Laudato si’ contiene reclamos y propuestas ineludibles que el mundo sindical, como
comunidad y escuela de valores, no debería desatender. Scannone, exponente de
la Teología del Pueblo y antiguo profesor de Bergoglio, ofrece su ponencia en
el Encuentro Internacional de Organizaciones Sindicales en el Vaticano, claves
para reforzar su protagonismo en la denuncia de las injusticias pero también en
el ejercicio de la solidaridad.
Juan
Carlos Scannone, SJ | Profesor de Filosofía y Teología en la Universidad USAL
de San Miguel (Argentina).
Populorum progressio (PP 1967), del beato Pablo VI, inauguró una serie de encíclicas
sobre el desarrollo humano integral, es decir, orientado a «promover a todos
los hombres y a todo el hombre» (PP 14). Y, aunque Laudato si’ (LS 2015) no
forma parte de esos textos conmemorativos, con todo, bien puede considerarse
una nueva relectura de esa misma temática desde una consideración actualizada
de nuevos signos de los tiempos. Pues no se pueden separar la cuestión de
nuestra casa común –la hermana madre tierra– de la del desarrollo social
humano, sobre todo si además de integral, lo planteamos como sostenible.
La
presente exposición desea recoger, para los trabajadores y sus movimientos, las
nuevas aportaciones de esa encíclica referentes a dicha problemática. En primer
lugar abordaré la crisis socioambiental. Esta pone en jaque el tipo de
desarrollo no integral que de hecho hoy se está promoviendo globalmente;
aludiré a sus síntomas, pero sobre todo, trataré de su raíz más profunda según
el Papa, a saber, el paradigma tecnocrático y su absolutización de la razón
instrumental. En una segunda parte, tendré en cuenta lo que dice Francisco –en
la encíclica y fuera de ella– sobre el papel protagónico de los movimientos de
trabajadores, de todos los trabajadores –aun de aquéllos que no gozan de un
empleo formal–, como respuesta a dicha crisis; pues considera, como Juan Pablo
II, al trabajo como «una clave, quizás la clave esencial de toda la cuestión
social» (LE 3). De esa manera concluiré mi exposición, mostrando algunos
caminos de respuesta propuestos por Francisco, pero privilegiando aquéllos en
los cuales el Señor nos «primereó», es decir, de hecho ya tomó la iniciativa,
que la fe y una buena voluntad bien informada descubren como nuevos signos de
los tiempos. Señalaré entones el surgimiento de posibilidades reales de un
desarrollo humano alternativo, es decir: integral, sostenible y solidario.
La
crisis y su raíz humana profunda.
LS
aborda «lo que está pasando a nuestra casa» común (LS cap. 1º), debido a los
rápidos cambios «que no necesariamente se orientan al bien común y a un
desarrollo humano, sostenible e integral» (LS 18). Entonces Francisco enumera
en detalle los graves deterioros ambientales y sociales, para concluir
diciendo:
«No hay
dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola crisis
socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral
para combatir la pobreza, para devolver la dignidad de los excluidos y
simultáneamente para cuidar la naturaleza» (LS 139).
En sólo
dos palabras, la respuesta a la crisis propuesta por la encíclica se resume en:
«ecología integral», a saber, simultáneamente ambiental, económica, social,
cultural y de la vida cotidiana. Es otra manera de nombrar el desarrollo humano
integral y sostenible.
Pero el
santo padre no se queda en el mero análisis de los síntomas de esa única
crisis, sino que señala cuál es su raíz humana y cultural, matriz de dichos
estilos y modelos, a saber, el paradigma tecnocrático (LS 101), homogéneo y
unidimensional (LS 106).
Por lo
tanto, no se trata de la técnica, de la tecnología o de la tecnociencia por sí
mismas, sino de la tecnocracia. Pues el sufijo «cracia» alude al poder que
dichas innovaciones tecnológicas confieren «a quienes tienen el conocimiento y
sobre todo el poder económico para utilizarlo» (LS 104). Pues «nunca la
humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo
bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo» (ibid.). El
Papa concluye finalmente preguntándose: «¿En manos de quiénes está y puede
llegar a estar tanto poder? Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña
parte de la humanidad» (Ibid.).
Ya
pensadores del siglo XX, posteriores a la primera guerra mundial y, sobre todo,
a la segunda, señalaban el reduccionismo de ese modo de entender vida y acción.
Por un lado, se reduce toda relación humana con la naturaleza, con los otros
hombres y aun con Dios, a la relación del sujeto con objetos. Sobre ese punto
asevera el Papa:
«Se
destaca un concepto del sujeto que progresivamente, en el proceso
lógico-racional, abarca y así posee el objeto que se halla fuera. Ese sujeto se
despliega en el establecimiento del método científico con su experimentación,
que ya es implícitamente técnica de posesión, dominio y transformación. Es como
si el sujeto se hallara frente a lo informe totalmente disponible para su
manipulación» (LS 106).
Es
decir, «ahora lo que interesa es extraer todo lo posible de las cosas por
imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma
de lo que tiene delante» (ibid.). Notemos los verbos empleados por Francisco:
abarcar, poseer, dominar, disponer, manipular, extraer, imponer, ignorar,
olvidar, aun tratándose de personas, por ejemplo, los trabajadores y excluidos.
Ese
reduccionismo se traduce, en el orden práctico, en la absolutización de sólo un
tipo de racionalidad humana: la razón instrumental, que no tiene que ver con
los primeros fundamentos ni con los fines últimos, sino sólo con los medios más
eficaces para lograr fines u objetivos inmediatos. A ella no le interesa lo
bueno, verdadero y bello, sino solamente lo útil que responde a esos intereses
inmediatos. Aún peor, el Papa agrega que, debido a la vigencia de dicho
paradigma mental y cultural, «los objetos productos de la técnica no son
neutros, porque crean un entramado que termina condicionando los estilos de
vida y orientan las posibilidades sociales en la línea de los intereses de
determinados grupos de poder. Ciertas elecciones, que parecen puramente
instrumentales, en realidad son elecciones acerca de la vida social que se
quiere desarrollar» (LS 107).
Según
Francisco, no es cuestión, en primer lugar, de las teorías económicas, «sino de
su instalación en el desarrollo fáctico de la economía. Quienes no lo afirman
con palabras lo sostienen con los hechos, cuando no parece preocuparles una
justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un
cuidado responsable del medio ambiente o los derechos de las generaciones
futuras. Con su comportamiento expresan que el objetivo de maximizar los
beneficios es suficiente. Pero el mercado por sí mismo no garantiza el
desarrollo humano integral ni la inclusión social» (LS 109).
No hay comentarios:
Publicar un comentario