El día 24 de noviembre el papa Francisco nos regaló la exhortación
apostólica Evangelii gaudium. Una exhortación apostólica se promulga
normalmente después de un Sínodo de obispos. Esta recoge las reflexiones de los
padres sinodales, es este caso es sobre “La nueva evangelización en la
transmisión de la fe” que se celebró en el mes de octubre del año 2012.
El Papa expresa su deseo de dirigirse a todos los fieles cristianos para
invitarles a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría del anuncio del
Evangelio e indicar los caminos para la Iglesia en los próximos años.
Es una llamada a todos los cristianos
para que renueven su fe con un encuentro personal con Jesucristo o al menos
dejarse encontrar por Él y de esta manera, lleven a los demás el amor de Jesús
en un estado permanente de misión.
El Papa invita a recuperar la frescura original del Evangelio, encontrando
nuevos caminos y métodos creativos, a no encerrar a Jesús en
“esquemas aburridos”. Es necesaria “una conversión pastoral y misionera, que no
puede dejar las cosas como están” y una “reforma de estructuras” eclesiales
para que “todas ellas se vuelvan más misioneras”.
Esta conversión debe ocurrir también en el papado para que sea “más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización”. También menciona a las Conferencias episcopales para que vivan una “una saludable descentralización”. En esta renovación no hay que tener miedo de revisar costumbres de la Iglesia “no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia”.
Esta conversión debe ocurrir también en el papado para que sea “más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización”. También menciona a las Conferencias episcopales para que vivan una “una saludable descentralización”. En esta renovación no hay que tener miedo de revisar costumbres de la Iglesia “no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia”.
Es un extenso documento del que pasamos a resumir el capítulo cuarto que
habla de la “dimensión social de la evangelización” que es a nuestro entender
el que está más relacionado con la misión encomendada a Justicia y Paz, aunque
el resto del documento también nos debe interpelar como cristianos.
A imagen de la Trinidad.
El misterio de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa
comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. Existe
una relación estrecha entre evangelización y promoción humana. El dejarse amar
por Dios, provoca en el creyente una reacción: desear, buscar y cuidar el bien
de los demás. Es necesario no “perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo
por vivir el Evangelio de la fraternidad y de la justicia”. Lo que hagamos por
los demás tiene una dimensión trascendente.
El Papa nos recuerda que cada cristiano y cada comunidad están llamados a
ser instrumentos de Dios para la liberación de los pobres, de manera que puedan
integrarse plenamente en la sociedad. A veces esta liberación es la de los
pueblos más pobres de la tierra, para que ellos mismos sean artífices de su
destino. Hace notar el Papa que con frecuencia se está muy preocupado en cuidar
la ortodoxia y en cambio se actúa pasivamente frente a injusticias intolerables
y frente a los gobiernos que las mantienen.
Esta actitud de liberación hacia los pobres no debe llevarnos a un
“desborde activista” hacia ellos sino a una verdadera preocupación por
los mismos a partir de la cual se desea buscar efectivamente su bien,
atendiéndolos también espiritualmente de forma prioritaria.
Las causas estructurales que provocan la pobreza deben ser resueltas sin
dilaciones. Es necesario que los mercados renuncien a su autonomía absoluta y a
la especulación financiera. Toda política económica debería estar articulada
teniendo en cuenta la dignidad de cada persona y el bien común. Al
sistema económico actual le molesta que se le hable de ética, solidaridad
mundial, distribución de los bienes, preservación de las fuentes de trabajo,
dignidad de los débiles, de un Dios que exige un compromiso por la justicia.
El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico ya
que necesita una serie de programas, decisiones, mecanismos y procesos
orientados a una mejor distribución de la riqueza, a la creación de puestos de
trabajo, a la promoción integral de los pobres más allá del
asistencialismo. La economía debe asegurar el bienestar económico de todos los
países y no sólo el de unos pocos.
Estamos llamados a cuidar de los más frágiles de la tierra, tenemos que
reconocer a Cristo sufriente en las personas sin techo, toxicómanas,
refugiadas, ancianas, abandonadas, los pueblos indígenas… El Papa reconoce
angustiarse por aquéllos que son víctimas de trata de personas: talleres
clandestinos, red de prostitución, niños utilizados para la mendicidad,
economía clandestina por no estar regularizadas las personas…y especialmente
las mujeres que son víctimas de exclusión, maltrato y violencia. Entre los más
débiles de la tierra están también los niños por nacer.
Esta preocupación no debe ser sólo por los seres humanos, sino
también por toda la creación ya que no somos meros beneficiarios sino custodios
de las demás criaturas.
La paz social no se puede entender como una actitud de evitar la
confrontación o por la mera ausencia de violencia. “Las reivindicaciones
sociales, que tienen que ver con la distribución de los ingresos, la inclusión
social y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el pretexto de una
paz efímera para una minoría feliz”. La paz se construye día a día según el
orden querido por Dios que comporta la justicia entre los hombres. El diálogo
social contribuye a la paz. Este diálogo tiene distintos aspectos:
- Diálogo entre la fe, la razón y las ciencias. La fe no le tiene miedo a la razón; al contrario, la busca y confía en ella porque la luz de la razón y la fe provienen de Dios y no pueden contradecirse entre sí. Cuando el desarrollo de las ciencias, actuando con rigor llega a una conclusión evidente, la fe no la contradice.
- Diálogo ecuménico. El deseo de Jesús es que “seamos uno”. La credibilidad del anuncio cristiano sería mucho mayor si los cristianos superaran sus divisiones. Esta división es particularmente grave en aquéllos países sacudidos por la violencia. Somos peregrinos y peregrinamos juntos.
- Relación con el judaísmo. La Iglesia, que comparte con el Judaísmo una parte importante de las sagradas Escrituras, no puede considerar al Judaísmo como parte alejada de ella. Esto hace que el Papa lamente “sincera y amargamente” las terribles persecuciones de las que fueron y son objeto el pueblo judío, especialmente aquéllas que involucran a cristianos.
- Diálogo interreligioso. Debe haber una apertura “en la verdad y en el amor”, a pesar de los fundamentalismos de ambas partes, con los creyentes de religiones no cristianas. Debe ser una apertura a ellos, compartiendo sus alegrías y sus penas. Así aprendemos a escuchar a otros “en su modo diferente de ser, de pensar y de expresarse” para asumir juntos el deber de servir a la justicia y la paz, que deberá convertirse en un criterio básico de todo intercambio.
- Diálogo social en un contexto de libertad religiosa. Los creyentes se sienten cerca de aquéllos que no forman parte de alguna tradición religiosa, pero que “buscan sinceramente la verdad, la bondad y la belleza”.
Termina el Papa la exhortación hablando de la María que fue dada a los creyentes
en la cruz como Madre. “Ella es mujer de fe que vive y camina en la fe”,
dejándose conducir por el Espíritu. En ella vemos que la humildad y ternura no
son virtudes de los débiles, sino de los fuertes.
Esta “dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los
demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial de evangelización”.
Isabel Cuenca Anaya
Secretaría General de la Comisión General de Justicia y Paz
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