La espiritualidad es el alma de la praxis. Por eso la espiritualidad cristiana no es otra que el Espíritu Santo, “alma” de la praxis de Jesús. Vivir respirando el aire/amor del Espíritu de Jesús es vivir verdaderamente la espiritualidad cristiana, vida que se alimenta del Cuerpo y la Sangre, eucaristía, de Jesús, y hace suya, en carne propia, la alegría del Evangelio de los pobres: «vuestro es el Reino de Dios». ¡Bendito sea Dios Padre, que por Jesús y el Espíritu, nos ha hecho sus hijos queridos con voluntad irrevocable! ¡Y bendita sea “María, madre de Dios y de los pobres”!.
Esta es nuestra espiritualidad: llegar a ser lo que «ya» somos: ¡Hijos de Dios como Jesús! Y serlo en un lugar muy concreto: hijos de Dios en la infame realidad de los excluidos y marginados, de los olvidados y descartados, entre los empobrecidos y vejados del mundo obrero…
Ahora bien, serlo en una realidad así es imposible cuando uno se mantiene al margen del compromiso social y político, verdadero camino de liberación si permanecemos en este lugar al que Cristo se unió para siempre: el último lugar entre los últimos. Este lugar es un lugar de gracia, porque está sostenido por la presencia del Dios trinitario, que se manifiesta allí donde los hombres y mujeres combaten por su dignidad de “hijos de Dios”.
Mantener en el primer plano de nuestras preocupaciones la realidad de los oprimidos de la tierra, transparentar la presencia de Dios en esta historia de dolor y lucha, historia ya cansada de tanta injusticia; combatir la idolatría de este sistema económico “mentiroso y criminal” (cf. Jn)… convertirnos “con un corazón puro” a las exigencias de la justicia divina (cf. Mt)… eso queremos. ¡Bendito sea Dios!.
Que el mundo del trabajo está estructurado de tal modo que nos deshumaniza a todos, es fácil de comprobar: basta con que uno quiera vivir según la dignidad esencial que le corresponde simplemente por ser persona. Desde hace tiempo se está convirtiendo a las personas trabajadoras en “ratas de laboratorio” de este criminal sistema económico. Y en cuanto a los de arriba, a los “vencedores”, este sistema solo les ofrece como disfrute una vida infame e impropia de seres humanos. ¡La abominación de la desolación!.
Es verdad: la vida y la muerte de las personas concretas, en especial de quienes se encuentran en los márgenes y fuera del orden económico mundial económico, cultural y político, son pasadas por alto por esta sociedad superficial del espectáculo ñoño, se vuelven invisibles, desapareció el sufrimiento de los pobres: inmigrantes sin trabajo, ancianos en asilos, madres solteras, jóvenes desempleados, trabajadores precarios, indigentes, etc., son vidas prescindibles… pañuelos de papel tirados en la calle…
¡Y cuántos fatalistas y resignados a esta situación! Pero esta situación es consecuencia del pecado personal y estructural, y el pecado no es una realidad necesaria, ¡no tiene la última palabra! Para esto vino Jesús y en ello empeñó su vida, para liberarnos del pecado y de la muerte (cf. S. Pablo). ¡Nadie nos arrebatará esta esperanza divina!.
Obreros cristianos, vamos, pues, a involucrarnos con Él contra esta realidad de sufrimiento e injusticia que es nuestro pan cotidiano. Vamos a participar en los anhelos de vida que surgen del corazón de los obreros explotados. Y vamos a dejarnos llevar por la gracia que nos habita y les habita… ¡celebremos el don irrevocable del Dios de la Vida que se nos manifestó en Jesús!.
En su nacimiento Jesucristo se descentró, se fue a los márgenes; más aún, “siendo rico se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9); sí, “se despojó de sí mismo para tomar la condición de esclavo” (Flp 2,7). Este es el divino camino de la verdadera espiritualidad. Este es el camino que vamos a seguir los obreros cristianos.
–Humilde artesano de Nazaret, Jesús Obrero, nacido en un establo, en medio de campesinos y pastores: a ti solo damos culto, ¡jamás al dios mamón de este sistema! Fuera de los límites de esta sociedad pagana salimos al encuentro de tus hermanos pequeños, para realizar con ellos, “excéntricos todos” –“pecadores y publicanos, prostitutas y enfermos, pobres” (cf. Evangelios), “necios, débiles y despreciables, gente que no cuenta” (cf. S. Pablo)–, tu sueño comunitarista.
–Jesús, te identificaste con los despojos humanos, extranjeros, indigentes… ¡a la escoria humana la propusiste como lugar de tu presencia! (cf. Mt 25), convertido tú mismo en un despojo en cruz. ¡Bendito seas, Jesús, porque pobres y torturados de la historia representan el lugar privilegiado para encontrarte crucificado y resucitado! No pasaremos de largo, perdidos en falsos rezos, extasiados en altas teorías, ante el dolor del malherido en el camino de esta infame «civilización del descarte». Samaritanos como tú, ya uno de ellos, cargaremos en tu nombre a los que la injusticia masacra cada día: los silenciados y olvidados, los desocupados y desamparados, los desahuciados, las desempleadas y extranjeras… ¡la inmensa muchedumbre de los trabajadores sin trabajo! y realizaremos con ellos de nuevo el Éxodo de «unos cielos nuevos y una tierra nueva donde habite la justicia» de la que estamos hambrientos y sedientos como Tú.
En el Cristo que habita en los pobres se revela el escándalo de la espiritualidad cristiana: “¡a los pobres se les anuncia la buena noticia!”. Encontrarse con Cristo estremece con su impulso a una conversión definitiva, con su exigencia a una radicalidad y una incondicionalidad escandalosa, que solo superamos porque es Jesús quien primero se estremeció hasta la cruz por nosotros. ¡Amor con amor se paga!. Por él vamos a plantar nuestra tienda en el mundo obrero empobrecido, hasta las últimas consecuencias, como Rovirosa.
–Obreros, en un mundo lleno de pecado, el compromiso no se limita a dar limosnas a los pobres, es cosa bien sabida. ¡Pero tampoco a compromisos voluntarios de tres al cuarto! Hay que ir hasta las raíces de la pobreza, la opresión y la exclusión, arriesgándose al rechazo y la persecución. Hay que pagar el precio por la fidelidad a Cristo Obrero empobrecido. ¡Y qué alegría si fuéramos dignos de ello!.
Felices fiestas.
Navidad 2014
Àlvar Miralles
Consiliario Gral. de la HOAC
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