Santa
Josefina Bakhita, virgen, 6 de Febrero de 2016
Santa Josefina Bakhita, virgen, nacida en la región de Darfur, en Sudán, que, siendo aún niña, fue raptada y vendida en diversos mercados africanos de esclavos, sufriendo dura cautividad. Al obtener la libertad, abrazó la fe cristiana e ingresó en el Instituto de Hijas de la Caridad (Canosianas), y pasó el resto de su vida en Schio, en el territorio italiano de Vicenza, entregada a Cristo y al servicio del prójimo.
En su biografía Bakhita cuenta su propia experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos. "Cuando aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por el campo y vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno le dijo a mi amiga: 'Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta.
Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de poco'. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar a mi amiga para que no pudiera dar la alarma.
Sin
sospechar nada obedecí, como siempre hacía. Cuando estaba en el bosque, me
percaté que las dos personas estaban detrás de mí, y fue cuando uno de ellos me
agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el cual me amenazó
diciéndome: 'Si gritas, morirás. ¡Síguenos!'". Los mismos secuestradores
fueron quienes le pusieron Bakhita al ver su especial carisma.
Luego de ser capturada, Bakhita fue llevada a la ciudad de El Obeid, donde fue vendida a cinco distintos amos en el mercado de esclavos.
Nunca
consiguió escapar, a pesar de intentarlo varias veces. Con quien más sufrió de
humillaciones y torturas fue con su cuarto amo, cuando tenía más o menos 13
años. Fue tatuada, le realizaron 114 incisiones y para evitar infecciones le
colocaron sal durante un mes. "Sentía que iba a morir en cualquier
momento, en especial cuando me colocaban la sal”.
El comerciante italiano Calixto Leganini compró a Bakhita por quinta vez en 1882, y fue "Esta vez fui realmente afortunada - escribe Bakhita - porque el nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad".
En 1884
Leganini se vio en la obligación de dejar Jartum, tras la llegada de tropas
Mahdis. Bakhita se negó a dejar a su amo, y consiguió viajar con él y su amigo
Augusto Michieli, a Italia.
La esposa de Michieli los esperaba en Italia, y sabiendo la llegada de varios esclavos, exigió uno, dándosele a Bakhita. Con su nueva familia, Bakhita trabajó de niñera y amiga de Minnina, hija de los Michieli.
Bakhita y Minnina ingresaron al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia, tras ser aconsejadas por las hermanas. Esta congregación fue fundada en 1808 con el nombre de Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia, pero son más conocidas como hermanas de Canossa.
Recibió
el bautismo, primera comunión y confirmación, al mismo tiempo, el 9 de enero de
1890, por el Cardenal de Venecia. En este momento, tomó el nombre cristiano de
Josefina Margarita Afortunada.
Ella misma cuenta en su biografía que mientras estuvo en el Instituto conoció cada día más a Dios, "que me ha traído hasta aquí de esta extraña forma".
La
Señora de Michieli volvió de Sudán a llevarse a Bakhita y a su hija, pero con
un gran coraje, Bakhita se negó a ir y prefirió quedarse con las Hermanas de
Canossa. La esclavitud era ilegal en Italia, por lo que la señora de Michieli
no pudo forzar a Bakhita, y es así que permaneció en el Instituto y su vocación
la llevó a convertirse en una de las Hermanas de la Orden el 7 de diciembre de
1893, a los 38 años de edad.
Algo que le costó demasiado trabajo fue escribir su autobiografía en 1910, la cual fue publicada en 1930. En 1929 se le ordena ir a Venecia a contar la historia de su vida. La salud de Bakhita se fue debilitando hacia sus últimos años y tuvo que postrarse a una silla de ruedas, la cual no le impidió seguir viajando, aunque todo ese tiempo fue de dolor y enfermedad. Se dice que le decía la enfermera: "¡Por favor, desatadme las cadenas… es demasiado!".
Falleció el 8 de febrero de 1947 en Schio, siendo sus últimas palabras: "¡Madonna!, ¡Madonna!".
En la
ceremonia de beatificación, el Santo Padre reconoció el gran hecho de que
transmitiera el mensaje de reconciliación y misericordia.
"Si
volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría
para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería
cristiana y religiosa".
S.S.
Juan Pablo II la canonizó el 1 de octubre del 2000.
Fue
santificada por el pueblo, por lo que en 1959 la diócesis local comenzó las
investigaciones para encontrarla venerable. Todo salió muy bien y fue así que
el 1 de diciembre de 1978 fue declarada Venerable. Por tanto, el proceso para
declararla santa empezó con gran auge y el 17 de mayo de 1992 fue beatificada
por Juan Pablo II y se declaró día oficial de culto el 8 de febrero.
Su
espiritualidad y fuerza la han convertido en Nuestra Hermana Universal, como la
llamó el Papa.
Oremos.
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