7
Tiempo ordinario – C (Lc 6,27-38)
Evangelio
del 24 / Feb / 2019
¿Por
qué tanta gente vive secretamente insatisfecha?. ¿Por qué tantos hombres y
mujeres encuentran la vida monótona, trivial, insípida?. ¿Por qué se aburren en
medio de su bienestar?. ¿Qué les falta para encontrar de nuevo la alegría de
vivir?.
Quizás,
la existencia de muchos cambiaría y adquiriría otro color y otra vida,
sencillamente si aprendieran a amar gratis a alguien. Lo quiera o no, el ser
humano está llamado a amar desinteresadamente; y, si no lo hace, en su vida se
abre un vacío que nada ni nadie puede llenar. No es una ingenuidad escuchar las
palabras de Jesús: «Haced el bien… sin esperar nada».
Puede ser el secreto de la vida. Lo que puede devolvernos la alegría de vivir.
Puede ser el secreto de la vida. Lo que puede devolvernos la alegría de vivir.
Es
fácil terminar sin amar a nadie de manera verdaderamente gratuita. No hago daño
a nadie. No me meto en los problemas de los demás. Respeto los derechos de los
otros. Vivo mi vida. Ya tengo bastante con preocuparme de mí y de mis cosas.
Pero
eso, ¿es vida?. ¿Vivir despreocupado de todos, reducido a mi trabajo, mi
profesión o mi oficio, impermeable a los problemas de los demás, ajeno a los
sufrimientos de la gente, me encierro en mi «campana de cristal»?.
Vivimos
en una sociedad donde es difícil aprender a amar gratuitamente. Casi siempre
preguntamos: ¿Para qué sirve?. ¿Es útil?. ¿Qué gano con esto?. Todo lo calculamos
y medimos. Nos hemos hecho a la idea de que todo se obtiene «comprando»:
alimentos, vestido, vivienda, transporte, diversión… Y así corremos el riesgo
de convertir todas nuestras relaciones en puro intercambio de servicios.
Pero,
el amor, la amistad, la acogida, la solidaridad, la cercanía, la confianza, la
lucha por el débil, la esperanza, la alegría interior… no se obtienen con
dinero. Son algo gratuito que se ofrece sin esperar nada a cambio, si no es el
crecimiento y la vida del otro.
Los
primeros cristianos, al hablar del amor utilizaban la palabra «ágape»,
precisamente para subrayar más esta dimensión de gratuidad, en contraposición
al amor entendido solo como «eros» y que tenía para muchos una resonancia de
interés y egoísmo.
Entre
nosotros hay personas que solo pueden recibir un amor gratuito, pues no tienen
apenas nada para poder devolver a quien se les quiera acercar. Personas solas,
maltratadas por la vida, incomprendidas por casi todos, empobrecidas por la sociedad,
sin apenas salida alguna en la vida.
Aquel
gran profeta que fue Helder Cámara nos recuerda la invitación de Jesús con
estas palabras: «Para liberarte de ti mismo, lanza un puente más allá del
abismo que tu egoísmo ha creado. Intenta ver más allá de ti mismo. Intenta
escuchar a algún otro, y, sobre todo, prueba a esforzarte por amar en vez de
amarte a ti solo».
José
Antonio Pagola
No hay comentarios:
Publicar un comentario