domingo, 6 de junio de 2021

El Corpus y la presencia de Jesús

"Dime qué haces por los pobres y te diré quién es tu Dios".

1.- Los cristianos celebramos la presencia de Jesús en la Eucaristía, a partir de que en la última Cena con los discípulos, Jesús tomó pan en sus manos, lo partió, se lo dio y les dijo: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo”.

Después tomó una copa  con vino y les dijo: "Tomad y bebed todos de él porque este es el cáliz de mi sangre. Haced esto en memoria mía.

Los discípulos de Jesús junto con los primeros cristianos vieron en esta celebración la presencia real de Jesús. La Eucaristía ha sido siempre y sigue siendo algo muy importante en la vida de la Iglesia. La realidad es que, tal como vamos, con cada vez menos sacerdotes y sólo varones, cada día habrá  más Comunidades sin Eucaristía, y Eucaristías celebradas contra-reloj.

Con lo que vamos a decir no tratamos de desvirtuar ni mucho menos negar la presencia de Jesús en la Eucaristía, sino de que la entendamos correctamente, y sobre todo para los hombres y mujeres de hoy.

Para la antropología judía el cuerpo no era la carne, sino la persona, y la sangre era la vida (Levítico 17,11-14 y Deuteronomio 12,23). En estas palabras de Jesús, la palabra cuerpo no se refiere tanto al cuerpo físico, como a la persona de Jesús, y la palabra sangre no se refiere tanto a la sangre física de Jesús en si misma, sino a la vida de Jesús que ella representa. Por eso cuando recibimos el pan de la Comunión significa que recibimos y aceptamos la persona de Jesús con todo lo que Jesús es y significa. Y cuando bebemos del cáliz significa que nos adherimos a la vida de Jesús para que nuestra vida sea lo más parecida a la suya hasta conformarnos lo más posible con El.  Por eso comulgar es entrar en común unión con la persona y la vida de Jesús. De ahí que la Comunión sin compromiso con Jesús no signifique nada, y sea algo puramente ritual y vacío. Por tanto celebrar y recibir la Eucaristía es para seguir a Jesús asimilándonos cada vez más a El, a fin de ser como El fue y hacer lo mismo que El hizo: comprometerse con la justicia, la igualdad, la fraternidad y los empobrecidos, alimentar a los hambrientos, curar a los enfermos, vestir a los desnudos, rehabilitar a los oprimidos y marginados. Sin este compromiso hay magia ritual, no hay Eucaristía, una hipocresía y una traición a Jesús y su mensaje.

2.- “Eso no sabe a nada”: En una ocasión, a un niño que hizo la primera comunión a los ocho años, cuando ya tenía diez cumplidos le preguntamos si seguía comulgando. La respuesta fue así de dura y triste: “para qué, si eso no sabe a nada”. También nos dijo que desde entonces sólo había vuelto una vez a misa. Detrás de este hecho, que fue tan real como lo contamos, podríamos hacernos muchas preguntas como éstas: ¿Tiene sentido la primera comunión a tan corta edad?. ¿Qué formación les damos a los niños sobre la Eucaristía?. ¿A esta edad la pueden captar?. ¿El mercado no ha secuestrado esta celebración, como otras muchas?. ¿Qué responsabilidad tienen en todo ello la Iglesia y los padres?.

3.- Las otras presencias de Jesús: Jesús, de la Eucaristía de la mesa en el cenáculo, pasó directamente a la Eucaristía del compromiso en el huerto de los olivos. Esta presencia eucarística de Jesús nos tiene que conducir inevitablemente a sus otras presencias, que son totalmente inseparables. ¿Cuáles son esas otras presencias?.

3.1.- La más importante de todas: la presencia de Jesús en los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, emigrantes, encarcelados, pues Jesús dice: lo que hacéis a estos más necesitados a MI ME LO HACEIS (Evangelio de Mateo 25, 31-46). Esta presencia es de tal importancia, que al final de nuestro paso por el mundo, Jesús no nos va a preguntar por otra cosa más que por ésta: no nos va a preguntar si hemos comulgado una, dos o mil veces, ni a cuántas misas asistimos o celebramos,  Sólo nos va  a preguntar qué hicimos con los hambrientos, sedientos, enfermos, desnudos, emigrantes, encarcelados, etc. Dime qué haces por los pobres y te diré quién es tu Dios.

Por tanto, la Comunión de la Eucaristía tiene que llevarnos inevitablemente a la comunión con los más empobrecidos y necesitados de la tierra.

¿Dejamos, pues de ir a misa, comulgar, etc.?. ¡Claro que no!, pero entrar en Comunión con Jesús en la Eucaristía es para entrar en Comunión con el mismo Jesús en los empobrecidos y necesitados del mundo. Por eso mismo, nunca entenderemos tantos gastos absurdos y ofensivos para Jesús como los invertidos en cálices de lujo, custodias, sagrarios, ornamentos, boatos, palios, retablos, procesiones, etc., mientras El se está muriendo de hambre, de sed, de frío, de injusticia, de explotación, de violencia en los empobrecidos del mundo, particularmente en las mujeres y niñas de África, América del Sur, la India, Bangladés, etc. Jesús dice: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia....

