"Dime qué haces por los pobres y te diré quién es tu Dios".
1.- Los cristianos celebramos la presencia de Jesús en la Eucaristía, a partir de que en la última Cena con los discípulos, Jesús tomó pan en sus manos, lo partió, se lo dio y les dijo: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo”.
Después tomó una copa con vino y les dijo: "Tomad y bebed todos de él porque este es el cáliz de mi sangre. Haced esto en memoria mía”.Los discípulos de Jesús junto con los
primeros cristianos vieron en esta celebración la presencia real de Jesús. La
Eucaristía ha sido siempre y sigue siendo algo muy importante en la vida de la
Iglesia. La realidad es que, tal como vamos, con cada vez menos sacerdotes y
sólo varones, cada día habrá más
Comunidades sin Eucaristía, y Eucaristías celebradas contra-reloj.
Con lo que vamos a decir no tratamos de
desvirtuar ni mucho menos negar la presencia de Jesús en la Eucaristía, sino de
que la entendamos correctamente, y sobre todo para los hombres y mujeres de
hoy.
Para la antropología judía el cuerpo no
era la carne, sino la persona, y la sangre era la vida (Levítico 17,11-14 y
Deuteronomio 12,23). En estas palabras de Jesús, la palabra cuerpo no se
refiere tanto al cuerpo físico, como a la persona de Jesús, y la palabra sangre
no se refiere tanto a la sangre física de Jesús en si misma, sino a la vida de
Jesús que ella representa. Por eso cuando recibimos el pan de la Comunión
significa que recibimos y aceptamos la persona de Jesús con todo lo que Jesús
es y significa. Y cuando bebemos del cáliz significa que nos adherimos a la
vida de Jesús para que nuestra vida sea lo más parecida a la suya hasta
conformarnos lo más posible con El. Por
eso comulgar es entrar en común unión con la persona y la vida de Jesús. De ahí
que la Comunión sin compromiso con Jesús no signifique nada, y sea algo
puramente ritual y vacío. Por tanto celebrar y recibir la Eucaristía es para
seguir a Jesús asimilándonos cada vez más a El, a fin de ser como El fue y
hacer lo mismo que El hizo: comprometerse con la justicia, la igualdad, la fraternidad
y los empobrecidos, alimentar a los hambrientos, curar a los enfermos, vestir a
los desnudos, rehabilitar a los oprimidos y marginados. Sin este compromiso hay
magia ritual, no hay Eucaristía, una hipocresía y una traición a Jesús y su
mensaje.
2.- “Eso no sabe a nada”: En una ocasión, a un niño que hizo la primera comunión a los ocho años, cuando ya tenía diez cumplidos le preguntamos si seguía comulgando. La respuesta fue así de dura y triste: “para qué, si eso no sabe a nada”. También nos dijo que desde entonces sólo había vuelto una vez a misa. Detrás de este hecho, que fue tan real como lo contamos, podríamos hacernos muchas preguntas como éstas: ¿Tiene sentido la primera comunión a tan corta edad?. ¿Qué formación les damos a los niños sobre la Eucaristía?. ¿A esta edad la pueden captar?. ¿El mercado no ha secuestrado esta celebración, como otras muchas?. ¿Qué responsabilidad tienen en todo ello la Iglesia y los padres?.
3.- Las otras presencias de Jesús:
Jesús, de la Eucaristía de la mesa en el cenáculo, pasó directamente a la
Eucaristía del compromiso en el huerto de los olivos. Esta presencia
eucarística de Jesús nos tiene que conducir inevitablemente a sus otras
presencias, que son totalmente inseparables. ¿Cuáles son esas otras presencias?.
3.1.- La más importante de todas: la
presencia de Jesús en los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos,
emigrantes, encarcelados, pues Jesús dice: “lo que hacéis a estos más
necesitados a MI ME LO HACEIS” (Evangelio de Mateo 25, 31-46). Esta presencia es
de tal importancia, que al final de nuestro paso por el mundo, Jesús no nos va
a preguntar por otra cosa más que por ésta: no nos va a preguntar si hemos
comulgado una, dos o mil veces, ni a cuántas misas asistimos o celebramos, Sólo nos va
a preguntar qué hicimos con los hambrientos, sedientos, enfermos,
desnudos, emigrantes, encarcelados, etc. Dime qué haces por los pobres y te
diré quién es tu Dios.
Por tanto, la Comunión de la Eucaristía
tiene que llevarnos inevitablemente a la comunión con los más empobrecidos y
necesitados de la tierra.
