Observando
la Barcelona de Salvador Seguí o Ángel Pestaña, en la que millares de obreros
en los años 20 del pasado siglo vivían hacinados en barriadas pobres, o
trabajando en fábricas de telas o industrias mineras hasta la extenuación, no
se nos habría ocurrido pensar, que se mantendría la actual situación de
esclavitud en Barcelona, en pleno siglo XXI.
Muchas
de estas mujeres trabajan en los talleres de costura con jornadas de 16 horas y
siete días a la semana siendo estos “trabajos” la puerta de entrada para muchas
mujeres chinas, algunas de las cuales terminan en la explotación sexual.
El
periódico el País publicaba la situación de mujeres primero esclavizadas
laboralmente y luego “exprimidas al máximo” como objetos sexuales para los
clientes de todos los orígenes. La esclavitud toma formas y se muta según las
necesidades de los “mercados”.
Reproducimos
un extracto de esta publicación…
“La
habitación de Mimi huele a aceite de bebé y está iluminada con una luz rosa. En
la repisa tiene un rollo de papel tamaño industrial que extiende sobre la
camilla y un par de toallas que reutiliza con cada cliente: unos cinco al día.
Los 15 euros del masaje son para su jefa; ella se queda con la propina de lo
que pueda venir luego: entre 10 y 20 euros, dependiendo de cómo lo haga”.
“Le da
pánico que le peguen algo, explica en un precario español mientras recorre con
un vestido negro el largo pasillo con habitaciones a un lado y otro. Trabaja en
uno de los más de 100 salones de masaje chinos con final sexual que hay
Barcelona, según los Mossos d’Esquadra. Hay tantos, que empiezan a ser una
atracción turística. El suyo está cerca de Sants y en el escaparate ofrece
estilismo de uñas y peluquería. No le gusta, desliza, pero ahora tiene contrato
y un horario de trabajo. Y el camino hasta aquí ha sido muy largo”.
“Mimi
(su nombre para los clientes), como las otras cuatro mujeres entrevistadas para
este reportaje, llegó a Barcelona hace tres años de la mano de un cabeza de
serpiente, el individuo que dirige una organización para transportar a
inmigrantes desde China. Sabía que estaría en un taller de ropa. Trabajar duro
no era un problema, lo hacía antes; y lo bueno es que iba a ganar más dinero.
Pero durante dos años estuvo prácticamente encerrada en un local del barrio del
Fondo de Santa Coloma de Gramenet, donde vive una extensa comunidad de su país
(en Cataluña hay registrados 47.973 chinos) y donde dan con sus huesos muchos
recién llegados. “El taller es la puerta de entrada al mundo laboral aquí”,
señalan fuentes policiales. Trabajaba 16 horas al día siete días a la semana.
Comía (siempre arroz y fideos) y dormía con otras 30 personas. Cobraba entre
800 y 1.000 euros al mes. Le sirvió para ahorrar. Y también para pagar la deuda
del viaje”.
En el
periódico el País se afirma que existe otra fase, es la que se produce en el
momento en que ya se ha obtenido papeles, saldado el “crédito” por el viaje y
se trabaja por cuenta propia, pero utilizando recursos de la estructura,
principalmente la mano de obra y un nuevo préstamo: casi nunca prácticamente
nunca acuden a los bancos (y tampoco a la policía cuando tienen algún
problema). Nadie todavía ha demostrado que sea una mafia o un grupo criminal,
solamente una estructura paralela…En esta fase la que las explotadas incluso
pueden llegar a ser parte activa de otra cadena de explotación, perpetuando así
la situación con las nuevas migrantes.
Hace
pocos días el Papa Francisco condenó la trata de seres humanos, un fenómeno que
está repuntando en Europa debido a la mala gestión del fenómeno de los
migrantes y refugiados, al que consideró un “auténtico crimen contra la
humanidad”.
“Una de
las heridas más dolorosas de nuestro tiempo es la herida abierta de la trata de
seres humanos, una moderna forma de esclavitud que viola la dignidad, don de
Dios, de tantos de nuestros hermanos y hermanas y se constituye en un auténtico
crimen contra la humanidad”…
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