Sistach,
sobre evangelización urbana: «Las personas quieren ser acogidas como tal, no
son un número».
Fue en
el cónclave que elegiría a Jorge Mario Bergoglio como primer Papa
latinoamericano. Entonces, el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez
Sistach, habló con su homólogo de Buenos Aires sobre la necesidad de dar un
nuevo impulso a la pastoral de las grandes ciudades. Ya con Francisco como
Pontífice, Sistach decidió liderar un nuevo proyecto para reflexionar y
proponer líneas de acción sobre la presencia de la Iglesia en las urbes de
nuestro tiempo.
Tras
varios encuentros con el Papa, una audiencia y dos congresos –uno de expertos y
otro de obispos–, aquella iniciativa que se forjó en los pasillos de Santa
Marta coge fuerza. El primer paso ha sido la publicación del libro «La Pastoral
de las Grandes Ciudades», editado en castellano por PPC Editorial y en catalán
por Claret, editado por el propio Martínez Sistach. Durante su estancia en
Madrid para presentar el volumen, dedicó unos minutos a LA RAZÓN.
– Reconoce
que es necesario conocer nuestras ciudades. Tras este período de reflexión y
análisis, ¿qué ha descubierto en ellas?.
– Bastantes
cosas, pues uno vive en una gran ciudad, pero no ha leído mucho sobre ella.
Desde el punto de vista sociológico he descubierto que las ciudades, como dice
el Papa, son ambivalentes. Tienen muchas ventajas, pero no son para todos;
también veo mucha dificultades. Cuando uno se acerca a una gran ciudad va
descubriendo distintas ciudades. Me
contaba un sacerdote que sale a caminar cada día que a medida que avanzaba se
encontraba ciudades diferentes. Por lo tanto, hay que abrir los ojos y
descubrir todas las ciudades que se presentan en una misma ciudad. Y esto es
muy importante para llevar el mensaje de Jesús y que éste llegue. En uno de los
congresos, un obispo de la región de Buenos Aires contaba que allí dedican una
semana a recorrer la ciudad, a conocerla, a descubrir sus barrios, las
personas, el arte, la pobreza... Hay que conocer y patear la ciudad, porque
Dios vive en ella. Esto nos ayuda a superar todos los aspectos negativos: la
violencia, la soledad, la falta de comunicación...
– Pero
pueden ver sus efectos. Por ejemplo, Dios está en los vecinos que están al lado
de los desahuciados. ¿No es ésa una presencia de Dios en las grandes ciudades y
en el corazón de la vida de estas personas?. Seguro que la persona desahuciada
encuentra a Dios en esa ayuda. Hay muchos signos de Dios en las grandes ciudades,
signos de justicia, de gente que quiere cambiar de vida para ayudar a la
sociedad.
– ¿Ha
perdido la ciudad su cara más humana?.
– Hoy
caminamos para hacerlas más humanas. Lo que pasa es que con la cantidad de
personas que llegan a ella es difícil. Si una cosa buena ha traído la crisis es
el haber descubierto que el dinero no lo hace todo y que se puede vivir en la
austeridad. Digo austeridad, no pobreza ni miseria.
Los
que tenemos algunos años vivimos en la austeridad tras la Guerra Civil y seguimos
viviendo. Hay valores que no se pueden olvidar, líneas rojas que no se pueden
pasar, porque si no las ciudades se convierten en selvas. Si la economía sólo
se dirige por criterios económicos y de ganancias, la persona queda subordinada
a éstos, y la persona debe ser el centro.
– ¿Cómo
debe ser la presencia de la Iglesia?.
– Debe
hacerse presente en el espacio público. Vivimos un tiempo en el que el laicismo
quiere relegar la fe y la religión a la conciencia y a la sacristía y limitarla
en la convivencia social. El Estado es laico y así debe ser, pero la sociedad
no es laica, sino plurirreligiosa y diversa también en la increencia. En la convivencia social tiene que estar la
fe como lo está la música, el arte y la cultura.
– El
Papa habla de pastores con olor a oveja, ¿a qué tiene que oler en la ciudad?.
– A
ciudadano, a persona, a masa, que son las que van en el metro cada día. Hay que
estar en el medio de las personas, caminando con ellas, a su servicio. Ésta
debe ser la actitud de la Iglesia. En cualquier caso, la pastoral de las
ciudades es tarea de todos: obispos, curas, laicos...
– Tiene
que ser el pastor de toda la ciudad y procurar que la Iglesia de ese lugar esté
al servicio de todas las personas, creyentes o no creyentes. Se nos pide a la
Iglesia en general que seamos receptivos y acogedores, porque las personas
quieren ser acogidas como tal y no como un número.
– Hablaba
de creyentes y no creyentes. ¿Es importante en el diálogo interreligioso?.
– Sí. En
este contexto, cada realidad tiene que ser coherente y ofrecer su propuesta.
Este es el verdadero diálogo. Una sociedad laicista privaría a los ciudadanos
de una religión u otra que se puedan manifestar en sus fiestas, tradiciones u
opiniones, incluso sobre cuestiones éticas o proyectos de ley. Tienen derecho a
ofrecer su punto de vista, sustentado por una antropología concreta.
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