Domingo
28 Tiempo ordinario – B (Marcos 10,17-30)
Evangelio
del 14 / Oct / 2018
Antes
de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al
parecer tiene prisa para resolver su problema: «¿Qué debo hacer para heredar la
vida eterna?». No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo
tienen resuelto.
Jesús
lo pone ante la Ley de Moisés.
Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: «Todo eso lo he cumplido desde joven».
Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: «Todo eso lo he cumplido desde joven».
Jesús
se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha
hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su
proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente:
«Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, dale el dinero a los
pobres… y luego ven y sígueme».
El rico
posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de
verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a
su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con
los necesitados podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.
El
hombre se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin
su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había
venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá
nunca la alegría de colaborar con Jesús.
La
crisis económica nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia
una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y
sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos
preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.
Lo
primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿qué hacer con nuestro
dinero?. ¿Para qué ahorrar?. ¿En qué invertir?. ¿Con quiénes compartir lo que no
necesitamos?. Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos
compulsivo y superfluo: ¿qué compramos?. ¿Dónde compramos?. ¿Para qué compramos?. ¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?.
Son
preguntas que hemos de hacernos en el fondo de nuestra conciencia y también en
nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No
haremos gestos heroicos, pero, si damos pequeños pasos en esta dirección,
conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de
algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos
cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.
José
Antonio Pagola
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