José
Luis Fernández Fernández, experto en ética del «management», considera que la
Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho que aportar en ese área.
José
Luis Fernández Fernández, catedrático de Ética Empresarial de Icade, acaba de
publicar un libro sobre su especialidad, Empresa y gestión sostenible.
Hacia una ética del management (Digital Reasons), con prólogo de José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica.
Hacia una ética del management (Digital Reasons), con prólogo de José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica.
- ¿Cuáles
son los retos que deberán abordar las empresas en los próximos años?.
- En los
próximos años diez o doce años, con el horizonte del año 2030, las empresas
habrán de afrontar múltiples retos. Primero, el de la sostenibilidad, encarnado
en los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible auspiciados desde la ONU y en el
que se precisará la colaboración de los estados, las administraciones públicas,
las organizaciones de la sociedad civil. Y, naturalmente, de las empresa; de
cualquier tipo o tamaño que sean. En segundo término, deberán aprovechar las
virtualidades que la digitalización ofrece. Para ello, habrán de transformarse
como proceda, con vistas a coger la ola de la Cuarta Revolución Industrial
(robótica, macrodatos, inteligencia artificial, industria conectada). El reto
será conseguir poner a la persona en el centro de los procesos empresariales y
apostar por el progreso verdaderamente humano, mediante una economía
innovadora, respetuosa con los procesos; y, en buena medida, circular.
- ¿Qué
compromisos éticos deberían asumir los directivos en este cambio de época?.
- El
primero tiene que ver con la voluntad de liderar proyectos económicos que, a la
vez que creadores de riqueza financiera, deben aportar valor social y respeto
al medio ambiente. Deben tener la lucidez suficiente como para discernir qué
modelos de negocio van a resultar deseables y sostenibles.
- Escuchamos
a antiguos directivos de bancos, juzgados por sobresueldos e indemnizaciones
millonarios, que esos planteamientos eran legales. Pero parecen que no eran
éticos, dado que sus empresas tuvieron que ser rescatadas. ¿Qué opina al
respecto?. ¿Cree que con lo legal arreglamos todo?.
- La ley
es el suelo firme a partir del cual avanzar. Nunca debiera ser vista como el
techo… Porque siempre se puede ir más allá: no hay un punto último donde
plantarse. Se puede ser cada vez más y mejor (en este caso, más y mejor
empresa). La ética va más allá, bastante más allá, de la ley. Es, sin duda, una
condición de posibilidad del éxito sostenible, que se debiera traducir, de
conseguirse, en los tres elementos siguientes: beneficios continuados, de una
parte. Y de otra, excelente reputación ad extra; y un envidiable orgullo de
pertenencia ad intra.
»Es
más, en un mundo globalizado, con las puertas abiertas de par en par, las
empresas tienen la posibilidad de deslocalizar plantas productivas. Ante esa
tesitura, ¿qué debe hacer una empresa? ¿Es suficiente con ajustarse a lo que no
esté prohibido en aquellos contextos? Esta suerte de relativismo moral,
sinceramente, hoy no es aceptable. La opinión pública está muy sensibilizada
ante las malas prácticas y es capaz de hacer que una empresa pierda muchísimo
dinero por operar sin atender más que a los escasos requisitos legales que en
muchos países del Tercer Mundo estén operativos.
- ¿En
qué manera la Doctrina Social de la Iglesia puede favorecer mejores prácticas
en las empresas?.
- Es un
verdadero tesoro. Sus criterios y principios podrían ser asumidos por cualquier
gestor de buena voluntad atento a la dimensión ética. Muchos de ellos, como no
podría ser de otra forma, conectan de manera inmediata con propuestas y
providencias que han ido emanando de organismos multilaterales, preocupados por
la construcción de un mundo más justo, más humano, mejor.
»¿Quién
invalidaría la apuesta por la afirmación teórica de la obligatoriedad de
respetar la dignidad de la persona? ¡Nadie en su sano juicio!, so pena de caer
en el más profundo de los descréditos. Para optar por ese valor moral, los
cristianos encontramos el fundamento en el hecho de que los hombres y las
mujeres somos imago Dei, imagen de Dios: “A imagen de Dios los creó: hombre y
mujer los creó”. O sea, que la imagen de Dios es “hombre y mujer”… con igual
dignidad… Ahora bien, para “comprar este relato”, no hace falta comulgar con el
Génesis. Hay aproximaciones filosóficas, puramente racionales que insisten en
la misma idea. Kant, el imperativo categórico y el ser humano como ser digno…
apuntan en la misma dirección.
»Lo
mismo sea dicho de los otros grandes principios: subsidiariedad, solidaridad,
justicia social, bien común…
»Tal
vez lo que no sea absolutamente trasladable sería lo de la “opción preferencial
por los pobres”. O, al menos, no se objetiva de manera tan altruista en la
dinámica empresarial como la Doctrina Social de la Iglesia quisiera verla
asentada. Un sucedáneo lejano, sin embargo, también está teniendo sentido. Me
refiero a lo que en la jerga del management denominamos “negocios en la base de
la pirámide”; y cuya idea es la de tratar de hacer negocios entre los miles de
millones de personas que están más desfavorecidos.
»Habida
cuenta de que, ni las ONG ni los Estados están teniendo mucho éxito a la hora
de luchar contra la pobreza y de mejorar sustancialmente la calidad de millones
de desheredados, ¿por qué no intentar conseguirlo desde el negocio y el
mercado?.
»A
muchos este discurso pudiera resultarles imposible, falaz, ideológico. Pero lo
cierto es que está dando resultados; y que constituye una apuesta de innovación
social mediante la palanca económica manejada por la mano visible de la
dirección de las empresas.
- Hace
unos meses, usted acudió a un congreso en Israel en donde distintos ponentes
alabaron la Doctrina Social de la Iglesia, para ellos desconocida, sin ser
católicos ni cristianos.
- Así
es. Tuve ocasión de exponer en la Universidad de Tel-Aviv una comunicación
sobre la Doctrina Social de la Iglesia. El Congreso era el de la asociación
SPES [Spirituality in Economics and Society] y el leit motiv de la conferencia
era: "New Economy, Old Traditions [Nueva economía, viejas
tradiciones]". En ese contexto presenté someramente las claves de la
Doctrina Social de la Iglesia y fueron muchos los que me dijeron que era la
primera vez que oían hablar de tal cosa; y que les parecía muy sugerente la
aportación.
»En
breve saldrá un libro, publicado en Inglaterra, donde se recogerá como capítulo
la versión última y revisada de lo que allí conté, enmarcando el caso de la
Economía de Comunión, como propuesta teórica y concreción práctica de una
manera nueva de hacer empresa y economía.
- La
Doctrina Social de la Iglesia es bastante desconocida incluso entre los
católicos. ¿Se puede "jugar" con dos barajas distintas en la vida
profesional y en la personal?.
- Por lo
que hace a la primera parte de esta pregunta, he de decir que sí. La Doctrina
Social de la Iglesia es bastante desconocida, en efecto, incluso entre los
católicos. Y es lamentable que así sea. Sería bueno programar cursos de
formación sobre el particular. Respecto a lo segundo, cabría decir que, por
supuesto, es posible manejar dobles registros… Pero eso, al fin, puede acabar
en una suerte de esquizofrenia vital. En una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde
que trastorna al sujeto, corroe el carácter e imposibilita una vida lograda.
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