22 Tiempo ordinario – A (Mateo 16,21-27)
Evangelio del 30 / Ago / 2020
No es fácil asomarse al mundo interior
de Jesús, pero en su corazón podemos intuir una doble experiencia:
su identificación con los últimos y su confianza total en el Padre. Por una parte sufre con la injusticia, las desgracias y las enfermedades que hacen sufrir a tantos. Por otra confía totalmente en ese Dios Padre que nada quiere más que arrancar de la vida lo que es malo y hace sufrir a sus hijos.
su identificación con los últimos y su confianza total en el Padre. Por una parte sufre con la injusticia, las desgracias y las enfermedades que hacen sufrir a tantos. Por otra confía totalmente en ese Dios Padre que nada quiere más que arrancar de la vida lo que es malo y hace sufrir a sus hijos.
Jesús estaba dispuesto a todo con tal de
hacer realidad el deseo de Dios, su Padre: un mundo más justo, digno y dichoso
para todos. Y, como es natural, quería encontrar entre sus seguidores la misma
actitud. Si seguían sus pasos, debían compartir su pasión por Dios y su
disponibilidad total al servicio de su reino. Quería encender en ellos el fuego
que llevaba dentro.
Hay frases que lo dicen todo. Las
fuentes cristianas han conservado, con pequeñas diferencias, un dicho dirigido
por Jesús a sus discípulos: «Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el
que la pierda por mí, la encontrará». Con estas palabras tan paradójicas, Jesús
les está invitando a vivir como él: agarrarse ciegamente a la vida puede llevar
a perderla; arriesgarla de manera generosa y valiente lleva a salvarla.
El pensamiento de Jesús es claro. El que
camina tras él, pero sigue aferrado a las seguridades, metas y expectativas que
le ofrece su vida, puede terminar perdiendo el mayor bien de todos: la vida
vivida según el proyecto salvador de Dios. Por el contrario, el que lo arriesga
todo por seguirle encontrará vida entrando con él en el reino del Padre.
Quien sigue a Jesús tiene con frecuencia
la sensación de estar «perdiendo la vida» por una utopía inalcanzable: ¿No
estamos echando a perder nuestros mejores años soñando con Jesús?. ¿No estamos
gastando nuestras mejores energías por una causa inútil?.
¿Qué hacía Jesús cuando se veía turbado
por este tipo de pensamientos oscuros?. Identificarse todavía más con los que
sufren y seguir confiando en ese Padre que puede regalarnos una vida que no
puede deducirse de lo que experimentamos aquí en la tierra.
José Antonio Pagola
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