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Tiempo ordinario – C (Lc 14,1.7-14)
Evangelio
del 1 / Sep / 2019
Jesús
asiste a un banquete invitado por uno de los principales fariseos de la región.
Es una comida especial de sábado, preparada desde la víspera con todo esmero.
Como es costumbre, los invitados son amigos del anfitrión, fariseos de gran
prestigio, doctores de la ley, modelo de vida religiosa para todo el pueblo.
Al
parecer, Jesús no se siente cómodo. Echa en falta a sus amigos los pobres.
Aquellas gentes que encuentra mendigando por los caminos. Los que nunca son
invitados por nadie. Los que no cuentan: excluidos de la convivencia, olvidados
por la religión, despreciados por casi todos.
Antes
de despedirse, Jesús se dirige al que lo ha invitado. No es para agradecerle el
banquete, sino para sacudir su conciencia e invitarle a vivir con un estilo de
vida menos convencional y más humano: «No invites a tus amigos, ni a tus
hermanos, ni a tus parientes ni a los vecinos ricos porque corresponderán
invitándote… Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque
no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos».
Una vez
más, Jesús se esfuerza por humanizar la vida rompiendo, si hace falta, esquemas
y criterios de actuación que nos pueden parecer muy respetables, pero que, en
el fondo, están indicando nuestra resistencia a construir ese mundo más humano
y fraterno, querido por Dios.
De
ordinario, vivimos instalados en un círculo de relaciones familiares, sociales,
políticas o religiosas con las que nos ayudamos mutuamente a cuidar de nuestros
intereses dejando fuera a quienes nada nos pueden aportar. Invitamos a los que,
a su vez, nos pueden invitar Eso es todo.
Esclavos
de unas relaciones interesadas, no somos conscientes de que nuestro bienestar
solo se sostiene excluyendo a quienes más necesitan de nuestra solidaridad
gratuita para poder vivir. Hemos de escuchar los gritos evangélicos del papa
Francisco en la pequeña isla de Lampedusa: «La cultura del bienestar nos hace
insensibles a los gritos de los demás». «Hemos caído en la globalización de la
indiferencia». «Hemos perdido el sentido de la responsabilidad».
Los
seguidores de Jesús hemos de recordar que abrir caminos al reino de Dios no
consiste en construir una sociedad más religiosa o en promover un sistema
político alternativo a otros también posibles, sino, ante todo, en generar y
desarrollar unas relaciones más humanas que hagan posible unas condiciones de
vida digna para todos empezando por los últimos.
José
Antonio Pagola
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