En los
últimos tiempos venimos asistiendo en España a un cúmulo de noticias
relacionadas con la corrupción generalizada de la clase política, de
empresarios de la construcción y de allegados de ambos. La corrupción y la
exclusión y la marginación sociales corren parejos por todo el país.
Se
calcula que son 12 millones de habitantes los que padecen directa o
indirectamente las consecuencias de la crisis económica, de las maquinaciones
financieras y del expolio del dinero público metódicamente practicado por
numerosos políticos a todos los niveles, empezando por miembros de la cúpula
del partido del actual gobierno y del propio gobierno.Todo ello consecuencia de
la suma de los siguientes factores individuales y sociológicos:
- Ambición patológica, idea generatriz extendida de que, como en la caza: lo que es de todos es del primero que ve la pieza, falta absoluta de escrúpulos favorecida por 'una libertad al servicio de los poseedores y no de los desposeídos' (pues la poca que tienen estos han de dedicarla a su supervivencia).
- Leyes benévolas con los autores de los delitos económicos, una legislación procedimental que propicia la trampa hasta el extremo de que en el enjuiciamiento de dichos delitos prevalece el valor de la forma sobre el fondo, al igual que el sistema dominado por 'el pensamiento neoliberal valora de manera enfermiza la propiedad privada por encima de la pública, protegiéndola a veces más que a la vida humana'. Pues bien el carácter estructural de la corrupción lo imprime el papel irrelevante de la Justicia, en cuanto a resultados, en esos hechos delictivos.
- Gran aparatosidad mediática, miles de procesos abiertos por esa causa, qué más da, cientos o miles de imputados, pero apenas nadie entra en la cárcel, y cuando alguien entra en ella sale enseguida; nadie devuelve los miles de millones fruto de los desfalcos pero tampoco la Justicia confisca precautoriamente sus bienes para que respondan del dinero malversado o dilapidado, y los embargos preventivos a duras penas cubren las responsabilidades penales y civiles.
...Que
las escuchas telefónicas y las grabaciones acaben siendo causa de nulidad del
proceso encaminado a depurar la responsabilidad penal, sugiere la maniobra
dilatoria o exculpatoria del autor del delito; delito conocido justo gracias a
aquéllas. Que no es tanto la falta de medios -que también- como que la propia
Justicia contribuye a la impunidad de los delitos llamados de cuello duro en la
medida que es implacable con los delitos llamados de bagatela, y que la razón
de esta grave disfunción anida en el espíritu de buena parte de los juzgadores
emboscados en el órgano colegiado que es cada tribunal (así como en parte del
cuerpo fiscal) y en la grave lacra de la politización de la justicia, es una
constatación constante.
...Que
a dos jueces (Baltasar Garzón y Elpidio Silva) instructores de delitos
económicos de una tremenda envergadura como posteriormente se ha comprobado, la
propia Justicia les haya apartado e inhabilitado de su carrera, tampoco tiene
que ver con la falta de medios y sí con un minimizar la gravedad de los
ilícitos cometidos por personajes de las élites. El hecho de que la Justicia
cuente con: órganos fuertemente politizados, (Tribunal Constitucional y el
Consejo del Poder Judicial), una Ley de Enjuiciamiento Criminal mostrenca
favorecedora de los ya privilegiados, y una sospechosa política penitenciaria
que condesciende con los pocos penados que acaban en la cárcel por periodos
breves, redondea la impresión generalizada en la ciudadanía de que...el
objetivo, no de los jueces instructores individualmente considerados, sino de
los juzgadores constituidos en tribunales como otra clase de poder político o
ideológico, es amparar a los poderosos y a las clases sociales hegemónicas;
impresión reforzada por la miserable aplicación por el gobierno del instituto
del indulto, directo o encubierto, cuando sabe de un corrupto condenado.
Se habla de la opacidad de los gastos de la
Casa Real, de la opacidad en la financiación de los partidos políticos, de la
opacidad de los gastos de diputados y senadores, de la opacidad en el ejército
y en otros ámbitos institucionales… Pero no se destaca lo turbio del aparato de
la Justicia inclinado a favor de unos segmentos de sociedad en perjuicio de
todos, con una manifiesta asimetría entre el trato dispensado a unos segmentos
y a otros.
