Fiesta
Inmaculada Concepción – A (Lucas 1,26-38)
Evangelio
del 08 / 12 / 2019
La
primera palabra de parte de Dios a sus hijos, cuando el Salvador se acerca al
mundo, es una invitación a la alegría. Es lo que escucha María: «Alégrate».
Jürgen
Moltmann, el gran teólogo de la esperanza, lo ha expresado así:
«La palabra última y primera de la gran liberación que viene de Dios no es odio, sino alegría; no es condena, sino absolución. Cristo nace de la alegría de Dios, y muere y resucita para traer su alegría a este mundo contradictorio y absurdo».
«La palabra última y primera de la gran liberación que viene de Dios no es odio, sino alegría; no es condena, sino absolución. Cristo nace de la alegría de Dios, y muere y resucita para traer su alegría a este mundo contradictorio y absurdo».
Sin
embargo, la alegría no es fácil. A nadie se le puede forzar a que esté alegre;
no se le puede imponer la alegría desde fuera. El verdadero gozo ha de nacer en
lo más hondo de nosotros mismos. De lo contrario será risa exterior, carcajada
vacía, euforia pasajera, pero la alegría quedará fuera, a la puerta de nuestro
corazón.
La
alegría es un regalo hermoso, pero también vulnerable. Un don que hemos de
cuidar con humildad y generosidad en el fondo del alma. El novelista alemán
Hermann Hesse dice que los rostros atormentados, nerviosos y tristes de tantos
hombres y mujeres se deben a que «la felicidad sólo puede sentirla el alma, no
la razón, ni el vientre, ni la cabeza, ni la bolsa».
Pero
hay algo más. ¿Cómo se puede ser feliz cuando hay tantos sufrimientos sobre la
tierra?. ¿Cómo se puede reír cuando aún no están secas todas las lágrimas y
brotan diariamente otras nuevas?. ¿Cómo gozar cuando dos terceras partes de la
humanidad se encuentran hundidas en el hambre, la miseria o la guerra?.
La
alegría de María es el gozo de una mujer creyente que se alegra en Dios
salvador, el que levanta a los humillados y dispersa a los soberbios, el que
colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos vacíos. La alegría
verdadera solo es posible en el corazón del que anhela y busca justicia,
libertad y fraternidad para todos. María se alegra en Dios, porque viene a
consumar la esperanza de los abandonados.
Sólo se
puede ser alegre en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que
lloran. Sólo tiene derecho a la alegría quien lucha por hacerla posible entre
los humillados. Solo puede ser feliz quien se esfuerza por hacer felices a los
demás. Sólo puede celebrar la Navidad quien busca sinceramente el nacimiento de
un hombre nuevo entre nosotros.
José
Antonio Pagola
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