Domingo
29 Tiempo ordinario – B (Marcos 10,35-45)
Evangelio
del 21 / Oct / 2018
Mientras
suben a Jerusalén, Jesús va anunciando a sus discípulos el destino doloroso que
le espera en la capital. Los discípulos no le entienden. Andan disputando entre
ellos por los primeros puestos. Santiago y Juan, discípulos de primera hora, se
acercan a él para pedirle directamente sentarse un día «el uno a tu derecha y
el otro a tu izquierda».
A Jesús
se le ve desalentado: «No sabéis lo que pedís». Nadie en el grupo parece
entender que seguirlo de cerca colaborando en su proyecto siempre será un camino
no de poder y grandezas, sino de sacrificio y cruz.
Mientras
tanto, al enterarse del atrevimiento de Santiago y Juan, los otros diez se
indignan.
El grupo está más agitado que nunca. La ambición los está dividiendo. Jesús los reúne a todos para dejar claro su pensamiento.
El grupo está más agitado que nunca. La ambición los está dividiendo. Jesús los reúne a todos para dejar claro su pensamiento.
Antes
que nada les expone lo que sucede en los pueblos del Imperio romano. Todos
conocen los abusos de Antipas y las familias herodianas en Galilea. Jesús lo
resume así: los que son reconocidos como jefes utilizan su poder para «tiranizar»
a los pueblos, y los grandes no hacen sino «oprimir» a sus súbditos. Jesús no
puede ser más tajante: «Vosotros, nada de eso».
No
quiere ver entre los suyos nada parecido: «El que quiera ser grande entre
vosotros que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros
que sea esclavo de todos». En su comunidad no habrá lugar para el poder que
oprime, solo para el servicio que ayuda. Jesús no quiere jefes sentados a su
derecha e izquierda, sino servidores como él que dan su vida por los demás.
Jesús
deja las cosas claras. Su Iglesia no se construye desde la imposición de los de
arriba, sino desde el servicio de los que se colocan abajo. No cabe en ella
jerarquía alguna en clave de honor o dominación. Tampoco métodos y estrategias
de poder. Es el servicio el que construye la Iglesia de Jesús.
Jesús
da tanta importancia a lo que está diciendo que se pone a sí mismo como
ejemplo, pues no ha venido al mundo para exigir que le sirvan, sino «para
servir y dar su vida en rescate por todos». Jesús no enseña a nadie a triunfar
en la Iglesia, sino a servir al proyecto del reino de Dios desviviéndonos por
los más débiles y necesitados.
La
enseñanza de Jesús no es sólo para los dirigentes. Desde tareas y
responsabilidades diferentes hemos de comprometernos todos a vivir con más
entrega al servicio de su proyecto. No necesitamos en la Iglesia imitadores de
Santiago y Juan, sino seguidores fieles de Jesús. Los que quieran ser
importantes que se pongan a trabajar y colaborar.
José
Antonio Pagola
https://www.gruposdejesus.com/domingo-29-tiempo-ordinario-b-marcos-1035-45/
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