MENSAJE
con motivo del Día Internacional de la Solidaridad Humana
con motivo del Día Internacional de la Solidaridad Humana
En
este tiempo litúrgico del Adviento y con motivo de la celebración, el 20 de
diciembre, del Día Internacional de la Solidaridad Humana, queremos compartir
con las comunidades cristianas y con toda la sociedad el
deseo de “anunciar la buena noticia a los
que sufren, proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la
libertad, y proclamar el año de gracia del Señor” (Isaías, 61, I-2ª,
10-11).
Las
organizaciones que desde 2013 sumamos nuestros esfuerzos en el marco de la
iniciativa Enlázate por la Justicia (Cáritas,
Confer, Justicia y Paz, Manos Unidas y REDES) para dar cuenta y razón de
nuestra visión fraterna de la cooperación al desarrollo desde un Cristo
comprometido con los pobres, y movilizar a todos en la defensa de la justicia
global, los derechos humanos y la dignidad de las personas más vulnerables,
dirigimos nuestra mirada sobre la escandalosa realidad de desigualdad y pobreza
que sigue afectando a los numerosos países y regiones de todo el mundo donde
estamos presentes.
A
la puertas de la Navidad y ante el inicio de un nuevo año, llamamos la atención
sobre el significado decisivo que 2015 tiene para todos nosotros.
En
primer lugar, se cumplirán dos décadas desde que la sociedad española empezara
a exigir la inversión del 0,7% del Producto Interior Bruto (PIB) en programas
de ayuda al desarrollo, un objetivo que si entonces aún era viable, hoy se
dedica tan sólo un 0,16% y es víctima del brutal desplome presupuestario que
afecta a la cooperación internacional de nuestro país, sin parangón en ningún otro país donante.
Y,
segundo, en 2015 expira el plazo que las naciones miembros de la ONU acordaron
en el año 2000 para alcanzar los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio
(ODM): erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria
universal; promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la
mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el
VIH/sida, la malaria y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del
medio; y fomentar una alianza mundial para el desarrollo.
Nuestras
entidades y comunidades de Iglesia han aportado toda su rica experiencia,
recursos y capacidades para progresar en ese compromiso. Y aunque ha habido
algunos avances, son todavía legión los hermanos nuestros que siguen al margen
de esos Objetivos. Es más, en los últimos años se ha consolidado un modelo
global de desarrollo que genera lo que el Papa Francisco define como “cultura
del descarte”, que expulsa a miles de millones de seres humanos hacia unas
condiciones de desigualdad creciente y de negación de derechos sociales
básicos. Mientras, quienes más tienen siguen acumulando cada vez más riqueza, y
la exhiben.
Desde
nuestra identidad cristiana y como miembros de una Iglesia que “guiada por el Evangelio de la misericordia y
por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a
él con todas sus fuerzas” (Evangelii Gaudium, 188), queremos compartir con
nuestros hermanos, miembros de una sola familia humana, nuestra respuesta
renovada a la pregunta que Dios Padre nos lanza: “¿Dónde está tu hermano?” (Gen, 3:9).
Os
proponemos, para ello, seguir compartiendo la tarea inaplazable de acompañar a
los más vulnerables, a todos esos hermanos descartados en la carrera del
desarrollo que van a quedar de nuevo al margen de los objetivos de crecimiento
identificados en la agenda con la que la comunidad internacional prepara el
post-2015.
Os
convocamos también a participar en una tarea colectiva de responsabilidad para seguir
denunciando las condiciones de desigualdad e injusticia que afectan a las
personas que acompañamos, y a combatir un modelo deshumanizado de economía
basada en la exclusión y el máximo beneficio, donde los niños, los ancianos,
las mujeres, los migrantes, los enfermos, y las minorías étnicas o religiosas
quedan abandonadas a su suerte.
Os
animamos a actuar dentro de vuestros espacios vitales y comunitarios para
transformar esta realidad dominada por el consumo, la acumulación de bienes y
el individualismo mediante un cambio de estilos de vida que los haga más
austeros, y más abiertos a la solidaridad y la fraternidad con los derechos y
la dignidad de los empobrecidos.
Y
os proponemos seguir trabajando de manera activa durante 2015 en todos los
ámbitos públicos de participación para reclamar a los responsables políticos y
agentes sociales --nacionales e internacionales-- una gestión austera,
transparente, eficaz y valiente a favor de las auténticas prioridades de un
proyecto de desarrollo social realmente humano: la lucha contra la desigualdad
y la injusticia, y la promoción y protección de los derechos humanos de los más
vulnerables.
Por
todo lo anterior, es nuestro deber exigir a las Administraciones Públicas que cumplan
con lo comprometido en el Pacto de Estado, firmado por todos los partidos
políticos en diciembre de 2007, y recuperen la Ayuda Oficial al Desarrollo
(AOD) que ha sido desmantelada como política pública y representa niveles de solidaridad
inferiores a los que había hace 20 años.
Renovamos
nuestra apuesta por una nueva narrativa de desarrollo escrita desde la reciprocidad
y corresponsabilidad, en la que los empobrecidos sean los protagonistas. Y
recordamos que todos somos una sola familia humana: nuestros rostros reflejan
la diversidad del mundo, pero también una idéntica esperanza en el futuro y una
sólida firmeza en la defensa de nuestra dignidad y la de nuestras familias.
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