ARCADI
OLIVERES EXPLICA A ESCOLARES LOS RUDIMENTOS DE UNA
ECONOMÍA AL SERVICIO DE LAS PERSONAS. LECCIÓN DE ECONOMÍA.
Enrique
Llopis, Redes Cristianas 03-03-2014
Sólo
unos pocos poseen la virtud de observar la realidad desde la distancia adecuada
y la perspectiva justa. No sobrevolar los hechos sin tan siquiera rozarlos, pero
tampoco perderse en una miríada de anécdotas que despisten del contenido esencial.
Puede que este equilibrio en la mirada esté únicamente reservado a los viejos
sabios. A personas como José Luis Sampedro, Julio Anguita o Arcadi Oliveres.
Por eso
sus palabras no son antojadizas ni se amoldan tramposamente al tipo de auditorio.
Pueden dirigirse a sesudos especialistas o, como Arcadi Oliveres en el Centre
Octubre de Valencia, a estudiantes de la ESO de 15 y 16 años, en una conferencia
titulada “La economía al servicio de las personas”.
Hace
más de 20 años que Arcadi Oliveres (profesor de Economía Aplicada) no imparte
clases en Económicas. Se opone a verdades institucionalizadas y dogmas (él los
considera “aberrantes”) como que el beneficio privado sea el único fin de las empresas
o se considere el crecimiento como el principal cometido macroeconómico.
Tampoco le gusta la jerga economicista, “casi igual que la de los médicos”. Un
día en el aula se disponía a explicar determinados motivos “exógenos” y
“endógenos” que subyacían a una crisis. Un alumno le preguntó por el
significado de estos palabros. “Exteriores” e “interiores”, respondió:
- “¿Y por
qué no lo dice así?”, le espetó el alumno. En ese momento entendió la necesidad
de un giro lingüístico.
Cuenta
a los alumnos adolescentes, en una charla organizada por el colegio Caferma,
que cuando puso los pies por primera vez en la Facultad de Económicas (“allá en
la prehistoria”) le enseñaron que la economía era la ciencia que estudiaba cómo
administrar recursos escasos de la naturaleza, transformarlos, y obtener así bienes
y servicios para satisfacer necesidades humanas. Eso es la economía, hablar de
necesidades de las personas, y no sólo del PIB o de los beneficios de la bolsa.
- “Me
temo que en el sistema actual, las necesidades humanas básicas no están cubiertas”,
concluye el activista de Justícia i Pau.
Arcadi
Oliveres trenza el discurso con ideas muy sencillas, fácilmente inteligibles
por los escolares, a las que adjunta datos certeros y bien escogidos. Hace la
pedagogía del viejo maestro.
Empieza por las necesidades más elementales del
ser humano: comer y beber.
En el mundo viven actualmente 7.000 millones de
personas, de las que aproximadamente el 20% (1.300 millones) padece hambre,
según los datos de Naciones Unidas. De esta población famélica, unas 50.000
personas mueren cada día por inanición. “Pero son muertes silenciosas”. Lo peor
es que no se trata de fallecimientos inevitables, ya que actualmente “sobran”
alimentos en el mundo. El problema no reside, por tanto, en la producción sino
en la distribución de alimentos.
Recientemente
se ha publicado en Francia, recuerda Arcadi Oliveres, que el 30% de la
producción agraria mundial se echa a perder. En junio de 2008, la FAO (organismo
de Naciones Unidas dedicado a la agricultura y la alimentación) planteó posibles
soluciones a este desaguisado. Para que el hambre desaparezca, es necesario
-sobre todo en las economías agrarias- que la tierra se encuentre bien repartida.
Un ejemplo elemental: en Andalucía existen latifundios improductivos, mientras
que en Galicia son frecuentes los minifundios poco rentables. Eso en el estado
español. Porque en Brasil, un gran propietario se traslada en avioneta para recorrer
sus grandes plantaciones. “A este reparto de la tierra se le llama desde el siglo
XIX Reforma Agraria”.
La
segunda propuesta para resolver las necesidades humanas básicas es, asimismo,
bien sencilla: Que los países con carencias produzcan aquello que necesitan.
“Hace 500 años empezó el colonialismo; hubo zonas del planeta a las que se
forzó a especializarse -por el clima y otros factores- en café, cacao, azúcar, te
o piña tropical; pero esto lo producen realmente para nosotros; lo que
necesitan para alimentarse ellos es arroz, trigo o maíz; es necesario, así
pues, un cambio en el modelo de producción”, explica Arcadi Oliveres. “Del
trigo se puede vivir, pero no del café (salvo en época de exámenes)”. En estos
países empobrecidos hace falta, además, que se invierta dinero (regadíos,
tractores, granjas, caminos rurales).
Naciones
Unidas hizo un cálculo de los recursos necesarios y pidió a los países ricos
50.000 millones de dólares (junio de 2008), con los que crear un fondo de emergencia
para luchar contra el hambre. No se aceptó la propuesta.
