jueves, 20 de noviembre de 2014

Hay obligación moral de compartir la riqueza

En la mañana del jueves 20 de noviembre el Papa Francisco dirigió un discurso a la Sala Plenaria de la FAO, reunidos en ocasión de la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición (CIN2), evento organizado conjuntamente por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), en colaboración con el Equipo de tareas de alto nivel sobre la crisis mundial de la seguridad alimentaria (HLTF, por sus siglas en inglés).

Este evento reúne a numerosos jefes de estado y de gobierno, a responsables nacionales de las políticas del sector agrícola, sanitario y otros ministerios y organismos relevantes, asimismo a dirigentes de organismos de las Naciones Unidas y otras organizaciones intergubernamentales y la sociedad civil.

En este marco el Santo Padre resaltó la finalidad de este evento, señalando que es importante «estudiar juntos las formas de intervención para asegurar la nutrición, así como los cambios necesarios que se han de aportar a las estrategias actuales».

En este sentido el Papa dijo que «la Iglesia, como ustedes saben, siempre trata de estar atenta y solícita respecto a todo lo que se refiere al bienestar espiritual y material de las personas, ante todo de los que viven marginados y son excluidos, para que se garanticen su seguridad y su dignidad».

“Vivimos en una época – señalo el Pontífice – en la que las relaciones entre las naciones están demasiado a menudo dañadas por la sospecha recíproca, que a veces se convierte en formas de agresión bélica y económica, socava la amistad entre hermanos y rechaza o descarta al que ya está excluido”.

En esta perspectiva, espero que, en la formulación de dichos compromisos, afirmó el Papa Francisco, los Estados se inspiren en la convicción de que el derecho a la alimentación sólo quedará garantizado si nos preocupamos por su sujeto real, es decir, la persona que sufre los efectos del hambre y la desnutrición.

Frente a estos problemas Francisco exhortó a los líderes de gobierno a buscar la justicia de modo concreto y no solo teórico, “las personas y los pueblos exigen que se ponga en práctica la justicia; no sólo la justicia legal, sino también la contributiva y la distributiva”.

Recordando a su predecesor, el santo Papa Juan Pablo II, que intervino en la inauguración de la Primera Conferencia sobre Nutrición, en 1992, puso en guardia a la comunidad internacional ante el riesgo de la «paradoja de la abundancia»: hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos. Por desgracia, dijo el Obispo de Roma, esta «paradoja» sigue siendo actual.

En su discurso el Papa Francisco señaló que la falta de solidaridad es otro reto que la Asamblea debería afrontar. “El segundo reto que se debe afrontar es la falta de solidaridad. Nuestras sociedades se caracterizan por un creciente individualismo y por la división; esto termina privando a los más débiles de una vida digna y provocando revueltas contra las instituciones. Cuando falta la solidaridad en un país, se resiente todo el mundo. En efecto, la solidaridad es la actitud que hace a las personas capaces de salir al encuentro del otro y fundar sus relaciones mutuas en ese sentimiento de hermandad que va más allá de las diferencias y los límites, e impulsa a buscar juntos el bien común”.

En este sentido, en la medida que los seres humanos, toman conciencia de ser parte responsable del designio de la creación, dijo el Papa, se hacen capaces de respetarse recíprocamente, en lugar de combatir entre sí, dañando y empobreciendo el planeta.

Finalmente el Pontífice recordó que es tarea de todo Estado estar atentos al bienestar de sus ciudadanos, suscribirlas sin reservas, y preocuparse de su aplicación. En esta tarea, la Iglesia Católica trata de ofrecer también su propia contribución, mediante una atención constante a la vida de los pobres en todas las partes del planeta; en esta misma línea se mueve la implicación activa de la Santa Sede en las organizaciones internacionales y con sus múltiples documentos y declaraciones.

“Se pretende de este modo contribuir a identificar y asumir los criterios que debe cumplir el desarrollo de un sistema internacional ecuánime. Son criterios que, en el plano ético, se basan en pilares como la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad; al mismo tiempo, en el campo jurídico, estos mismos criterios incluyen la relación entre el derecho a la alimentación y el derecho a la vida y a una existencia digna, el derecho a ser protegidos por la ley, no siempre cercana a la realidad de quien pasa hambre, y la obligación moral de compartir la riqueza económica del mundo”.

El Santo Padre concluyó su intervención en la Conferencia Internacional invocando el auxilio divino para afrontar estos retos y tareas. “Pido al Todopoderoso, al Dios rico en misericordia, que bendiga a todos los que, con diferentes responsabilidades, se ponen al servicio de los que pasan hambre y saben atenderlos con gestos concretos de cercanía. Ruego también para que la comunidad internacional sepa escuchar el llamado de esta Conferencia y lo considere una expresión de la común conciencia de la humanidad: dar de comer a los hambrientos para salvar la vida en el planeta. Gracias”.

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