Hace unos años, unos cuantos, observaba cómo cada vez más jóvenes lucían unos auriculares con los cuales tapaban sus orejas y conectaban por cable con un pequeño reproductor de cintas cassette con música que escuchaban mientras caminaban e incluso mientras corrían.
Al principio eran muy poquitos, luego… se empezó a ver más gente así y ello me dio qué pensar al observar que estas personas no se paraban a saludar jamás a nadie –y tampoco nadie les “molestaba” con sus saludos-.
Pensé: “Mala cosa, mala cosa porque esto si se generaliza va a traer como fruto que perdamos conexión con el mundo real, el que tenemos alrededor”, (no existía internet entonces aún) “producirá una sociedad individualista, desconectada, fragmentada y más fácilmente manipulable por quien maneje el poder sobre lo tecnológico”.De eso hará ya más de 40 años. Más tarde
tanto me familiaricé con esto que ya no le di mayor importancia, lo relativicé;
pensé que “no importa que haya esas cosas, lo importante es el uso que hagamos
de ellas, es como la televisión: el problema no es que haya televisión sino el
uso que hagamos de ella será el que hará que pueda ser positivo o negativo”.
Luego llegaron la informática, internet,
las redes sociales,… y rápidamente vi en ello grandes posibilidades, sobre todo
con la informática e internet: “Esto nos va a ahorrar mucho tiempo, va a
facilitar muchísimo el elaborar textos, crear montajes audiovisuales, buscar
información y obtenerla rápidamente,… sin tener siquiera que salir de casa" (uno
era docente y todo lo miraba desde la óptica de la eficiencia y ahorrar tiempo),…
Pero también pensé en lo que ya
reflexioné cuando vi los aparatitos conectados a auriculares de los jóvenes que
salían a pasear o correr con ello pegados a su cuerpo.
“Internet nos pone al alcance infinidad
de informaciones de todo tipo, ya no es necesario ir a las bibliotecas públicas
ni andar preguntando a nadie sobre tal o cual tema, está todo ahí. Pero… al
encerrarme en casa con un ordenador y no conectar físicamente con nadie… vamos
reduciendo la amplitud e intensidad en la comunicación con nuestros entornos”.
“Las redes sociales nos conectan con
cualquiera, incluso con gente que no conocemos ni nos conocen de nada y podemos
estar ahí todo el tiempo que queramos… pero en ese tiempo dejamos de
comunicarnos con quienes están justo a nuestro lado físicamente: sumamos tiempo
virtual y se lo quitamos al tiempo real; también así empobrecemos nuestra
conexión con la vida de aquí mismo, con la realidad más concreta”.
Me llamaba también mucho la atención que los forofos de las redes sociales valoraban enormemente los “Me gusta” y hasta parecían competir a ver quién conseguía más o tenía más seguidores,… y “¿por qué?, ¿para qué?”, me pregunté.
Bien sencillo: “Cuando no se tiene ya
una buena relación con los que tienes en tu casa, cuando disminuyes la
comunicación con los cercanos también decrecen las expresiones de afecto, las
caricias físicas, las palabras amables y agradables de la gente que siempre te
quiso y a las que siempre les importaste,… además de perderte oportunidades de conocer
otras personas de tu ámbito geográfico, de tu vecindario,… porque ya tu tiempo
real se está dedicando cada vez más a lo virtual y no a lo tangible y cercano,
real. Pero no por ello tu necesidad de expresar y sentir el afecto disminuye,
sigue siendo la misma así que… ¿cómo compensar la cosa?, pues con eso: con los
“Me gusta”, con la “aprobación cibernética, con esos apabullantes números de
4.000, 10.000 seguidores, amigos a miles en las redes sociales de quienes sólo
sabes… lo que ellos te quieren contar y de la forma en que ellos quieren que lo
veas”.
¿Dónde está el suelo?.
