Domingo
32 Tiempo ordinario – B (Marcos 12,38-44)
Evangelio
del 11 / Nov / 2018Publicado el 05/ Nov/ 2018
El
contraste entre las dos escenas no puede ser más fuerte. En la primera, Jesús
pone a la gente en guardia frente a los dirigentes religiosos: «¡Cuidado con
los maestros de la Ley!», su comportamiento puede hacer mucho daño. En la
segunda llama a sus discípulos para que tomen nota del gesto de una viuda
pobre: la gente sencilla les podrá enseñar a vivir el Evangelio.
Es
sorprendente el lenguaje duro y certero que emplea Jesús para desenmascarar la
falsa religiosidad de los escribas. No puede soportar su vanidad y su afán de
ostentación. Buscan vestir de modo especial y ser saludados con reverencia para
sobresalir sobre los demás, imponerse y dominar.
La
religión les sirve para alimentar su fatuidad. Hacen «largos rezos» para
impresionar. No crean comunidad, pues se colocan por encima de todos. En el
fondo solo piensan en sí mismos. Viven aprovechándose de las personas débiles,
a las que deberían servir.
Marcos
no recoge las palabras de Jesús para condenar a los escribas que había en el
Templo de Jerusalén antes de su destrucción, sino para poner en guardia a las
comunidades cristianas para las que escribe. Los dirigentes religiosos han de
ser servidores de la comunidad. Nada más. Si lo olvidan, son un peligro para
todos. Hay que reaccionar para que no hagan daño.
En la
segunda escena, Jesús está sentado frente al arca de las ofrendas. Muchos ricos
van echando cantidades importantes: son los que sostienen el Templo. De pronto
se acerca una mujer. Jesús observa que echa dos moneditas de cobre. Es una
viuda pobre, maltratada por la vida, sola y sin recursos. Probablemente vive
mendigando junto al Templo.
Conmovido,
Jesús llama rápidamente a sus discípulos. No han de olvidar el gesto de esta
mujer, pues, aunque está pasando necesidad, «ha echado de lo que necesitaba,
todo lo que tenía para vivir». Mientras los maestros viven aprovechándose de la
religión, esta mujer se desprende por los demás, confiando totalmente en Dios.
Su
gesto nos descubre el corazón de la verdadera religión: confianza grande en
Dios, gratuidad sorprendente, generosidad y amor solidario, sencillez y verdad.
No conocemos el nombre de esta mujer ni su rostro. Solo sabemos que Jesús vio
en ella un modelo para los futuros dirigentes de su Iglesia.
También
hoy tantas mujeres y hombres de fe sencilla y corazón generoso son lo mejor que
tenemos en la Iglesia. No escriben libros ni pronuncian sermones, pero son los
que mantienen vivo entre nosotros el Evangelio de Jesús. De ellos hemos de
aprender los presbíteros y los obispos.
José
Antonio Pagola
https://www.gruposdejesus.com/domingo-32-tiempo-ordinario-b-marcos-1238-44/
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