El mapa mundial del coronavirus ofrece ya más de 5,5 millones de contagios, mientras la cifra de fallecidos supera los 350.000.
Ni un solo rincón del planeta ha quedado libre de sus efectos, en la primera epidemia cuyo alcance ha sido realmente global. Y su extensión está lejos de haber concluido.
- Asia, que ha conseguido contener el virus, hoy solo representa el 12,47% de los infectados globales. Mientras que los más de dos millones de contagiados en Europa suponen 45,4% de todos los casos mundiales.
- Pero donde mayor avance registra la pandemia es en América. Con unos EEUU con más de 1,6 millones de personas contagiadas y 100.000 fallecidos. Y un mundo hispano donde, impulsado por Brasil, se ha disparado en mayo las cifras tanto de contagios como de fallecidos.
- Mientras que África enfrenta un peligro latente de enormes proporciones. Aunque registra pocos casos, en comparación con otros continentes, la OMS ya ha advertido de una “preocupante tendencia al alza”. Y varios estudios afirman que, de no controlarse, la pandemia podría provocar entre 190.000 y 300.000 muertos.
La contención sanitaria del virus va a ser la primera contradicción, hasta que pueda lograrse una vacuna efectiva, algo que a pesar de los avances no sucederá antes de un año. Durante este periodo, el Covid-19 podría extenderse a otras zonas, hoy menos afectadas. Y existe el riesgo de un rebrote, que algunos epidemiólogos consideran inevitable, en los países donde se ha contenido el primer brote y ahora inician la “desescalada”, como sucede en buena parte de Europa o en países asiáticos como Irán.
El desarrollo de esta batalla sanitaria va a tener también hondas consecuencias económicas, políticas y sociales de alcance global.
Primero, en el ámbito sanitario. Todos los estudios confirman que existe una correlación directa entre la clase a la que perteneces y las posibilidades de contagio.
En la ciudad de Nueva York, la proporción de contagiados y muertes en el Bronx es el doble que en Manhattan. Y en EEUU los negros -no por factores raciales sino de clase- tienen entre seis y siete veces más posibilidades de morir a causa del virus.
Lo mismo sucede en las principales ciudades españolas. En los barrios obreros de Barcelona, la incidencia del virus es un 26% mayor que en los más ricos. Y en Madrid, los barrios populares duplican el número de casos que les correspondería por población.
Pero también en cómo van a sufrirse las consecuencias económicas de la pandemia. Los grandes bancos y monopolios mundiales anuncian este año -donde la economía mundial sufrirá su mayor caída desde el crack del 29- repartos de dividendos que pueden superar los 1,5 billones de dólares. Mientras la OIT advierte que millones de trabajadores con “empleos informales” pueden perder el 60% de sus ingresos y disparar sus niveles de pobreza 35 puntos.
Asistimos al inicio de una crisis económica de una naturaleza muy diferente a la que estalló en 2008.
No se corresponde con una de las clásicas crisis capitalistas de superproducción. Y no se ha originado en el sector financiero, para luego trasladarse a la producción.
Lo que ha sucedido es lo que muchos economistas llaman ya “un coma inducido para evitar la muerte del paciente”. Las medidas de confinamiento han provocado la paralización o semiparalización de muchos sectores productivos. Y tanto la demanda -con una población que ha sufrido un brusco descenso de sus ingresos- como el comercio -nacional e internacional- se han contraído drásticamente.
La producción y distribución de mercancías, que constituye la base imprescindible de funcionamiento del capitalismo, ha sufrido una devastación similar a la de una guerra. Por eso los efectos sobre la economía han sido mayores y mucho más concentrados en el tiempo que tras el crack de 2008.
¿A cuánto ascienden las pérdidas?.
Solo en marzo, el comercio mundial se contrajo un 4,3%. Y todos coinciden en que “lo peor está por llegar”, anunciando una reducción de su volumen de entre 1,7 y 2,6 billones de dólares.
El FMI prevé una caída del PIB mundial del 3% en 2020. Treinta veces superior a la contracción del 0,1% registrada en 2008. Supone un abrupto descenso desde el 2,9% de crecimiento registrado en 2020. Pero está dentro de las estimaciones “optimistas”.
