Domingo
31 Tiempo ordinario – B (Marcos 12,28-34)
Evangelio
del 04 / Nov / 2018
Son
bastantes los que, durante estos años, han ido pasando de una fe ligera y
superficial en Dios a un ateísmo igualmente frívolo e irresponsable. Hay
quienes han eliminado de sus vidas toda práctica religiosa y han liquidado
cualquier relación con una comunidad creyente. Pero ¿basta con eso para
resolver con seriedad la postura personal de uno ante el misterio último de la
vida?.
Hay
quienes dicen que no creen en la Iglesia ni en «los inventos de los curas»,
pero creen en Dios. Sin embargo, ¿qué significa creer en un Dios al que nunca
se le recuerda, con quien jamás se dialoga, a quien no se le escucha, de quien
no se espera nada con gozo?.
Otros
proclaman que ya es hora de aprender a vivir sin Dios, enfrentándose a la vida
con mayor dignidad y personalidad. Pero, cuando se observa de cerca su vida, no
es fácil ver cómo les ha ayudado concretamente el abandono de Dios a vivir una
vida más digna y responsable.
Bastantes
se han fabricado su propia religión y se han construido una moral propia a su
medida. Nunca han buscado otra cosa que situarse con cierta comodidad en la
vida, evitando todo interrogante que cuestionara seriamente su existencia.
Algunos
no sabrían decir si creen en Dios o no. En realidad, no entienden para qué
puede servir tal cosa. Ellos viven tan ocupados en trabajar y disfrutar, tan
distraídos por los problemas de cada día, los programas de televisión y las
revistas del fin de semana que Dios no tiene sitio en sus vidas.
Pero
nos equivocaríamos los creyentes si pensáramos que este ateísmo frívolo se
encuentra solamente en esas personas que se atreven a decir en voz alta que no
creen en Dios. Este ateísmo puede estar penetrando también en los corazones de
los que nos llamamos creyentes: a veces nosotros mismos sabemos que Dios no es
el único Señor de nuestra vida, ni siquiera el más importante.
Hagamos
solo una prueba. ¿Qué sentimos en lo más íntimo de nuestra conciencia cuando
escuchamos despacio, repetidas veces y con sinceridad estas palabras?:
«Escucha: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus
fuerzas». ¿Qué espacio ocupa Dios en mi corazón, en mi alma, en mi mente, en
todo mi ser?.
José
Antonio Pagola
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