Las
cifras poco dicen en bruto, pero se hacen elocuentes en perspectiva comparada. En
los cinco últimos años y medio de crisis (desde la quiebra de Lehman Brothers) los
gobiernos se han gastado 4,6 billones de dólares en el rescate del sistema financiero.
Una sencilla división puede tener, en este caso, el mismo efecto que un certero
aldabonazo. Con el dinero invertido en el “saneamiento” de la banca podría eliminarse
el hambre en el mundo 92 veces, comenta Arcadi Oliveres.
Con el agua sucede
algo muy parecido a lo que ocurre con los alimentos: un reparto radicalmente desigual.
Explica el economista que en países como Canadá y Estados Unidos, próximos a
los “Grandes Lagos”, se consumen una media de 550 litros de agua por persona
y día (en el numerador se totaliza el consumo global del país, incluidos los sectores
productivos).
En
Europa, la media se sitúa en 350 litros de agua por persona y día. En un país seco
como España, el promedio desciende a los 200 litros. ¿Y en el África Subsahariana?.
Ocho litros diarios por persona, y que no salen del grifo, sino que las poblaciones
deben desplazarse a fuentes, riachuelos o algún oasis para obtener el agua. Se
da, además, un reparto desigual de estas tareas. En términos generales, mientras
las niñas marchan por el agua los niños van a la escuela, lo que convierte en
una lacra -a medio y largo plazo- el analfabetismo femenino. Naciones Unidas evaluó
en 20.000 millones de dólares la cantidad necesaria para habilitar conductos de
agua y fuentes en los poblados africanos. Los gobiernos de los países ricos se negaron
a aportar esta cantidad. “Pero se gastaron 4,6 billones de dólares en el rescate
del sistema financiero”, recuerda Arcadi Oliveres.
Las
necesidades vinculadas a patologías y enfermedades son, en ocasiones, menos conocidas
que el hambre. Pero alguna vez las enfermedades también responden a una
construcción artificial. Arcadi Oliveres explica el caso de la gripe A, “una
gran tomadura de pelo, pues en ningún caso se trataba de una epidemia; primero
se dijo que existía un serio riesgo de contagio a las personas. Se fabricaron
antivirales de manera masiva, aunque finalmente no se extendió la enfermedad.
De manera que las vacunas permanecieron almacenadas en los laboratorios, con el
consiguiente riesgo de caducidad. Los lobbies presionaron a la Organización
Mundial de la Salud (OMS) para que, pese a todo, elevara a la condición de
pandemia la gripe A; los gobiernos cedieron y se aprestaron a adquirir
finalmente las vacunas”.
“Hablemos
de cosas serias”. Por ejemplo, el Sida. Lo padecen, según Naciones Unidas, 40
millones de personas en el mundo. Mueren cada año de esta enfermedad el 10% de
los afectados (4 millones de personas), pero anualmente resultan infectados por
este virus otros cuatro millones de personas, con lo que la tendencia se
estabiliza. El 60% de la población mundial afectada por el Sida (24 millones de
personas) vive en el África Subsahariana y, de estos, tan solo un millón de
personas recibe tratamiento médico y farmacológico. Al resto sólo les queda esperar
a la muerte. ¿Por qué en un país del Norte una persona con Sida puede vivir,
con el tratamiento adecuado, más de 30 años, mientras que en África pronto sobreviene
la muerte?, se pregunta Arcadi Oliveres. “Porque en occidente hay dinero para
medicamentos y en el África Subsahariana, no”.
Y,
sobre todo, porque se trata de medicamentos que se venden a precios inasequibles.
Pero debido a mecanismos artificiales ya que, realmente, “no son más caros que
una aspirina”. El quid de la cuestión radica en el derecho de los laboratorios
a patentar los productos farmacéuticos con los que tratar las enfermedades.
Durante un mínimo de 20 años, las grandes compañías pueden vender los fármacos
en exclusiva y a un precio libre. Pasadas dos décadas, caducan los derechos de
exclusividad y pueden entrar en el mercado otros competidores, lo que conduce a
una bajada de los precios (“pero las farmacéuticas quieren ganar más, así que
hacen un mínimo cambio en su medicamento y piden una patente para otros
20 años”, denuncia Médicos Sin Fronteras). Hasta hace dos años, los fármacos
orientados a combatir el Sida resultaban inaccesibles. ¿Por qué razón hasta
2012?. Porque expiró el plazo de las patentes (20 años) concedidas en 1992.
“Ahora
están bajando los precios; este mecanismo puede tener su lógica comercial, pero
desde el punto de vista de las poblaciones afectadas resulta un escándalo”, apunta
Arcadi Oliveres.
El activista
se ha destacado durante años por la defensa de los derechos humanos, la paz, la
justicia social, el consumo responsable, la banca ética y el consumo solidario.