El Banco Asiático de Desarrollo (BAD), y en ello coinciden la mayoría de economistas, vaticina una caída del PIB mundial este año de entre el 6,6% y el 9,7%. Y es significativo que, desde el inicio de la pandemia, haya revisado, siempre al alza, sus previsiones en negativo del 0,4% al 4,8%, y finalmente a casi el 10%.
Tanto el FMI como el BAD advierten que no se recuperarán los índices globales como pronto hasta el 2022.
Y que la economía mundial está sometida a una “incertidumbre extrema”.
Esto se traducirá en pérdidas por un valor que oscilará entre los 5,8 y los 8,8 billones de dólares, seis veces el PIB español. No serán pérdidas bursátiles, sino destrucción directa de capital, por la riqueza no generada, el cierre de empresas o el despido de trabajadores, que la OIT cifra en 305 millones de puestos de trabajo destruidos solo este año.
A ello se une la disminución de los beneficios, el auténtico motor de la producción capitalista. Diversos estudios afirman que se tardarán dos años en recuperar el actual nivel global de ganancias. Aunque se repartan este año 1,5 billones en dividendos, éstos descenderán entre un 15% y un 35% respecto a 2019. Y el FMI anuncia que los grandes bancos pueden ver descender, hasta 2025, la rentabilidad -la tasa de ganancia- de su negocio.
¿Cómo se plantean las grandes burguesías del planeta responder a esta crisis, donde está afectada la producción y distribución de mercancías (base imprescindible de sus enormes beneficios), y la tasa de ganancia (único objetivo que persiguen)?.
Existen diferencias y semejanzas entre ellas.
En Europa se ha optado por financiar con dinero público la contención de la destrucción de empleo, con 42 millones de trabajadores sometidos a ERTEs. Mientras en EEUU el paro se ha disparado hasta los 36,5 millones, la cifra más alta desde 1948, con 20 millones de empleos destruidos en abril. Ha sido una decisión consciente, basada en recurrir en primer lugar a los despidos para minimizar las pérdidas del capital.
La gran burguesía norteamericana ha optado por limitar al máximo las medidas de confinamiento, apostando por recuperar cuanto antes la producción, a pesar de que ello le colocará a la cabeza del ranking mundial de fallecidos. Es lo que el economista Paul Krugman ha definido como “morir para salvar el Dow Jones”. No es una exageración. El gobierno norteamericano ha basado su decisión en un estudio para el que “el coste de una vida humana perdida [para los capitalistas, se entiende] ronda los 9,3 millones de dólares”. Concluyendo que era más rentable -para ellos- un determinado índice de muertes que la paralización de la economía fruto del confinamiento.
Estos cálculos también los han realizado las grandes burguesías europeas, que han presionado para que en todos los países de la UE se aceleren las etapas del desconfinamiento, extendiendo también un clima social de que “el peligro ha pasado” y “es hora de retomar la actividad”.
Pero la principal barrera levantada -y en eso coinciden todas las burguesías del planeta- es la masiva utilización del Estado para sostener la economía capitalista y sufragar las pérdidas.
Hasta los más ultraliberales reclaman ahora una masiva inversión estatal. Deben movilizarse los recursos públicos para que no se toque el ingente capital acumulado por las oligarquías financieras.
Estamos viviendo la mayor inyección de dinero público en la economía de toda la historia del capitalismo.
Saquemos las cuentas.
Las medidas adoptadas por los Estados suman un desembolso de 9 billones de dólares. Sería el tercer país del planeta por volumen de PIB.
Pero los diez mayores bancos centrales del planeta han inyectado liquidez a la economía, haciendo uso de su potestad de fabricar moneda, por valor de 20 billones de dólares.
En total, se han movilizado 29 billones de dólares de los que responden los Estados. Supera el PIB norteamericano y duplica el de China.
El ranking de dinero público desembolsado coincide con el de los principales países imperialistas. A mayor fortaleza, más intervención estatal.
Lo encabeza EEUU, el falsamente llamado paraíso del “neoliberalismo”, con siete billones de dinero público gastado. Y le sigue Alemania, con 1,2 billones. O Japón con 1 billón.
La batalla ahora está en quien se beneficia, y quien paga esos 29 billones.
Nos han vendido que dinero público comprometido va a ir destinado a gasto sanitario y ayudas sociales. La realidad es otra muy diferente.
En EEUU, el 70% de la inversión de dinero público se entrega a bancos y monopolios.
