Mc. 6, 7-13. (Para el domingo 15 de julio de 2018).(https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/15-7-2018/lecturas/)
Jesús
no envía a sus discípulos de cualquier manera. Para colaborar en su proyecto
del reino de Dios y prolongar su misión es necesario cuidar un estilo de vida.
Si no es así, podrán hacer muchas cosas, pero no introducirán en el mundo su
espíritu. Marcos nos recuerda algunas recomendaciones de Jesús. Destacamos
algunas.
En
primer lugar, ¿quiénes son ellos para actuar en nombre de Jesús?. ¿Cuál es su
autoridad?. Según Marcos, al enviarlos, Jesús «les da autoridad sobre los
espíritus inmundos».
No les da poder sobre las personas que irán encontrando en su camino. Tampoco él ha utilizado su poder para gobernar sino para curar.
No les da poder sobre las personas que irán encontrando en su camino. Tampoco él ha utilizado su poder para gobernar sino para curar.
Como
siempre, Jesús está pensando en un mundo más sano, liberado de las fuerzas
malignas que esclavizan y deshumanizan al ser humano. Sus discípulos
introducirán entre las gentes su fuerza sanadora. Se abrirán paso en la
sociedad, no utilizando un poder sobres las personas, sino humanizando la vida,
aliviando el sufrimiento de las gentes, haciendo crecer la libertad y la
fraternidad.
Llevarán
solo «bastón» y «sandalias». Jesús los imagina como caminantes. Nunca
instalados. Siempre de camino. No atados a nada ni a nadie. Solo con lo
imprescindible. Con esa agilidad que tenía Jesús para hacerse presente allí
donde alguien lo necesitaba. El báculo de Jesús no es para mandar, sino para
caminar.
No
llevarán «ni pan, ni alforja, ni dinero». No han de vivir obsesionados por su
propia seguridad. Llevan consigo algo más importante: el Espíritu de Jesús, su
Palabra y su Autoridad para humanizar la vida de las gentes. Curiosamente,
Jesús no está pensando en lo que han de llevar para ser eficaces, sino en lo
que no han de llevar. No sea que un día se olviden de los pobres y vivan
encerrados en su propio bienestar.
Tampoco
llevarán «túnica de repuesto». Vestirán con la sencillez de los pobres. No
llevarán vestiduras sagradas como los sacerdotes del Templo. Tampoco vestirán
como el Bautista en la soledad del desierto. Serán profetas en medio de la
gente. Su vida será signo de la cercanía de Dios a todos, sobre todo, a los más
necesitados.
¿Nos
atreveremos algún día a hacer en el seno de la Iglesia un examen colectivo para
dejarnos iluminar por Jesús y ver cómo nos hemos ido alejando sin darnos casi
cuenta de su espíritu?.
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