitada de ganancias en los mercados, todo esto nos ha
alejado del sentido original de la creación. No respetamos ya la naturaleza
como un regalo compartido; por el contrario, la consideramos una posesión
privada. Ya no nos relacionamos con la naturaleza para sostenerla, sino que la
dominamos para sostener nuestras propias invenciones.
Las consecuencias de esta cosmovisión
alternativa son trágicas y duraderas. El medioambiente humano y el de la
naturaleza se están deteriorando juntos, y este deterioro del planeta recae
sobre las personas más vulnerables. El impacto del cambio climático afecta,
ante todo y más que nada, a los que viven en la pobreza en todos los rincones
del mundo. Nuestra obligación de usar los bienes de la tierra con
responsabilidad implica el reconocimiento y el respeto de todas las personas y
de todos los seres vivos. La urgente llamada y el desafío de cuidar la creación
son una invitación dirigida a toda la humanidad para que trabaje en favor de un
desarrollo sostenible e integral.
Por tanto, unidos en un mismo interés
por la creación de Dios y reconociendo la tierra como un bien a compartir,
invitamos fervientemente a todas las personas de buena voluntad a que el 1 de
septiembre dediquen un tiempo de oración por el medio ambiente. Con este
motivo, queremos dar las gracias al Creador amoroso por el gran don de la
creación y comprometernos en su cuidado y preservación por el bien de las
generaciones futuras. Después de todo, sabemos que nuestro trabajo es en vano si
el Señor no está a nuestro lado (cf. Sal 126-127), si la oración no está en el
centro de nuestra reflexión y celebración. En efecto, un objetivo de nuestra
oración es cambiar el modo en que percibimos el mundo para modificar la manera
de cómo nos relacionamos con él. El objetivo de nuestro compromiso es el de
empeñarnos en alcanzar una mayor simplicidad y solidaridad en nuestras vidas.
Hacemos un llamamiento urgente a quienes
ocupan puestos de responsabilidad social y económica, así como política y
cultural, para que escuchen el grito de la tierra y atiendan las necesidades de
los marginados, pero sobre todo para que respondan a la súplica de millones de
personas y apoyen el consenso del mundo por el cuidado de la creación herida.
Estamos convencidos de que no puede haber una solución sincera y duradera al
desafío de la crisis ecológica y del cambio climático si no se da una respuesta
concordada y colectiva, si la responsabilidad no es compartida y responsable,
si no damos prioridad a la solidaridad y al servicio.
Vaticano-Fanar, 1 de septiembre de 2017
Papa Francisco
Patriarca Ecuménico Bartolomé
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