Jesús sentó a sus discípulos en
torno a una misma mesa para compartir un mismo pan. Nos ponemos en torno a una
misma mesa del altar, para recibir un pan común que es Jesús, pero luego no
hacemos de los bienes del mundo una misma mesa para todos los hombres y mujeres
de la tierra: mientras unos pocos estamos hartos y hasta enfermos de tanto
comer, una gran parte de la humanidad pasa hambre: eso no es sentarse en torno
a una misma mesa y compartir un mismo pan. Eso no es celebrar la Eucaristía.
Eso se lo echaba en cara San Pablo a los
Corintios (1 Corintios 11,23-27).
3.2.- La presencia de Jesús en los
niños. Jesús dice: “Quien recibe a un niño como estos a Mi me recibe”. Jesús
dio una importancia extraordinaria a los niños, y por tanto asume como hecho a
El lo que hacemos a los niños. ¿Cómo es posible que los cristianos que hacemos
cada domingo millones de Comuniones a lo largo y ancho del planeta, seamos
capaces de consentir que cada día se nos mueran de hambre más de 8000 niños?. Parece que comulgamos por comulgar,
pero no comulgamos para comprometernos.
Y no sólo eso, sino que ahí están los
250.000 niños y niñas guerrilleros de Colombia, Mozambique, Uganda, Sierra
Leona, Somalia, Nigeria, y hasta 18 países más;
y los muertos en el mar de muertos que es el Mediterráneo, o los campos
de refugiados, etc., o las niñas convertidas en esclavas sexuales, o la
pederastia, nefanda, ejercida hasta por “educadores”, e incluso por clérigos y
algunos obispos de la iglesia católica, y que no se luchó decididamente contra
ella hasta que vino Francisco, y parece que algunos aún no están muy
decididamente por la labor…, y memos por la renovación en profundidad de la
Iglesia.
3.3.- La presencia de Jesús en la Comunidad: Está también la presencia de Jesús en la Comunidad de quienes se reúnen en su nombre. Jesús dice: “Donde hay dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. La fe no es para ser vivida de forma individual y privada, sino en Comunidad, en unión, en fraternidad. Toda relación con Dios que no tienen como referencia la relación con los demás, carece de lo más esencial, porque Dios como tal no necesita nada de nosotros para El, pues todo lo que necesita El de nosotros es para nosotros y para los demás. Por tanto aunque tengamos, como las tenía Jesús, nuestras conversaciones con Dios, han de estar siempre referidas a todas las realidades de este mundo: las personas y la creación, y la conclusión final de las mismas tiene que ser siempre qué estamos dispuestos a hacer por todos los seres humanos y por toda la creación, para que todos y todo tengan una vida acorde con su dignidad, humana o natural. El compromiso ecológico integral es también parte esencial de nuestra fe.
3.4.- Finalmente aquella primera
Eucaristía de Jesús, no fue sólo con LOS
DISCÍPULOS, sino también con LAS DISCÍPULAS, pues ¿cómo no iba a invitar
también Jesús a aquella memorable Cena a todas aquellas mujeres que, ya desde
Galilea, lo habían seguido, acompañado, escuchado y servido durante los mismos
años en que lo hicieron los discípulos, y a veces con más fidelidad, más
compromiso y más riesgo que ellos, con toda la marginación, el desprecio y la
discriminación de que eran víctimas las mujeres en aquella sociedad machista?.
Por eso el comportamiento de Jesús con
la mujer, en aquella sociedad tan misógina, que tanta aversión sentía hacia las
mujeres, tiene mucho más valor que el que supondría hoy, aunque todavía sigue
existiendo mucho de aquel machismo en el mundo, en las religiones y no menos en
la iglesia católica, que a ejemplo de Jesús que siempre las aceptó, defendió y
nunca rechazó, la Iglesia deberíamos ser los primeros en dar a la mujer la misma
dignidad que al hombre en la estructura jerárquica de la Iglesia, pero no en
una Iglesia como la actual, sino retornada a sus orígenes, a su raíz, a su
coherencia con los hechos y las palabras de Jesús.
Una iglesia androcéntrica nunca puede
ser la verdadera iglesia de Jesús. Por eso, por ejemplo, en las palabras de la
consagración deberíamos decir: “Tomad y comed todos Y TODAS de él... y tomad y
bebed todos Y TODAS de él”. Hace ya bastantes años que algunos ya lo hacemos así, pero ¿cuándo lo podrán hacer por
lo menos ALGUNAS?. Ahora los “sabios” liturgistas nos acaban de cambiar
“todos”, por “muchos”, en una fidelidad absurda a la literalidad de las palabras
y no al significado real de las mismas. Y, ¿qué pasa, por tanto, con los
otros?. ¿Acaso Jesús vino por muchos, pero no por todos?. ¿Y los otros qué?.
Un abrazo muy cordial a tod@s .-Faustino
faustino.vilabrille@gmail.com
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