Hemos analizado conjuntamente las inquietudes de nuestras
Cáritas, de nuestras comunidades y proyectos, y en particular de los 62.000
voluntarios y voluntarias que, en estos tiempos complejos, se encarnan a diario
en la realidad de los últimos de la sociedad. “Nos hemos acercado a las
muchedumbres y escuchado sus llamamientos, gritos de preocupación y esperanza a
la vez. En estas circunstancias, hemos podido ver con nuevo relieve los graves
problemas de nuestro tiempo (…) comunes a una humanidad que se pregunta sobre
su futuro, sobre el significado y orientación de los cambios en curso”
(Octogesima Adveniens 2).
Es esta voz de las personas en situación más precaria, y
que en número creciente –más de un millón en 2011— llaman a las puertas de
nuestra red confederal de atención primaria, la que nos urge a actuar de manera
responsable y global, personal y colectiva. Sus gritos nos hablan del riesgo de quiebra de la cohesión social que
amenaza hoy a más de una cuarta parte de la población española, mientras
asistimos al aumento de los índices de pobreza, a la cronificación de muchas
situaciones de precariedad, al retroceso de los sistemas de protección social y
al desgaste de los mecanismos de protección familiar.
La actual coyuntura está
consolidando estructuras de injusticia y de sufrimiento, donde los ciudadanos
con mayor desventaja social son los grandes olvidados del sistema y soportan
las consecuencias de una crisis que ha agudizado otra crisis (de modelo de
desarrollo) anterior, que existía ya en tiempos de bonanza económica, y que
está disparando la desigualdad y expulsando a muchas personas a los márgenes de
la sociedad.
Por ello, desde Cáritas queremos optar por acciones
auténticamente significativas, que activen la solidaridad entre personas,
comunidades y pueblos, y que sirvan para denunciar las situaciones de opresión
y de sufrimiento a las que nos acercamos cada día.
Nos encontramos ante un
modelo social tiranizado por lo económico, ante el que es necesario promover
sin demoras un cambio de paradigma y un nuevo marco de convivencia que redefina
las prioridades básicas de la sociedad ante el poder de los mercados, tal y como señala Benedicto XVI en
Cáritas in Veritate. Por eso, renovamos
nuestra apuesta por un modelo de desarrollo globalizado, basado en la
promoción, el acompañamiento y la denuncia profética, cuyo centro sea la
persona y que garantice el ejercicio de los DDHH, la participación, la
creatividad social, la justa distribución de la riqueza y el desarrollo
armonioso con el medio ambiente.
En la actualidad, el debate público está sujeto a una
dialéctica perversa entre la primacía de lo social o de lo económico, donde el
orden de los factores sí altera el producto. Bajo el principio de austeridad, en todos los niveles territoriales de la Administración se
está apostando por reducir en primer lugar los gastos en políticas sociales,
que evidencia la supeditación de la agenda social al dictado económico. Esta tendencia está teniendo consecuencias
graves sobre las políticas sociales y los servicios sociales, la capacidad de
atención y respuesta a las personas más vulnerables, la financiación a la acción
de las organizaciones sociales y los espacios de participación de la sociedad civil.
Tal y como nos muestran la Comisión Europea
y las Naciones Unidas, se está produciendo un claro retroceso en materia de
derechos sociales y una merma de recursos públicos que suponen la quiebra de
muchos procesos de acompañamiento a personas excluidas, así como la
desaparición de organizaciones sociales, de sus proyectos y centros. Esto
genera un grave vacío en el tejido asociativo, tal vez irreparable, precisamente
cuando son más necesarios los procesos de acogida y de integración.
Reiteramos, en este
sentido, que es el Estado quien, en sus distintos ámbitos territoriales, tiene
el mandato de garantizar el acceso de todos a los derechos constitucionales
básicos: alimentación, empleo, vivienda, sanidad y educación. Para ello, volvemos
a reclamar con urgencia la puesta en marcha de un sistema de garantía de ingresos
mínimos.
Asistimos, también, a una escandalosa política de
cooperación que, en lugar de garantizar el derecho al desarrollo de los
pueblos, se aleja cada vez más de los compromisos del Pacto de Estado contra la Pobreza y del Pacto
Mundial por los Objetivos de Desarrollo del Milenio, lo que contribuye a
ensanchar la brecha entre los países y los pueblos. En un mundo interconectado, las políticas públicas no pueden dar la
espalda al desarrollo con otros, desde una perspectiva internacional
inspirada por la solidaridad fraterna en la que “todos somos responsables de
todos”, como nos recordaba Juan Pablo II en Sollicitudo Rei Socialis.
Por estas razones, cuando somos testigos de múltiples
rupturas --personales, familiares, sociales y globales--, apostamos por una
presencia de Cáritas en la vida pública que sea, necesariamente,
contracultural, imbuida por una lógica de valores diferentes a los imperantes y
que nos impulsen, como servicio organizado de la caridad en el seno de la Iglesia, a ser y hacer de
otro modo. Debemos estar con y para
quienes más sufren, y denunciar también las estructuras de pecado que generan
este sufrimiento. De manera especial, queremos manifestar nuestra solidaridad y
cercanía con las familias y personas más golpeadas por las actuales condiciones
de precariedad.
Renovamos nuestra opción preferencial por los pobres, porque quien opta
por Jesús opta por ellos y por el Espíritu que actuó en Él, ungiéndolo “para
anunciar a los pobres la
Buena Nueva, para proclamar la liberación a los cautivos, y
la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año
de gracia del Señor”
(Lc 4,18).
Concluimos nuestra Asamblea con una llamada a la acción y
a la esperanza, y con una invitación, en estos tiempos de zozobra, a compartir
incluso lo necesario para, como propone nuestra campaña institucional, podamos “vivir sencillamente para que otros,
sencillamente, puedan vivir”. Y agradecemos la corriente de gratuidad,
silenciosa y admirable, de tantas personas voluntarias y donantes de Cáritas
que, dando incluso mucho de lo que tienen para vivir, han asumido como estilo
de vida el compromiso del ser antes que el tener y son capaces de cambiar cada
día su pequeña parcela de mundo.
El Escorial, 24 de junio de 2012
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