El caso es que la impunidad acaba a menudo
llegando bien por la prescripción, es decir, por el paso del tiempo de una
instrucción penal excesivamente prolija, bien por toda clase de argucias
leguleyas, insertas en la legislación aplicable, a la que los defensores
recurren cuando se sientan (o no acaban nunca de sentarse por motivos
aparentemente sólo 'garantistas') ante la justicia políticos y empresarios
grandes defraudadores, grandes impostores y grandes saqueadores de dinero
público.
Todo lo cual nos ofrece al final una imagen
tenebrosa y patética de la Justicia española, trufada de artificios que atufan
a una corrupción que se entrelaza a la mismísima columna vertebral del sistema,
inficionando, viciando y falseando su pretendida naturaleza democrática,
arruinando al país, enriqueciendo a unos cuantos y empobreciendo dramáticamente
al resto de la población.
Jaime
Richart
11/20/2014 11:06:00 p. m.
Nuestra reflexión.
El texto firmado por "Jaime Richart" a quien se le podrán
criticar otros escritos -como a cualquiera los suyos ¿quién habrá que escriba o
hable a gusto de todos o lo haga tan a la perfección que sea incensurable?-
señala algo que es de todos conocido, comentado, gritado,... y sobre todo
sufrido.
No vamos a redundar en su crítica a la que le sobran argumentos (otra
cuestión es que gusten o no a ciertos sectores de nuestra sociedad y sobre todo
a algunos personajes) sino en cuestiones de fondo que él detecta, comenta y que
sí queremos destacar y denunciar como Iglesia que somos:
Esta frase no es nuestra: ha sido pronunciada por el propio Don Juan Carlos
de Borbón y Borbón cuando todavía era rey de España. Por él y por muchas otras
personas más.
Así debiera ser, pero todos sabemos que hay distintas baras de medir;
también sabemos que en nuestro sistema prima más el valor de las cosas (dinero,
poder político, etc...) que el de las personas.
2º)- Por encima de la justicia humana está la justicia de Dios.
No es nuestra tampoco la frase: "Hay que obedecer a Dios antes que a
los hombres".
Así debiéramos hacer todos pero con demasiada frecuencia dictamos normas
que amparan el asesinato de los más indefensos y les negamos con ello el ser
tan hijos de Dios como lo somos nosotros.
La justicia de Dios habla de amar a TODOS sin excepción, incluso a los
"enemigos"... pero resulta que no somos capaces de hacer eso ni con
nuestros hijos.
3º)- Al menos, que pueda decirse que vivimos los Derechos Humanos más
elementales.
Pero tampoco. El derecho al trabajo digno en sí mismo como en su salario y a las condiciones en que se desarrolla; a
una vivienda digna por sus espacios, salubridad y servicios; a la salud -para todos- no sólo para quienes pueden costearse compañías privadas; a la educación y a la cultura de manera que pueda existir después verdadera igualdad de oportunidades; a
la justicia,...; etc... se parecen más a una burla hacia el sentido común que a algo
dicho en serio. No hay más que echar un vistazo a lo que sucede a nuestro
alrededor.
Proponemos.
Realizar un comentario serio en nuestro grupo, comunidad cristiana,...
sobre las cuestiones que Jaime Richart señala en su escrito y tratemos
finalmente de llegar a conclusiones prácticas.
Anotamos a continuación algunas cuestiones para la reflexión:
- ¿Qué impresión general nos
produce el escrito de Jaime Richart en relación con el tema que aborda?.
- ¿En qué aspectos nos parece que
exagera,... o bien se queda corto en lo que parece querer decir?. ¿Qué
aportaríamos nosotros al respecto?.
- ¿Qué otros compartimos
plenamente?. ¿Qué datos concretos podríamos aportar para corroborar sus
afirmaciones y/o las nuestras?.
- ¿Qué ejemplos de justicia e
injusticia observamos a nuestro alrededor más cercano?.
- ¿Cuáles pueden ser, a nuestro
juicio, las causas de las injusticias y sobre todo de la corrupción y
falta de coherencia en las medidas contra esa corrupción?.
- ¿Qué consecuencias se derivarían
de una justicia basada en la convicción de que "todos y todas somos
hijos e hijas de Dios" o según marca la Carta Universal de los
Derechos Humanos?.
- ¿Qué podemos hacer, en nuestro
grupo, comunidad cristiana o parroquial, comunidad religiosa,... para vivir
y ayudar a vivir la justicia a la que estamos llamados?.
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