Sí, dónde está eso porque ¿qué hay de
verdad en todo esto?. Los miles de “amigos” en las redes sociales ¿son
realmente amigos?, ¿cómo sabes si son amigos o a veces ni siquiera existen sino
que son “perfiles falsos”?. Pero las redes sociales les llaman “amigos”
desvirtuando completamente el significado de lo que es una persona amiga.
La inteligencia artificial.
El Papa Francisco en su Mensaje para la paz de 2024 nos plantea una serie de cuestiones relacionadas con la I.A. y su
relación con la paz. Expone dudas e interrogantes que necesitan respuesta pues
están en juego la dignidad humana, valores tan esenciales como la paz, la
armonía social, la justicia,… todo dependiendo de cómo usemos los nuevos
avances tecnológicos.
Mientras tanto se van dando nuevas vueltas de tuerca a la progresión de esos avances como por ejemplo esas “gafas de realidad virtual” que nos ponen en contacto con internet, todas las aplicaciones cibernéticas,…. que nos permiten en cualquier lugar conectarnos con todo lo virtual tan sólo con ponérnoslas y abriendo sus distintas aplicaciones poder interactuar con ello como haríamos en nuestra casa o en el lugar de trabajo. ¡Qué gran avance!, dicen algunos; pero ¡oh casualidad!, más aislamiento respecto del que tenemos al lado también!.
¿Estará todo orquestado?.
Si vamos atando cabos… vemos con
facilidad el hilo conductor y éste no es otro sino el de fragmentarnos y
aislarnos cada vez más; se exacerba hasta el extremo lo individualista y lo
asociativo, lo comunitario, aquello que se construye desde la participación de
todos… ni se menciona; bueno, sí, queda la famosa pandemia COVID-19 que entre
otras cosas (además de ser un pelotazo para el gran negocio de las
farmacéuticas) puso de moda las videoconferencias y encuentros a través de diversas
plataformas.
Hay elementos que refuerzan poderosamente ese aislamiento progresivo a los que necesitamos prestarles atención pues ellos mismos nos darán las claves para aprender a usar adecuadamente estos avances tecnológicos de los que hemos ido hablando:
- La precariedad en los sueldos y los horarios laborales que bien poco respetan y mucho menos potencian las relaciones familiares llevan a que en muchas familias se viva el pluriempleo, además de perjudicar la salud mental; lo cual lleva a que cada vez quede menos tiempo libre para lo que a uno le gustaría y menos aún para poder compartir tiempos compartidos.
- Los padres y madres ante esta situación tratan de apuntar a sus hijos a mil actividades extraescolares no porque gracias a eso esos hijos obtengan una mejor educación y sean todos más felices sino porque no tienen tiempo material para poder estar con ellos cuando no están en los colegios.
- ¿Reuniones presenciales para formación, el compromiso social, etc?, hay un cierto interés en reanudarlas pero... miramos de reojo la posibilidad de alguna reunión en línea (cibernética) pero cortita ¿eh?, que hay mucho que hacer, con sus pros y sus contras.
- Etc… etc, etc…
Cada vez menos tiempo para compartir con los cercanos mientras los avances tecnológicos no cesan de potenciar el individualismo y la dispersión. Hay incluso Consejerías de Educación que presionan a los centros escolares para que todo se haga a través de las tablets (hay cada vez más colegios que han desterrado los libros físicos y ya los niños ni escriben sobre papel alguno, todo es a través de las maquinitas) al mismo tiempo que aprovechan nuestra ya abultada desconexión con la realidad cercana para crear nuevos artilugios que en principio parece que aportan mejoras muy interesantes pero de lo que sí es seguro es que son un gran negocio para quienes se lucran con ello.
La cuestión ahora es: ¿qué podemos hacer desde nuestra vida personal, desde los ámbitos familiares, desde la escuela,... para que los avances tecnológicos no supongan un deterioro cada vez mayor de nuestras relaciones humanas y con el entorno natural, no destruyan la armonía social sino que por el contrario nos lleven a construir una Casa Común más de todos y para todos?.
Santi Catalán
santi257@gmail.com
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