Junto a Teresa Forcades, ha impulsado la plataforma por un Proceso Constituyente
en Catalunya. A la denuncia del gasto militar y los procesos de rearme ha
dedicado numerosas conferencias y artículos. Expone con mucha claridad el discurso
a los escolares:
- “Los ejércitos nunca han servido para ayudar a la gente, sino
a los ricos para derrotar a los pobres; son algo completamente inútil y uno de los
peores capítulos en que los estados derrochan el dinero”. El estado español dedica,
en plena crisis, 52 millones de euros diarios al gasto militar (“en aviones de combate
y otras estupideces, aunque estos gastos aparecen muchas veces encubiertos”).
En 2012, el gobierno recortó un 4% los presupuestos de todos los ministerios,
salvo el de Defensa, que creció un 28%.
En el
apartado de las alternativas, Arcadi Oliveres se centra en la lacra del desempleo.
Digan lo que digan las múltiples estadísticas, en España existen actualmente al
menos cinco millones de parados. Subraya una propuesta “tan vieja como ir a
pie, el reparto del trabajo; vosotros seguramente lo viviréis”. Hace más de una
década el gobierno francés (con Jospin a la cabeza) decidió reducir la jornada laboral
de 39 a 35 horas semanales, con el fin de crear puestos de trabajo. La idea del reparto del trabajo consiste en que a los trabajadores que pasen a laborar
35 horas, el estado les pague las cinco horas restantes de la cantidad que se
ahorra en prestaciones de desempleo por los nuevos ocupados. “Es una cuestión
simple de redistribución”,
resume Arcadi Oliveres. “Charles Dickens hablaba en sus novelas de cómo en
Manchester y Liverpool los niños y niñas de 10 años podían trabajar 16 horas
diarias; el número se ha ido reduciendo hasta las ocho actuales; vosotros haréis
jornadas de cinco-seis horas; los avances tecnológicos permiten más tiempo libre
para la lectura, la música o las excursiones (aunque desgraciadamente también para
ver Tele 5)”.
Arcadi
Oliveres continúa con la lección de Economía. Hay muchas mujeres en España que
cuidan de los abuelos, niños, ancianos o personas con discapacidad sin que este
trabajo se remunere. “Por estos cuidados se debería cobrar un salario, y a eso
se le llama Ley de Dependencia”. Los recursos se obtendrían de la lucha contra el
fraude fiscal, que en el estado español, según el Sindicato de Técnicos del Ministerio
de Hacienda, se eleva a 93.000 millones de euros y corresponde sobre todo a
grandes bancos, grandes empresas y grandes fortunas.
Unas
palabras sobre el fraude al fisco: Los dos mayores defraudadores en el estado español
-según se refleja en sus propias memorias- son el Banco de Santander y el BBVA,
ambos con numerosas filiales radicadas en paraísos fiscales; por otro lado, Google
no paga el 90% de los impuestos que debería en el estado español; la mayor fortuna
de España y tercera del mundo con un patrimonio de 57.000 millones de dólares
(según Forbes), Amancio Ortega (fundador de Inditex), hizo pública hace un año
una donación a Cáritas de 20 millones de euros. Al margen de las desgravaciones
fiscales que ello le supusiera, la Hacienda Pública reclamó (y en agosto de
2013 avaló una sentencia del Tribunal Supremo) a Amancio Ortega 30 millones de
euros por impagos en el Impuesto de Patrimonio. O los procesos criminales
abiertos contra Botín por fraude al fisco. Si están identificadas estas personas,
¿Por qué no se les persigue?. “El gobierno, del color que sea, necesita mucho
dinero para hacer su campaña electoral; además, cuando los ministros dejan de
serlo, son contratados por estos bancos y grandes empresas que cometen los fraudes”,
explica el economista.
La
economía del día a día, de las cosas cotidianas, también es política. “A
vuestra edad sois carne de cañón en la sociedad de consumo”. Arcadi Oliveres
hace algunas advertencias a los escolares, que probablemente les suenen hoy
disparatadas, pero que a lo mejor sientan un precedente para reflexiones
posteriores: “No compréis nunca ropa de marca; recuerdo cuando estudiaba la
producción de las zapatillas Nike, que si el precio rondaba las 10.000 pesetas,
sólo 100 retornaban al lugar de producción, por ejemplo Paquistán; el resto de
lo que se paga por el producto es beneficio de la empresa, pagos al centro
comercial, publicidad, etcétera”.
“No
hagáis el primo y paguéis los precios que se piden”. “Tampoco deberíais comprar
botes o latas de bebida, por el impacto sobre el medio ambiente del aluminio; y
el teléfono móvil, cambiarlo cada cinco o seis años, no antes, ya que para su
producción se emplea el coltán, que se extrae en Ruanda (10%), Australia (10%)
y Congo (80%). Para que todos nosotros tengamos un móvil, cinco millones de
personas han muerto en el Congo como consecuencia de guerras entre tribus locales, a las que muchas veces se asocian compañías multinacionales”. “Yo he vivido
tres cuartas partes de mi vida sin teléfono móvil”, remata.
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