Jesús sentó a sus discípulos en torno a una misma mesa para compartir un mismo pan. Nos ponemos en torno a una misma mesa del altar, para recibir un pan común que es Jesús, pero luego no hacemos de los bienes del mundo una misma mesa para todos los hombres y mujeres de la tierra: mientras unos pocos estamos hartos y hasta enfermos de tanto comer, una gran parte de la humanidad pasa hambre: eso no es sentarse en torno a una misma mesa y compartir un mismo pan. Eso no es celebrar la Eucaristía. Eso se lo echaba  en cara San Pablo a los Corintios (1 Corintios 11,23-27).

3.2.- La presencia de Jesús en los niños. Jesús dice: Quien recibe a un niño como estos a Mi me recibe. Jesús dio una importancia extraordinaria a los niños, y por tanto asume como hecho a El lo que hacemos a los niños. ¿Cómo es posible que los cristianos que hacemos cada domingo millones de Comuniones a lo largo y ancho del planeta, seamos capaces de consentir que cada día se nos mueran de hambre más de 8000  niños?. Parece que comulgamos por comulgar, pero no comulgamos para comprometernos.

Y no sólo eso, sino que ahí están los 250.000 niños y niñas guerrilleros de Colombia, Mozambique, Uganda, Sierra Leona, Somalia, Nigeria, y hasta 18 países más;  y los muertos en el mar de muertos que es el Mediterráneo, o los campos de refugiados, etc., o las niñas convertidas en esclavas sexuales, o la pederastia, nefanda, ejercida hasta por “educadores”, e incluso por clérigos y algunos obispos de la iglesia católica, y que no se luchó decididamente contra ella hasta que vino Francisco, y parece que algunos aún no están muy decididamente por la labor…, y memos por la renovación en profundidad de la Iglesia.

3.3.- La presencia de Jesús en la Comunidad: Está también la presencia de Jesús en la Comunidad de quienes se reúnen en su nombre. Jesús dice: Donde hay dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. La fe no es para ser vivida de forma individual y privada, sino en Comunidad, en unión, en fraternidad. Toda relación con Dios que no tienen como referencia la relación con los demás, carece de lo más esencial, porque Dios como tal no necesita nada de nosotros para El, pues todo lo que necesita El de nosotros es para nosotros y para los demás. Por tanto aunque tengamos, como las tenía Jesús, nuestras conversaciones con Dios, han de estar siempre referidas a todas las realidades de este mundo: las personas y la creación, y la conclusión final de las mismas tiene que ser siempre qué estamos dispuestos a hacer por todos los seres humanos y por toda la creación, para que todos y todo tengan una vida acorde con su dignidad, humana o natural. El compromiso ecológico integral es también parte esencial de nuestra fe.

3.4.- Finalmente aquella primera Eucaristía de Jesús, no  fue sólo con LOS DISCÍPULOS, sino también con LAS DISCÍPULAS, pues ¿cómo no iba a invitar también Jesús a aquella memorable Cena a todas aquellas mujeres que, ya desde Galilea, lo habían seguido, acompañado, escuchado y servido durante los mismos años en que lo hicieron los discípulos, y a veces con más fidelidad, más compromiso y más riesgo que ellos, con toda la marginación, el desprecio y la discriminación de que eran víctimas las mujeres en aquella sociedad machista?.

Por eso el comportamiento de Jesús con la mujer, en aquella sociedad tan misógina, que tanta aversión sentía hacia las mujeres, tiene mucho más valor que el que supondría hoy, aunque todavía sigue existiendo mucho de aquel machismo en el mundo, en las religiones y no menos en la iglesia católica, que a ejemplo de Jesús que siempre las aceptó, defendió y nunca rechazó, la Iglesia deberíamos ser los primeros en dar a la mujer la misma dignidad que al hombre en la estructura jerárquica de la Iglesia, pero no en una Iglesia como la actual, sino retornada a sus orígenes, a su raíz, a su coherencia con los hechos y las palabras de Jesús.

Una iglesia androcéntrica nunca puede ser la verdadera iglesia de Jesús. Por eso, por ejemplo, en las palabras de la consagración deberíamos decir: “Tomad y comed todos Y TODAS de él... y tomad y bebed todos Y TODAS de él”. Hace ya bastantes años que algunos ya lo  hacemos así, pero ¿cuándo lo podrán hacer por lo menos ALGUNAS?. Ahora los “sabios” liturgistas nos acaban de cambiar “todos”, por “muchos”, en una fidelidad absurda a la literalidad de las palabras y no al significado real de las mismas. Y, ¿qué pasa, por tanto, con los otros?. ¿Acaso Jesús vino por muchos, pero no por todos?. ¿Y los otros qué?.


Un abrazo muy cordial a tod@s .-Faustino
faustino.vilabrille@gmail.com

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