Para tener una idea de lo que sucede en Europa, miremos hacia el BCE. Entre junio de 2020 y julio de 2021 pondrá a disposición de la gran banca europea hasta tres billones de euros, a un interés negativo del 1%. Es decir, no solo les otorgará una financiación que duplica el PIB español, sino que les pagará por quedarse con ese dinero, que luego los bancos prestarán a un interés evidentemente positivo. Según reconocen todos los analistas “este tipo negativo es un subsidio directo a los bancos”.
Sobre quién va a sufragar ese ingente desembolso se va a abrir una agudísima lucha que apenas está empezando a emerger. Y que estallará en los próximos meses, cuando la pandemia haya sido realmente contenida y estemos instalados en la “nueva normalidad”.
PARA EL DIÁLOGO:
Solo existen dos mecanismos de pago:
- Cargar el pago de la deuda sobre la población, a través de despidos, recortes salariales, incremento del grado de explotación, disminución de los gastos sociales... Cada burguesía monopolista va a hacerlo en su propio país. Y las grandes potencias imperialistas van a imponerlo fuera de sus fronteras: EEUU a nivel global a través de organismos como el FMI, y Alemania a escala europea esgrimiendo las instituciones de la UE.
- Descargar la factura sobre los eslabones más débiles y dependientes de la cadena imperialista.
Y no depende de “la eficiencia en la gestión”, ni el “dinamismo económico”, son imposiciones que se ejecutan mediante la fuerza político-militar de los Estados.
Como superpotencia, EEUU dispone de numerosos mecanismos para imponer al resto del mundo que paguemos su deuda.
El financiero Warren Buffet, director de Berkshire hathaway, uno de los fondos más grandes del planeta, ha remarcado “por qué EEUU no puede quebrar por mucha deuda que tenga”, contestando simplemente que “la solvencia del país está asegurada porque su deuda está en dólares”. Que el resto del planeta está obligado a comprar.
Todos los países están atesorando dólares, necesarios para pagar en las operaciones internacionales. Solo el BCE ha aumentado un 15,6% sus reservas de dólares. Y la Reserva Federal, la única que tiene la llave de la “máquina de fabricar dólares”, ha decretado que cualquier banco central que posea títulos de deuda norteamericanas podrá intercambiarlos por dólares. Así, comprar deuda de EEUU se ha convertido en uno de los pocos mecanismos para garantizar la liquidez.
Al mismo tiempo, como sucedió en 2008, la superpotencia va a utilizar todo su poder para trasladar sus pérdidas sobre los países del campo imperialista norteamericano.
A una escala “regional”, pero no menos voraz, Alemania va a utilizar su hegemonía en la UE para imponer al resto de países una transferencia de recursos.
Se están celebrando los planes de reconstrucción presentados desde Bruselas o Berlín, como una “ayuda” que beneficiará a España y que “no irá acompañada de la exigencia de recortes, como en 2010 o 2012”. Revisemos la “letra pequeña” de esos acuerdos:
- -El plan de medio billón de euros presentado por Alemania y Francia asegura que consistirá no en créditos sino en transferencias “a fondo perdido”. Pero la asignación de ese dinero se hará según la población y la contribución al presupuesto comunitario de cada país. El resultado será que Alemania y Francia, por ese orden, serán quienes más reciban.
- -La Comisión Europea ha presentado un fondo de recuperación para la economía europea de 750.000 millones, de ellos medio billón corresponderá a subsidios a fondo perdido, y 250.000 millones a préstamos. Según las informaciones publicadas a España le corresponderían 77.324 millones en ayudas y 63.122 millones en créditos. Esa es una pequeña parte de los 300.000 millones que, solo este año, necesitará España.
- -Pero además, cada país deberá enviar ese plan de reformas e inversiones no solo a la Comisión Europea sino a cada país, que podrá aprobarlo o vetarlo. De esta manera, Alemania, directamente o a través de Holanda o Austria, paladines de la ultra ortodoxia financiera, podrá controlar las inversiones y reformas que realice España.
PARA EL DIÁLOGO:
- ¿Qué dudas nos genera el texto de esta entrada?.
- ¿Qué ideas resaltaríamos de estos textos?. ¿Qué nos llama más la atención y porqué?.
- ¿Qué otras informaciones aportaríamos que pudieran ampliar estos datos, mejorarlos o rectificarlos caso de que no los veamos correctos?.
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