Denuncia que los
trabajadores pobres “han sido excluidos de los beneficios de la globalización”
pero no de sus perjuicios: “los
males que aquejan a todos, a ustedes los golpean doblemente”; les anima a
seguir en la lucha por las 3T: tierra, techo y trabajo; y les invita a pensar
con él “en el proyecto de desarrollo
humano integral que anhelamos” para el después de la crisis.
El papa Francisco se ha
dirigió mediante carta,
el Domingo de Resurrección, a los movimientos populares del mundo, haciendo memoria de sus
tres encuentros que
“me
hace bien, me acerca a ustedes,
me hace repensar en tantos diálogos”; y para “recordar de modo especial y estar cerca” de las organizaciones de
trabajadores y trabajadoras más empobrecidos, precarizados y excluidos, ante la dureza de la pandemia de la COVID-19. Los
movimientos populares “están ahí,
poniendo el cuerpo (…) para hacer las cosas menos difíciles, menos dolorosas”.
Cercanía con los
trabajadores pobres.
En este tiempo de “tanta
angustia y dificultad”, los movimientos populares “son un verdadero ejército
invisible que pelea en las más peligrosas trincheras (…) sin más arma que la solidaridad,
la esperanza y el sentido
de la comunidad que reverdece en
estos días en los que nadie se salva solo”, construyendo poesía social “desde
las periferias olvidadas crean soluciones dignas”, con apenas recursos y donde
no llega “las soluciones del mercado y escasea la presencia protectora del
Estado”, subraya Francisco.
Esta actitud de lucha
por “el bien común” y por los sagrados derechos a tierra, techo y trabajo, que
sintetizan los criterios de justicia social, “me ayuda, cuestiona y enseña
mucho”, dice el Papa, en un contexto donde se les “mira con desconfianza por
superar la mera filantropía a través la organización comunitaria o reclamar por
sus derechos en vez de quedarse resignados esperando a ver si cae alguna migaja
de los que detentan el poder económico” que sigue generando enormes
desigualdades y sosteniendo privilegios.
En la carta, Francisco
tiene un recuerdo y reconocimiento especial de “las mujeres, que multiplican el
pan en los comedores comunitarios cocinando” con escaso material “para cientos
de niños”; de los enfermos y a los ancianos, tantas veces olvidados en esta
sociedad enferma de soledad; de campesinos y agricultores familiares “que
siguen labrando para producir alimentos” cuidando la casa común y atendiendo
las necesidades del pueblo humilde y trabajador.
Por un salario universal.
“Los males que aquejan a
todos, a ustedes los golpean doblemente”, denuncia Francisco. Un pueblo con
dificultades mayores para el confinamiento cuando la vivienda es precaria o
“carece de un techo”, cuando se vive “el día a día sin ningún tipo de garantías
legales que los proteja”, como sufren los trabajadores y las trabajadores
“independientes o de la economía popular” que Francisco cita: “los vendedores
ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los
constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado”, y
que “no tienen un salario estable para resistir este momento”. Ante esta
realidad de desprotección, el papa Francisco considera que es “tiempo de pensar en un salario universal” que dignifique la “noble e insustituibles
tareas que realizan” y haga realidad “esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos”. Un pueblo humilde y trabajador al que
“nuestro Padre Celestial los mira, los valora, los reconoce y fortalece en su
opción”.
Las personas, en el
centro de la vida. Pensar “el después”.
En este contexto de
enorme impacto del coronavirus en todo el mundo, Francisco espera que “los
gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (…) no son suficientes
para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad”. Sin
embargo, para el Papa “ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir”.
En la misiva, Francisco invita a los movimientos populares a “pensar en
‘el después’” y abordar las
“graves consecuencias ya se sienten”. Esta experiencia de diálogo del Papa con
los movimientos populares, se desarrolla desde una cultura del encuentro y
la “sabiduría que se amasa con la levadura de sentir
el dolor del otro como propio”. Motivo
para que “pensemos en el proyecto de
desarrollo humano integral que
anhelamos, centrado en el protagonismo
de los pueblos en toda su
diversidad y el acceso universal
a esas tres T que ustedes defienden: tierra, techo y trabajo” y que tuvo su máxima expresión en los tres
encuentros mundiales de movimientos populares con Francisco.
“Espero que este momento
de peligro nos saque del piloto automático, sacuda nuestras conciencias
dormidas y permita una conversión
humanista y ecológica que
termine con la idolatría del dinero y ponga
la dignidad y la vida en el centro.
Nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos
frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas
para pocos, necesita bajar un cambio, repensarse, regenerarse”, advierte
Francisco, para destacar a los movimientos popular como “constructores
indispensables de ese cambio impostergable; es más, ustedes poseen una voz
autorizada para testimoniar que esto es posible. Ustedes saben de crisis y
privaciones…, que con pudor, dignidad, compromiso, esfuerzo y solidaridad
logran transformar en promesa de vida para sus familias y comunidades”, ha
señalado el Papa.
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